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Muere Robe Iniesta
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Con Robe se hizo la luz en el infierno

Era un gamberro y a la vez un romántico. Un dinamitero y un filósofo. Un artista de la palabra soez y al mismo tiempo un maestro de la imagen definitiva

Siempre se van demasiado pronto los que nos han ayudado a hacer de la vida una experiencia más plena. También los que nos han llevado a vivirla de un modo más intenso y verdadero. Para muchos Robe Iniesta ha sido la voz propicia de un poeta que abría en la realidad, que nunca es la que nos gustaría y que a veces sabe hacerse aborrecer —empezando por lo que cada uno de nosotros es en lo más profundo—, hendiduras por las que entraba un fulgor que la volvía menos inerte y menos triste. Podía cantarle a la pérdida, a la soledad, a nuestra inagotable capacidad de meter la pata y dañar a otros y a nosotros mismos; pero cuando los versos de Robe apuntaban a esos infiernos, en ellos, parafraseando una de sus canciones, se hacía la luz.

Era un gamberro y a la vez un romántico. Un dinamitero y un filósofo. Un artista de la palabra soez y al mismo tiempo un maestro de la imagen definitiva. “La vida es roja si te vas” y “Mi vida una letra que escribo en hojas en blanco”. Nunca rehuyó el dolor, porque jamás renunció a la libertad ni se apeó, por nada del mundo, de la lealtad a cuanto amaba. Cantó como nadie al arte de perder el tiempo, las batallas, el rumbo y hasta la vida, en ejercicio de esa libertad y esa lealtad innegociables. Y también al de nunca arrepentirse de haber fallado la jugada, cuando es el corazón el que exige tomar el camino desaconsejable y terminar pagando, con intereses y recargos, todos los platos rotos.

Su legado es ingente, e incluye un buen puñado de obras maestras. Desde aquel himno arrollador de los lejanos años de Extremoduro, De acero, hasta esas piezas de su última época, como Del tiempo perdido o El poder del arte, que contienen todo un balance existencial. Con Standby acompañó nuestras desesperanzas, con La ley innata nos hizo descubrir nuestra capacidad de sobreponernos a ellas. Supo mirar el lado amargo de la vida, tan de frente como pocos; y ahí está para atestiguarlo, sin ir más lejos, su Nana cruel. Pero lo hizo sin amargarnos: repartiendo alegría, ganas de ser y de vivir. “Qué importa el ayer si he vuelto a nacer anoche de madrugada”. No morirá el poeta, aunque él se haya ido, mientras sigan sonando sus canciones.

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