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Plasencia llora la pérdida de Robe, su hijo pródigo: “Se ha ido como los grandes, sin hacer ruido. Era humilde y discreto”

El Ayuntamiento preparaba tres eventos para 2026 junto al líder de Extremoduro

Manuel Viejo

“Hasta siempre Robe. Hasta siempre, siempre, siempre”, dice el diario Hoy de Extremadura. “Se va la rebeldía y el talento de Extremadura”, titula El Periódico de Extremadura. “Parece que el día presagiaba esta tristísima noticia”, cuenta por teléfono el alcalde de Plasencia, Fernando Pizarro, del PP. Los placentinos han sacado esta mañana el paraguas a la hora de sus rutinas. En la Plaza Mayor ondean tres banderas a media asta. La pérdida de su vecino más ilustre, Robe Iniesta, Robe, su Robe, ha dejado desconcertada a esta ciudad de 45.000 habitantes del norte de Cáceres.

Pizarro dice que se enteró de madrugada, a través de un mensaje de WhatsApp de un colaborador del cantante. Que aquí todos sabían que el líder de Extremoduro estaba enfermo. Que se había retirado para recuperarse. Que ansiaban su vuelta a los escenarios. Que su marcha ha sido muy inesperada. Que han colocado un libro de condolencias en el Ayuntamiento junto a un cuadro con el rostro desmelenado de Robe pintado por Isabel, una persona con problemas de salud mental que forma parte de una asociación que hizo trabajos de Bellas Artes sobre el cantante. Y que Plasencia, dice el alcalde, tuvo el privilegio de ser el lugar donde Robe naciera. “Se ha ido como los grandes, sin hacer ruido. Era humilde y discreto”.

No se habla de otra noticia en los bares y comercios de este municipio de 45.000 vecinos. Los stories de Instagram están llenos de canciones de su hijo pródigo, el que nació en este rincón extremeño hace 63 años. Para entender el impacto de Robe en su ciudad basta con preguntar a cualquier vecino. Casi todos tienen una historia cercana con él. Bien porque alguna vez le han visto por sus calles empedradas. Porque conocen a su familia. Porque son amigos de sus hijos, Caín y Naum. Porque tienen sus discos. Porque han ido a sus conciertos. Porque alguna vez le han visto darse un chapuzón en el río Jerte. E incluso hasta tirarse del puente de la conocida Playa El Benidor, un charco idílico a pocos kilómetros de la ciudad.

O quizá baste también con viajar a 1989, unos meses antes de la publicación de su primer disco, Rock transgresivo, cuando el propio Robe pedía 1.000 pesetas a sus vecinos para poder financiarlo. Seis años después, sin saberlo, los placentinos vivieron un concierto único e irrepetible. Sucedió el 14 de octubre de 1995. “Cubierto de estrellas, el cielo lo arropaba”, decía la crónica del concierto en El Norte de Extremadura. Sin querer, fue una despedida, un adiós inesperado. Varias generaciones de placentinos crecieron sin ver en directo a su ídolo local durante 13 años (1995-2008).

Fue una historia de desencuentros con un alcalde del PP. “No facilitaré que los jóvenes tomen alcohol y otros estupefacientes”, dijo entonces el regidor José Luis Díaz, anunciando la prohibición de conciertos de Extremoduro, Dover y otros grupos. “Este tipo de actuaciones llevan ruido y suciedad antes y después de la función”. EL PAÍS, incluso, llegó a titular: “Al alcalde le asusta el rock”. Dover respondió con “risa y rabia” a la actitud de Díaz. Y anunciaron que le enviarían una cesta de frutas junto a una caja de cerveza sin alcohol.

Robe, sibilino, le contestó a través de una carta con versos de Miguel Hernández: “Hemos de destrozaros en vuestras legaciones, en vuestros escenarios, en vuestras diplomacias. Con ametralladoras cálidas y canciones, os ametrallaremos, prehistóricas desgracias. Porque, sabed: llevamos mucha verdad metida dentro del corazón sangrando por la boca: y os vencerá la férrea juventud de la vida, pues para tanta fuerza tanta maldad es poca”.

Extremoduro, eso sí, siguió de gira por España, pero ya lejos de su ciudad natal. Lo más cerca fue Cáceres, a unos 80 kilómetros de su casa. Cómo olvidar aquel 6 de julio de 2002 cuando, a pocas horas del concierto, Robe conversó con una televisión local. “Aquí estoy", dijo “acercándome al pueblo. Somos violentos y nos gusta follar“. Al terminar, quizá por si no había quedado claro antes, se confesó: “Me cago en el alcalde”.

En 2004 los socialistas retomaron el poder en Plasencia. “La ciudad me gusta más ahora, desde luego”, deslizó Robe a El Periódico de Extremadura. Y cuatro años después regresó de nuevo. Fue un concierto antológico y apoteósico. En vísperas de las ferias de junio, aquel 31 de mayo de 2008 vino con una tormenta endiablada. Con rumores de suspensión por todos los corrillos. No hubo teloneros. El campo de fútbol municipal era todo barro y cervezas. Los vecinos rezaban a la Virgen del Puerto, su patrona, para que cortara el diluvio cuanto antes y, a ser posible, de inmediato.

Y la lluvia frenó. Sobre el escenario, tres telas colgaban del techo. Cayó primero la de la izquierda, entre acordes de su Deltoya. Cayó la segunda: “Se apagó el fogón, no funciona nada, ¿dónde está la luz?, ¿qué hay en tu mirada?”. Y cayó, al fin, la del centro. Y ahí estaba Robe, de nuevo y en falda: “Ya estamos aquí”. Los que estaban en las primeras filas casi acaban fuera del recinto.

Siete años y seis discos más tarde, los conservadores populares retomaron el Ayuntamiento local con Fernando Pizarro, que prometió una calle a su nombre. “Me dijeron que me iban a poner una y les pedí un palacio”, respondió con guasa Robe, a sus 56 años, en otra entrevista en Radio 3.

Ya con la guerra fría terminada, Robe incluyó a Plasencia dentro de su gira en solitario junto a músicos extremeños y después de otros nueve años de ausencia. El concejal de Juventud que lo anunció fue Luis Díaz, el hijo de José Luis Díaz, el regidor que le prohibió tocar durante 13 años. Y Robe perdonó los 41.000 euros del concierto a las arcas del Ayuntamiento popular.

Ahora, la noticia de su muerte ha cambiado todos los planes previstos para 2026, cuando al fin la ciudad iba a homenajearle como se merece. El pasado noviembre todos los concejales del Ayuntamiento (incluido Vox) votaron a favor de nombrarle hijo predilecto.

Ahora, después de Navidad, se iba a inaugurar un centro de ensayos para grupos locales que lleva su nombre. También se colgará un mural pintado por uno de los mejores grafiteros locales. Para la próxima primavera, al fin, estaba previsto entregarle una placa con el nombre de su calle, inaugurada el pasado agosto: “Avenida Roberto Iniesta Ojea, Robe, músico, poeta y alma de Extremoduro”. Debajo de este letrero, eso sí, reza un trozo de una de sus míticas letras. Para algunos de por aquí, quizá la mejor: “Era de Plasencia me parece que decía”.

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Sobre la firma

Manuel Viejo
Es de la hermosa ciudad de Plasencia (Cáceres). Cubre la información política de Madrid para la sección de Local del periódico. En EL PAÍS firma reportajes y crónicas desde 2014.
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