Muere a los 42 años la actriz Verónica Echegui, talento ineludible del cine español de las dos últimas décadas
La intérprete, que explotó con ‘Yo soy la Juani’ y ganó el Goya como cortometrajista por ‘Tótem Loba’, falleció ayer en Madrid víctima de un cáncer, provocando una conmoción entre sus compañeros y la industria audiovisual

La actriz Verónica Fernández de Echegaray, más conocida como Verónica Echegui, falleció este domingo a los 42 años en Madrid víctima de un cáncer, según han confirmado fuentes de su entorno a este diario. Nacida en Madrid en 1983, Echegui destacó por su versatilidad, su capacidad para dar vida a personajes complejos y auténticos y su riesgo escogiendo proyectos. Además de su talento como intérprete, indiscutible, tenía talento para contar historias: en 2022 ganó el Goya al mejor cortometraje de ficción como directora, guionista y coproductora del aterrador Tótem Loba.
Poca gente del cine español sabía de su enfermedad, que su entorno ha llevado con discreción, por la que ha estado hospitalizada en los últimos días, y su fallecimiento ha provocado una conmoción entre sus compañeros y en general en el audiovisual español.

Echegui quiso ser actriz desde los nueve años. Cuando aprobó la selectividad, se presentó a las pruebas de la Real Escuela Superior de Arte Dramático en Madrid y entró en la especialidad de interpretación. Aunque saltó a la fama con su papel protagonista en Yo soy la Juani (2006), el drama de Bigas Luna que le valió una nominación al Goya a la mejor actriz revelación, ya había participado en dos series de televisión (Una nueva vida y Paco y Veva). Bigas Luna buscó entre 3.000 aspirantes una actriz que encajara en el papel de una chica de extrarradio Echegui ―que era la número 651― consiguió el papel con “el chándal más cantoso” que encontró en el Bershka, contaba en una entrevista en 2020 en Icon. “Al final me tomé un café con Bigas y me dijo: ‘Creo que harías una buena Juani, pero no te veo muy motivada, no veo las ganas o la ambición’. Así que le agarré del brazo y le dije: ‘Mira, tú dame el papel y te aseguro que no te vas a arrepentir’. Y entonces él vio esa hambre”. Esa hambre y ese fuego se pueden ver en sus trabajos, principalmente en sus ojos, su gran arma interpretativa.
El resultado fue espectacular, Echegui se comía la pantalla y a travé de ella el cineasta contó, como hasta entonces no había hecho nadie en España, la vida de una choni. “Bigas era un visionario, él me dijo: ‘En el futuro, el extrarradio marcará el ritmo de la ciudad y todas las tendencias seguirán la estética que ahora se lleva en los polígonos’. Y ahora, mientras veo cómo las grandes marcas han tomado ese camino, no dejo de acordarme de Bigas. Tenía una visión social global y olía muy bien los movimientos y los cambios antes de que sucediesen. Hacía pan y chocolate en su casa, cultivaba su propia comida orgánica, tenía respeto hacia todos los seres. Y nunca le vi prejuzgar a nadie del tuning, por ejemplo”, contaba su protagonista.
En El patio de mi cárcel (2008), interpretó a una joven presa. En Katmandú, un espejo en el cielo (2011), dirigida por Icíar Bollaín, encarnó a una maestra catalana que viaja a Nepal para enseñar en una escuela de los barrios más pobres de Katmandú. Por estos dos filmes fue nominada como mejor actriz principal en los Goya, que se sumaron a la de mejor actriz revelación por Yo soy la Juani. De esa manera, se convirtió en una figura por sí misma, ya despegada de Bigas Luna y del pasado que mostraban sus apellidos. “Mi apellido es Fernández de Echegaray y era tan largo que, por intuición, pensé que era mejor crear un nombre propio. Un nombre aparte. Creo que ayuda más a dar ese salto hacia el imaginario”, aseguraba. Era pariente del premio Nobel de Literatura José Echegaray y del comediógrafo Miguel Echegaray.
La actriz inició así una carrera repleta de pequeñas joyas, de guiones con carne interpretativa, como 8 citas (2008), La casa de mi padre (2008), La mitad de Óscar (2010), Kamikaze (2014) o L’ofrena (2020). En 2011, el año en que estrenó Katmandú, también participó en Verbo, de Eduardo Chapero Jackson, y en la infravalorada Seis puntos sobre Emma, del fallecido Roberto Pérez Toledo. La película describía la batalla de una joven ciega por ser madre, superando cualquier barrera impuesta por el resto.
También notable fue Orígenes secretos (2020), un canto de amor al mundo del cómic. Su vis cómica le granjeó un sitio en comedias como La gran familia española (2013), Explota explota (2020) —cuarta y quinta nominaciones a los Goya, en estos casos en el apartado de actriz secundaria, No le culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas (2016) o Yo no soy esa (2024). Por su facilidad con los idiomas y su talento, la actriz rodó por media Europa y en Estados Unidos, en títulos como &Me (2013), Me estás matando Susana (2016), ¡Déjate llevar! (2017) o Mi vida (2019), o en rodajes en España de thrillers estadounidenses, como The Cold Light of Day (2012) con Henry Cavill, Sigourney Weaver y Bruce Willis.
Más recientemente, había participado como actriz en Justicia artificial (2024), un thriller político en el que interpreta a una jueza que descubre una conspiración relacionada con la inteligencia artificial en el sistema judicial. Además, trabajó en series como Días de Navidad (2020) —daba vida a María, personaje que de mayor encarnó Victoria Abril—, Intimidad (2022), Los pacientes del doctor García (2023), A muerte (2025) y Ciudad de sombras, todavía pendiente de estreno.
Pero además, Echegui militó en dar visibilidad a los abusos sexuales dentro de la industria audiovisual y en general en la sociedad española. “Antes se normalizaba. Se suponía además que tú tenías que tener cuidado y toda la responsabilidad se nos ponía a nosotras, respecto a decidir con quién te ibas”, explicaba. En Icon en 2020 contó tres momentos en los que sufrió abusos: en un rodaje con un actor, en un casting con un productor y de un masajista en un hotel.
De ahí Tótem loba, inspirado en una vivencia sufrida por la actriz a los 17 años, y que protagoniza Estíbaliz, una adolescente que llega al pueblo de una amiga para celebrar las fiestas. Cuando la noche cae, hay baile, música, alcohol... Pero pasada la medianoche, lo que parecía diversión deviene en pesadilla. Los hombres, vestidos de lobo, salen a la caza de las mujeres. Como la directora explicaba: “Para mí ha sido fundamental mostrar la importancia de que una se escuche a sí misma y que si hay algo que no te parece normal en la realidad, por mucho que la masa te diga que eso es normal, tienes que validar lo que sientes. Hay una hipernormalización de la violencia de género”. Y añadía: “No hay peor traición que la traición a una misma”. Echegui ha fallecido en silencio, fiel a ese lema.
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