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Pretty Yende, soprano: “No he tenido suerte en la vida, pero estoy bendecida, es algo diferente”

La cantante surafricana participó en la coronación de Carlos III y en la reapertura de Notre Dame

Jesús Ruiz Mantilla

Pretty Yende (Piet Retief, Suráfrica, 1985) dice que no ha tenido suerte en la vida. A algo parecido lo llama bendición, pero sobre todo, trabajo duro. El que le ha ayudado a llegar desde una pequeña localidad de Suráfrica donde cantaba en el coro de la iglesia y la coronación de Carlos III o a la reapertura de Notre Dame en París. Eso le dio foco global, pero ya en el mundo de la ópera se había hecho hueco entre las grandes. Hoy es una de las sopranos más codiciadas en los escenarios y conversamos con ella en Santander, donde triunfó el pasado agosto en un recital en el Festival Internacional de la ciudad.

Pregunta. Ha dicho usted que no ha tenido suerte en la vida, ¿Cómo se las ha arreglado para estar hoy en la cumbre de la ópera sin fortuna?

Respuesta. No he tenido suerte, cierto, pero estoy bendecida y eso es algo diferente. Una bendición no la persigues ni esperas. En la suerte no puedes confiar, pero sí en lo que he sido dotada, mi voz, aprender cómo dominarla, cómo funciona.

P. ¿Quién le dio ese don?

R. Mi señor salvador, Jesucristo. Soy una fervorosa creyente. Tengo que aprender, le decía de ese don. Mis maestros me aconsejaban que debía aliarme como amiga con la dureza del trabajo. Lo que determina a un artista o a cualquiera que tenga éxito es esa alianza con el sacrificio. Nadie puede ayudarte a ser una trabajadora constante. He aprendido mucho de esos principios que me han inculcado. Así que, por una parte, la bendición y el sacrificio es lo que me han llevado donde estoy.

P. Cuénteme acerca del lugar en que creció.

R. En un pueblo, Thandukukhanya, cerca de Piet Reteif. Allí iba a la iglesia con mi abuela y mi madre, que era maestra, a cantar. Crecí muy feliz, sin ser consciente de las limitaciones que me rodeaban. Eso no me impidió soñar.

P. ¿Sonaron mucho los ecos del apartheid en su infancia? Hoy en día su país ha demostrado dignidad en la lucha con los derechos con su denuncia sobre Gaza, por ejemplo.

R. No llegaron mucho esos ecos. La humanidad sufre, ha sufrido y sufrirá. Lo increíble es que, a pesar de ello, continuemos avanzando. La comunidad global está hecha a todo el sufrimiento y, sin embargo, también, nos curamos unos a otros y creo que eso nos anima a seguir. Lo que los periodistas hacéis en vuestro trabajo, lo que yo como artista puedo aportar, esos pequeños destellos componen una cadena que hace el mundo algo mejor, en algo que avanza.

P. Aun así, nuestra sensación es que todo empeora, nos vence el pesimismo, ¿cómo sobreponernos?

R. Creo que las noticias nos desequilibran con lo peor. Pero lo bueno no capta nuestra atención. Cada acto de bondad contribuye a equilibrar las cosas.

P. Hablando de noticias, usted tuvo la revelación de que quería ser cantante viendo la televisión. ¿Qué ocurrió?

R. Fue al escuchar la música de la ópera Lakme en un anuncio. Lo captó mi corazón, pero no mi mente. Me dejé llevar por esa sensación que trascendía la alegría o el amor que siento al oír música. Iba incluso más allá. Esa llamada también me hizo saber que, si alguien fuera capaz de enseñarme a hacerlo, lo conseguiría. Me llevaría a compartir esa alegría con la gente, aunque cantara cosas trágicas y tristes. Incluso a meterme en experiencias que desconocía pero que el corazón, por identificarse con ellas, podría enseñarme. Así que estoy muy agradecida al hecho de que con 16 años pudiera seguir esa pista instintiva del corazón sin que la cabeza se inmiscuyera en ello.

P. Y cuando la cabeza influyó después en esa corazonada, ¿qué ocurrió?

R. Fue complicado. Me guío por el corazón y muchos creen que soy naif porque confío en la bondad y la fe. Sí, soy una soñadora, busco el lado reluciente y mire, aun así, estoy viviendo mi sueño imposible. Quizás porque he contado siempre con el apoyo de quienes de verdad me conocen. A mí, a la muchacha capaz de todo.

P. Aun así, apostando constantemente por la confianza en lo bueno, ¿cómo se protege?

R. Lloro muchísimo. Es una maravilla, pero es importante saber para qué y por quién se llora.

P. ¿Le sirve eso en la búsqueda de equilibrios entre el bien y el mal que hay en sus personajes cuando los interpreta?

R. Una puntualización: yo no interpreto. Eso lo aprendí hace tiempo. Soy verdad en todo lo que hago y eso me hace muy vulnerable. Busco la perfección, pero sobre todo la emoción, ahí reside la verdad. Eso es lo que me hace conectar con el público de forma especial. Desde hace tres años que perdí a mi madre esto ha estado muy presente en mi vida, compartir ese dolor con otra gente de una manera curativa, porque la música nos puede sanar.

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.
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