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La cultura de la furia

Libros, series y películas ponen de relieve el sentimiento de crispación que se vive hoy

Mar Padilla

En la calle, en casa, en las redes, parece que el sentimiento de ira y crispación se expande. Será por las prisas, porque la cola en el supermercado va lenta, porque el pelo nos ha quedado mal, por la cruel precariedad laboral, por el problema de la vivienda, por los extremismos políticos, por la crisis climática. Y por la siniestra caja de resonancia digital, que se hace eco de todo incansablemente.

No es casual que la palabra del año elegida por el diccionario Oxford sea rage bait (provocar ira para tener repercusión), pero más allá de la obsesión digital por el clic, la rabia está a la orden del día, también culturalmente hablando. Lo vemos en libros como Las iras, de la novelista Pilar Adón (Galaxia Guternberg, 2025); Ira. Una emoción que hay de domar (y cabalgar) (Herder, 2025), de Roberta Milanese; en películas como La furia, de Gemma Blasco (que se llevó tres premios en el festival de Málaga de este año, ahora en Filmin), o en la serie Furia, de HBO MAX (de Félix Sabroso y Jau Fornés, protagonizada por Carmen Machi, Cecilia Roth, Candela Peña y Pilar Castro, que tendrá segunda temporada).

Cuando a principios de este año Adón publicó su libro de relatos, en el que desgrana diferentes tipos de ira, estaba retratando, sin saberlo, el paisaje sensorial de este 2025 que ya se acaba. “Me puse a escribir sobre el tema de forma visceral. Y ahora me doy cuenta de que esa necesidad imperiosa obedece al espíritu de los tiempos, a esta ira que tenemos dentro, por agotamiento, frustración y sensación de vulnerabilidad”, explica. Para la novelista madrileña, la pandemia fue el pistoletazo de salida de este desasosiego, cuando nos dimos cuenta de que la imagen “del ataque del león imaginario que activa el estrés pasó a ser real, y nos entró el pánico absoluto, ante el peligro de muerte y tantas muertes reales”.

A ello se sumó después el brutal acelerón vital que insufló la velocidad digital, lo que nos está llevando a “una carrera de ratas. Vamos como locos, de explosión en explosión, sobrestimulados, siempre en estado de alerta, con la sensación de que no podemos parar”.

La ira de las mujeres

Hay muchos tipos de rabia, pero hay una que, como una enredadera roja, crece y crece. Es la ira de las mujeres, porque a la presión de todos los problemas actuales hay que sumarle la presión por estar deseables, cumplir como el que más en el trabajo, tener una casa chula, mantenerse jóvenes, estar casadas —o no—, tener hijos —o no—, ser saludable (pero que te guste la fiesta), andar siempre contentas y, por el camino, sortear todo tipo de violencias.

En La furia, la película de Gemma Blasco, una asombrosa Ángela Cervantes se pone en la piel de Alex, una chica que sufre una violación por alguien de su entorno más cercano y que, a ratos, se desdobla en Medea, la mujer que niega la mayor —el rechazo visceral a todo orden establecido— matando a sus propios hijos. “No es tolerable, amigas”, dice Medea en palabras escritas por Eurípides. “Nadie se entera de nada”, dice Álex por su boca. Y cuando Alex/Medea explota a su manera, hace temblar el mundo.

“Hay algo gustoso en ver a una mujer muy enfadada en la ficción, porque en la vida real no nos lo permitimos. Estamos poco conectadas con esa sensación, no sabemos qué hacer con nuestra ira”, reflexiona Blasco al teléfono. Por eso considera tan interesante el personaje de Medea, que representa “el grito y la queja de una mujer de hace tanto tiempo, y el hecho de que aún estamos en eso: hartas”, dice.

La tesis de la psicóloga Roberta Milanese es que la ira de las mujeres se está liberando. “Durante siglos fue silenciada, y ahora se reivindica como una emoción legítima. Por eso la cultura, cine, series, libros, está explorando este territorio”, reflexiona por correo electrónico. Pero puede ser un tipo de ira nueva, diferente. Como muestra Blasco en el filme, es una furia que no tiene que estar necesariamente conectada con la violencia. “Es importante saber separarlas. De hecho, la ira puede ser un motor de cambio muy grande. Mi propia furia ha hecho posible mi película, por ejemplo”, confiesa la directora barcelonesa.

Milanese apunta que la energía de la ira puede canalizarse hacia un acto productivo. “El arte, la escritura, el humor son modos de transformar una emoción explosiva en una expresión que nos permite alcanzar nuestros objetivos en lugar de dañar a nosotros y a nuestras relaciones”, dice. Adón, en cambio, no acaba de estar convencida en esa vertiente luminosa de la ira: “La única forma que yo sé frenar esa sensación es cogiendo un libro, sentándome a leer”, ríe.

Van provocando

“¿No te parece que el mundo está más siniestro y complicado?”, dice el personaje de Vera (Pilar Castro) en Furia. En esta serie de HBO Max, que acaba de arrasar en los Premios Rose d’Or internacionales, un grupo de mujeres de distinto pelaje y condición que coinciden en no poder más con la vida —por aceleración, por traición, por engaño, por inhumana competitividad— y, de forma muy diferente, estallan, y muy violentamente. Hace unos meses, en el podcast Una de las nuestras, el director y guionista Félix Sabroso explicó que a la hora de sentarse a escribir los personajes tenía en la cabeza el hecho de que “la gente se ha dado cuenta de los engaños y las mentiras de la política, de la banda, de la religión”.

Por eso quizás la ira expresa a la perfección el malestar de nuestra época, marcada por el desengaño y el desencanto. La rabia “proporciona una sensación inmediata de energía, por eso es tan fácil de provocar y de explotar, especialmente en las redes sociales”, advierte Milanese. Y eso entraña peligro, porque la rabia puede resultar rentable. “Plataformas, medios y creadores obtienen más atención e ingresos cuando generan indignación. La cuestión no es reprimir la rabia, sino transformarla para que no nos haga daño y nos permita actuar con claridad”, insiste.

Albert Camus definió el resentimiento como una “autointoxicación” derivada de la sensación de impotencia, un sentir que ya anticipó Pankaj Mishra en su libro La edad de la ira. Una historia del presente. En fecha tan temprana como 2017, el ensayista indio ya avisó de que ese era un campo de cultivo perfecto para oportunistas, demagogos y populistas. Para no ir a más, habrá que perseverar, ir con ojo, serenarse y buscar la calma, un poco al modo de Teddy Wilson cuando toca al piano Time in my hands.

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Sobre la firma

Mar Padilla
Periodista. Del barrio montañoso del Guinardó, de Barcelona. Estudios de Historia y Antropología. Muchos años trabajando en Médicos Sin Fronteras. Antes tuvo dos bandas de punk-rock y también fue dj. Autora del libro de no ficción 'Asalto al Banco Central’ (Libros del KO, 2023).
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