Joachim Trier, cineasta: “Las personas son los mejores efectos especiales”
‘Valor sentimental’, la nueva película del realizador de ‘La peor persona del mundo’, es la gran apuesta europea a los Oscar, con su historia sobre el intento de reconciliación entre un viejo director de cine y sus dos hijas

“La ternura es el nuevo punk”, afirma categórico con una sonrisa el cineasta noruego Joachim Trier (Copenhague, 51 años) cuando habla de Valor sentimental.
Esta frase la repetirá en las dos ocasiones en que este periodista le ha entrevistado por este drama (una en Cannes, donde ganó el Gran Premio del Jurado; otra en San Sebastián, de donde proceden estas respuestas) en el que habla de las diferencias del paso del tiempo en la arquitectura y el ser humano, del sentimiento de culpa —uno de sus temas favoritos—, de las relaciones familiares y, ahora también, de hacer cine. Porque en el epicentro de este filme (que se estrena en España el próximo viernes 5 de diciembre), modélico en su justa mezcla de autoría y comercialidad, está la vuelta a la casa familiar de un viejo director que le pide a una de sus dos hijas, aún dolidas por el abandono de su padre, que protagonice la que probablemente sea su última película.
Valor sentimental, además, se ha convertido en la esperanza europea para los próximos Oscar (The Hollywood Reporter le augura hasta siete nominaciones en las categorías principales).
Ya en el inicio, surge en la conversación su otro tema recurrente: la paternidad del creador. “Esta es la primera película que hice teniendo dos hijos. Siempre me ha acompañado un miedo, el de fracasar como padre, y por eso es muy simbólico para mí el rodaje, porque no quiero ser Borg [el director al que vida Stellan Skarsgård]. Rodamos en Oslo, que es mi mejor localización, desde luego [sus grandes trabajos transcurren allí], y así logré irme a casa todas las noches; ese fue uno de los grandes logros personales de esta película”, explica.

Trier es como su cine: atractivo, ordenado, pulidito, meticuloso, y a la vez abierto a la improvisación. Abierto a lo que surja: con el guion acabado, un día en el gimnasio se tropezó la actriz Bente Børsum, que en 1959 protagonizó La caza, del abuelo materno de Trier, Erik Løchen. De repente, supo que Børsum sería la perfecta narradora, y no le importó que tuviera, en ese momento, 88 años (ha cumplido ya 91). “Eskil Vogt, mi coguionista, y yo escribimos y reescribimos. También paseamos mucho dándole vueltas a las cosas. Cuando acabamos un filme, arrancamos de nuevo de cero. Pero a la vez, seguimos siendo Eskil y Joachim, y nos alimentamos de ganchos de anteriores trabajos: la mansión familiar aparecía al final de Oslo, 31 de agosto [2011] y repetir con Renate Reinsve nos parecía obligado”, ríe: Trier lanzó a la fama mundial a Reinsve con La peor persona del mundo (2021).

Valor sentimental tiene ecos tanto de La peor persona del mundo como de Reprise, su debut en la dirección. “Yo estoy con Jean Renoir, en eso de alimentarnos de la interacción humana desde una perspectiva muy humana. No hace falta sobredimensionar los escenarios. Yo no vengo del teatro o de la literatura, yo vengo de la curiosidad [empezó de adolescente grabando cortos de skateboarding, ya que fue campeón nacional en ese deporte, y más tarde estudió cine]. Mi madre me enseñó a amar a Fellini y a Almodóvar, y ellos enlazan con esta filosofía. Bueno, y las familias“, recuerda.
Trier habla maravillas de sus encuentros con el cineasta español, aunque a continuación reconoce que sus mejores amigos cineastas son estadounidenses. “Conocí a Paul Thomas Anderson en la promoción de mi anterior película en los Oscar. Había nacido mi primera hija, estaba algo perdido y él nos invitó a su casa. Ahora tenemos una relación familiar. ¿Has visto Una batalla tras otra? A eso me refiero cuando hablo del cine en escala humana. Necesitamos que los productores entiendan que las personas son los mejores efectos especiales. Por eso disfruto tanto trabajando con los actores”, afirma.
Otro de sus conocidos en EE UU es Mike Mills, y él le dio el nombre de Elle Fanning para encarnar a la actriz estadounidense que aceptará el guion cuando la hija rechace la propuesta paterna. “Mike y yo compartimos la idea de que en pantalla cuando sale un personaje, aunque sea pequeño en la trama, hay que mostrarle como si fuera el principal. Y que eso me lo daría Elle, que se sumó al proyecto sin importar de qué industria procede, como otra más”.

Trier desvela que una de las secuencias más apabullantes del filme, una conversación entre las dos hermanas, fue improvisada. “Yo estaba con la cámara haciendo un inserto [un pequeño plano], las vi charlando a través de una puerta y le solté a Inga [Inga Ibsdotter Lilleaas, actriz teatral que tiene su primera gran oportunidad en el cine]: ‘Ahora, ahora, agarra a Renate y yo te sigo’. Y funcionó”.
El noruego se enorgullece con el trabajo interpretativo. “En el festival de Telluride le preguntaron a Inga sobre de qué iba este drama. Y respondió: ‘Sobre la cosa más poderosa del mundo, el amor’. Me conmovió su frase, porque a veces nos da miedo sonar banales y ella no se cortó. Mira, un director tiene que mostrarle amor a sus actores. Suena cursi, pero realmente es así. Y si no estoy abierto a la posibilidad de lo inesperado, no crearemos algo que tenga vida. Por eso soy un cineasta europeo: el derecho al montaje final es mío, y no por divismos, sino porque hay una implicación moral en asumir la responsabilidad de lo que los actores le dan al director. Si muestran sus emociones, sus cuerpos, yo cargo con la responsabilidad de defender esa entrega en el producto final. Incluso mi filme estadounidense, El amor es más fuerte que las bombas, se hizo a la manera europea: un productor no se puede imponer sobre un creador”.
Y añade: “Vivimos en un mundo terrible. No podemos aumentar la polarización. Parezco un hippie trasnochado, pero realmente tenemos que expresar una sensación de identificación y una empatía con el otro. ¡Joder, yo quiero ese amor! A ver si los políticos lo entienden, necesitamos historias que nos unan”.

Con todo, sí hay algo sobrenatural en Valor sentimental, no al estilo brujería como en su infravalorada Thelma (2017), sino en el paso del tiempo a través de la casa familiar, una preciosa mansión de madera en el mismo Oslo. “Ese edificio representa muchas cosas en pantalla, pero, más que nada, sirve para contextualizar el paso del tiempo desde otra perspectiva”.
Feminismo entre cineastas masculinos
¿Cómo encara Trier el sentimiento de culpa, otro de sus motores narrativos? “A ver, soy noruego, gran país, ejemplo de éxito democrático nacido, no nos engañemos, de la riqueza del petróleo. Y en general, como todo escandinavo, sufro y amo nuestros largos inviernos y el cine de Ingmar Bergman [risas]. Nuestro protestantismo escandinavo es siempre tan virtuoso, tan de sentimiento de culpabilidad. Soy ateo, aunque he absorbido toda esa herencia”.
Y esa culpa, en su cine, ya no es solo patrimonio de los personajes masculinos. “Si volvemos a mis trabajos iniciales, me preocupaba representar la vulnerabilidad del macho. Sin embargo, he crecido, madurado. He buscado y observado. No necesitamos más energía machirula, y menos aún en el cine. El discurso feminista en el cine, el advenimiento de nuevas cineastas, ha ayudado a los hombres a permitirnos mayor libertad para encontrar conversaciones abiertas sobre cómo hacemos películas. Olvidémonos de directores autoritarios, creemos cine desde la humildad y la gratitud. No sé, empecé a trabajar mucho con actrices, y mis guiones fueron tras ellas. Cuidado, no soy tan tonto como para decir que los roles principales en un filme pueden ser intercambiables entre hombres y mujeres. Y a la vez, el género no importa cuando hablamos de relaciones existenciales y emocionales. Pero habrá que romper con dinámicas tradicionales”.
Última pregunta: ¿cómo lleva otro arranque de la brutal temporada de promoción para los Oscar? “Bah, soy noruego, los Oscar suenan tan lejos”. No es así, él ya lo ha vivido, y en los últimos años las estatuillas de Hollywood se han vuelto más asequibles para cineastas no estadounidenses que hubieran triunfado previamente en Cannes. “Todo eso es verdad. Por eso me gusta y sé que funciona Cannes, porque sin dejar de ser una gran máquina comercial abraza y galardona a filmes personales, creativos. A mí me gusta ser parte de eso, me enorgullece formar parte de esos autores”.
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