El “triste” caso de Brígida Maldonado, la exitosa mujer que revolucionó la imprenta en la Sevilla del siglo XVI
El Archivo Histórico de Sevilla saca a la luz los documentos que descubren a esta mujer que tomó las riendas de la exitosa empresa familiar de los Cromberger tras enviudar e impulsó grandes proyectos librescos en España y el Nuevo Mundo


Jacobo Cromberger se afincó en Sevilla a finales del siglo XV para convertir la ciudad en una de las grandes capitales mundiales del nuevo ingenio de aquel siglo, una revolución tecnológica que daría paso al Renacimiento: la imprenta. Procedía de la ciudad alemana de Núremberg, pero fue en la capital andaluza donde abrió la imprenta española más importante de la primera mitad del XVI y editó tanto obras científicas y religiosas de tendencia erasmista —lo que supuso un verdadero desafío a la Inquisición— como los grandes best sellers de la época, novelas de caballería y entretenimiento como la famosa Amadís de Gaula, que leyó Cervantes en ediciones salidas de sus talleres. Cromberger funda la primera imprenta en América, consigue el monopolio de este negocio floreciente en el Nuevo Mundo y se convierte en un mito.
Una generación más adelante: cuando Jacobo ha muerto y su hijo Juan Cromberger da continuidad a esta dinastía de impresores, que en aquella época eran también editores e incluso libreros, controlando al completo el negocio editorial. “Fue el impresor más prolífico de su época y, también, el encargado de ampliar los intereses comerciales de la familia en el Nuevo Mundo”, como asegura el historiador y profesor emérito de la Universidad de Oxford Clive H. Griffin. De padre a hijo, de hombre a hombre. Pero quiso el destino que Juan Cromberger muriera joven, dejando nueve hijos pequeños, y su viuda, Brígida Maldonado, diera un giro de guion a esta historia.
Unos documentos originales sacados a la luz por el Archivo Histórico de Sevilla y reunidos en una exposición temporal que puede visitarse hasta final de agosto en la sede de la institución no solo descubren la figura de esta empresaria visionaria, considerada la primera mujer al frente de una imprenta en Andalucía, sino que revelan la importancia que tuvieron las mujeres emprendedoras en la Sevilla del XVI, opacadas casi siempre por el apellido familiar y sin posibilidad de firmar sus ediciones.
Y es que, al enviudar del segundo miembro de la saga, Brígida Maldonado, nacida también en una familia de libreros —los Carón de Salamanca—, quedó a cargo de sus nueve hijos menores de edad y con un negocio próspero que seguir explotando. Como señala Griffin en el artículo Los Cromberger y su imprenta (publicado en la revista Andalucía en la Historia), en ese momento Brígida tenía cuatro alternativas: “Volver a casarse con un impresor, como era frecuente en la época; pasar la gerencia a un pariente o empleado de confianza; regentar la imprenta con su propia rúbrica, o dirigirla ella misma, pero en nombre de su difunto marido hasta que su hijo mayor —Jacóme— alcanzara la edad y experiencia necesarias”.

Eligió esta última opción, lo que explica “que su nombre no esté impreso en los colofones o pies de imprenta de las obras salidas de los talleres Cromberger en los cinco años que ella estuvo al frente, sino que en su lugar figure el de su marido ya fallecido”. Así ha pasado desapercibida, escondida tras el nombre familiar, una mujer “fuerte e inteligente” que, asegura Griffin, fue una pionera: “Se mostró innovadora y emprendedora”. A saber: “Supo explotar el afán del público lector por los best sellers, entre los que figuran traducciones de Erasmo de Rotterdam, asumió el riesgo de publicar nuevos títulos que se convirtieron en éxitos de venta”, adoptó estrategias comerciales muy astutas, como la publicación de ediciones desglosables, es decir, “libros impresos en secciones discretas que podían venderse completas o separadamente”; e incluso negoció una renovación de su monopolio sobre la venta e impresión de libros en el Nuevo Mundo, destaca Clive Griffin.
Así lo atestiguan los documentos custodiados en el Archivo Histórico Provincial de Sevilla, entre los que sobresale un poder notarial, fechado en mayo de 1541, en el que, sorprendentemente y a pesar de su exitosa carrera, aparece firmado por ella como “la triste Brígida Maldonado”. El archivo también atesora otros documentos relacionados con esta mujer impresora, que reiteró su pena como “desdichada viuda” en alguna otra ocasión: se puede leer su testamento, fechado el 1 de mayo de 1590, o el documento datado el 20 de marzo de 1544 en el que uno de sus criados habla de ella como “la imprimadora, que fue la mujer de Juan Cromberger”.
Nunca se sabrá cómo fue su vida, al frente del negocio y al cuidado de sus nueve hijos, pero su voluntad de presentarse triste y desdichada nos lleva a pensar que esta historia no tiene final feliz. De hecho, después de los cinco años durante los que Brígida Maldonado consiguió mantener la pujanza de la empresa editorial que había sido fundada por su suegro (llegó a decirse que dos de cada tres libros impresos en la península ibérica salían de este taller), tomó el relevo su hijo Jácome, que había alcanzado la mayoría de edad.

A partir de diciembre de 1545, el nombre de Juan (donde debería decir Brígida) fue reemplazado por el de Jacóme en los pies de imprenta de los libros de la casa Crombeger. Había alcanzado la mayoría de edad y así acababa su labor como directora, gerente y mente creativa al frente del negocio. Pero las cosas del destino: “Jácome fue un impresor muy inferior, sus ediciones están llenas de erratas y su producción se limitó en gran parte a reimpresiones”, asegura el profesor Griffin sin ambages.
Y es que el caso de Brígida Maldonado “fue francamente excepcional, demostrando que el papel jugado por las mujeres en el mundo del libro hasta finales del siglo XVI fue más activo de lo que se venía pensando”, la define el experto.
Así lo cree también la periodista sevillana y novelista histórica Eva Díaz Pérez, que en su novela El sueño del gramático (una biografía fabulada de Antonio de Nebrija) pasea por esa Sevilla de moldes y olor a tinta de los Cromberger: “Estos documentos subrayan la importancia de las mujeres emprendedoras en la Sevilla del siglo XVI. El propio Andrea Navagero, que fue el embajador de Venecia enviado a la boda de Carlos V en Sevilla, se da cuenta de la cantidad de mujeres empresarias que hay, le llama mucho la atención y así lo refiere en su libro”. Se trata de El viaje hecho por España y Francia, que se edita después de su muerte y, concretamente, escribe Navagero: “La ciudad se halla poco poblada y casi en poder de las mujeres”.
“El caso de Brígida es muy característico del papel de las mujeres en la imprenta en el siglo de Oro —apunta también el historiador Eduardo Peñalver, autor de la tesis La imprenta en Sevilla en el siglo XVII—. Lo que pasa es que la huella que ha dejado la presencia de la mujer en la industria tipográfica es muy poco visible, los libros cuando se publican aparecen con el nombre de la familia, en el 99% de los casos son viudas de impresores. Ahora las labores de archivo han permitido saber cuál fue la importancia de Brígida Maldonado, que durante cinco años dirigió la empresa y la mantuvo como una imprenta muy brillante”. “Lo que diferencia a Brígida de otras impresoras es que no tuvo un papel subsidiario, fue una figura muy relevante”, subraya Peñalver.
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