Ir al contenido
_
_
_
_
Blogs / Cultura
Del tirador a la ciudad
Coordinado por Anatxu Zabalbeascoa

A la mesa con Oscar Tusquets o en el coche de Ryüe Nishizawa: cine para acercarse a los grandes arquitectos

El festival DART mostrará en Barcelona, entre el 10 y el 14 de diciembre, documentales sobre figuras como Enric Miralles o Rem Koolhaas, para retratar tanto a sus protagonistas como las obras que han construido

Anatxu Zabalbeascoa

“¿Te ha humillado la vida?”, le pregunta el pintor Antonio López al arquitecto Óscar Tusquets. La presencia, y las preguntas, del artista manchego es casi la única nota realista de un documental vitalista y celebratorio, Dios lo ve, que busca retratar al singular arquitecto, pintor, diseñador y escritor barcelonés. Lo consigue. Sus guionistas y directores, Alex Gimerà y Guillem Ventura, entran en la casa de Tusquets y su familia y en algunas, pocas, de sus obras ―como la Casa Belvedere o la estación Toledo en el metro de Nápoles―. Pero, eso sí, se sientan con él ―y con su mujer Eva Blanch― a la mesa. Viajan con ellos a recabar conversaciones con amigos de altura pública ―de Vargas Llosa o Barceló al propio Antonio López― y terminan yendo de viaje con sus hijos, Luca y Valeria: “Las columnas del Partenón son como las de casa”.

Tusquets comienza recordando, con nostalgia, una época en la que los arquitectos “iban a la obra y la gente temblaba”. Su documental termina celebrando al Tusquets más personaje como lo que ha sido: una persona para la que la arquitectura es más una formación que una profesión. Y para la que el conocimiento, y la posibilidad de reírse, aprender y, por supuesto deslumbrar, constituyen una pasión. Más que las declaraciones de los famosos que lo rodean en esta incursión, el gran acierto de una película que recorre medio mundo es el de construir, con sus declaraciones y el hecho de haberlos buscado, la propia personalidad de Tusquets: ventilar sus defectos o reírse de ellos. Así, junto a las celebraciones ―constantes: del 80 aniversario a la inauguración de una exposición― afloran las dudas ―no tortuosas―, la puntual falta de reconocimiento o de libertad, los problemas para montar una exposición, las críticas casi como forma de coquetería de su mujer ―fingiendo escandalizarse, levantando las cejas―, o su propio exceso y contundencia: “Vivir no es tan divertido y envejecer, un coñazo”.

El documental Dios lo ve forma parte de la amplia programación que el Festival Dart proyectará en Barcelona, del 10 al 14 de diciembre en el cine Mooby Bosque, la Fundació Miró o el auditorio del MACBA. En esta novena edición, documentales de arquitectura muy contrastados destacan en la programación. Así, a la fiesta perpetua, que confunde vida y obra de Tusquets, se opone la melancolía de Miralles, un largometraje de María Mauti narrado en catalán por Pep Ambrós. El filme apenas roza la personalidad del malogrado arquitecto (muerto con 45 años en el año 2000 cuando era el más prometedor y rupturista proyectista español trabajando en el mundo).

Sara Mesa, que firma el guion con Mauti, elige o consigue centrarlo en obras como el sobresaliente Cementerio de Igualada ―más que en las personas que lo amaron, rodearon y celebraron―. Y es ahí donde comprobamos la descripción de excéntrico, excesivo, generoso, grande u omnívoro de Miralles, en su ausencia. Miralles convertido en leyenda se queda en las paredes, las columnas y las rupturas de sus obras a la hora de acercarnos al personaje.

Dos veteranos del arqui-cine, Ila Bêka y Louise Lemoine, protagonizan también está edición del DART en la que pueden verse desde la mítica Koolhas Houselife ―las dificultades para limpiar la casa que el arquitecto holandés levantó en Burdeos en boca de su limpiadora― hasta The Infinite Happiness: 21 días en el bloque de viviendas 8 proyectado por Bjarke Engels.

También de esa pareja de cineastas asentada en Burdeos, el documental Tokyo Ride, filmado casi íntegramente dentro del Alpha Romeo de Ryüe Nishizawa, es otro de los hitos del festival. Subidos al coche del japonés ―después de esperar cita durante una década en la que los cineastas han visto como el MoMA adquiría toda su filmografía― el socio de Kazuyo Sejima en el estudio Sanaa se retrata no ya por lo que proyecta como por lo que expresa. ¿Quién llevaría a unos extranjeros a conocer una autopista de su ciudad?

Vestido con una camisa estampada con rosas en un día de fuertes lluvias, Nishizawa conduce su coche por un Tokio gris. Pasa por casa de su socia y expareja Sejima y se presenta con toda la naturalidad del mundo. Toda. Sejima explica dónde hace la siesta ―aunque tenga una reunión literalmente al lado― y Nishizawa compara la juventud de los japoneses con la madurez de los europeos. También la arquitectura. “Tenemos diversidad de naturaleza pero no de personas”, señala.

Eléctrica, oceánica, dice para describir la arquitectura del sudeste asiático frente a la brutalidad y la fuerza europea e india. “Nosotros somos el verbo, ellos el nombre. Los japoneses adoramos lo nuevo. Por eso somos jóvenes y los europeos, maduros. Nos gusta lo nuevo. Lo nuevo nos parece mejor. Y eso decanta una manera de estar en el mundo”.

¿A él también le gusta lo nuevo? No tanto. Su coche es antiguo ―“no es una máquina, es algo orgánico”, dice―. Para él, el número uno es Le Corbusier. “Supo construir una suma. Añadir a lo existente. Buscar lo nuevo en lo viejo”. Así se retrata Nishizawa, hablando con torpeza inglés. Haciéndonos pensar a todos, no con sus edificios. Con su manera de mirar.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_