Crímenes musicales (2): Ni Romeo ni Julieta, la balada de Bertrand Cantat y Marie Trintignant
De cómo la indulgencia general con un supuesto crimen pasional benefició a un maltratador que no aprendió nada entre rejas


Vilnius es una ciudad hermosa, pero no figuraba en el imaginario del rock hasta 2003. Ese año, la capital de Lituania fue el escenario de un atroz suceso que acabaría con la vida de una potente actriz, que algunos identificaban con el cine de Claude Chabrol. De rebote, como daño colateral, liquidaría a uno de los grandes grupos del rock francés, Noir Désir.
Puede que lo recuerden. Marie Trintignant, de 41 años, murió tras una golpiza propinada por su novio, el cantante Bertrand Cantat, dos años menor. Marie estaba rodando en Vilnius un telefilme sobre la escritora Colette, dirigido por su propia madre, Nadine Trintignant, casada durante los años sesenta con una de las luminarias del cine francés, el gran Jean-Louis Trintignant.
La noticia sacudió a Francia. Marie encarnaba allí el prototipo de la mujer libre, enamorada del amor: tenía cuatro hijos, producto de otras tantas relaciones. Sus avatares sentimentales nos pueden resultar chocantes, pero se entienden en el contexto de una industria cinematográfica incestuosa, donde todos se conocen. En su última película, Janis et John, Marie estaba dirigida por un antiguo novio, Samuel Benchetrit, y el reparto contaba con su padre, Jean-Louis.
Muchos detalles escabrosos están recogidos en los tres capítulos de la serie de Netflix De estrella del rock a asesino: el caso Cantat. Un documental hinchado en duración, pero que reaviva cuestiones incómodas. Vemos cómo Bertrand va variando su versión sobre lo que ocurrió aquella noche de 2003. Invoca una pelea, pero no puede explicar las horas transcurridas desde que Marie perdió el sentido hasta que llamó a los servicios médicos. En el hospital solo pudieron comprobar que, víctima de una hemorragia cerebral, había entrado en coma. Evacuada a Francia, falleció el 1 de agosto. Fue enterrada en Père Lachaise, el cementerio parisino donde yacen los restos del vocalista que se supone inspiró a Cantat: Jim Morrison.
El asunto todavía quema. En la serie de Netflix no participan los deudos de Marie; ante las cámaras, sus argumentos son defendidos con furia por la cantante Lio o Richard Kolinka, el baterista de la banda Téléphone, padre del primer hijo de Marie. Naturalmente, Bertrand no cuenta con valedores: los testimonios de gente de la industria musical echan balones fuera e insisten en su ignorancia del temperamento violento, de los arrebatos de celos del cantante. Resulta llamativa la ausencia de aquellos que convivieron durante décadas con Cantat, los otros miembros de Noir Désir.
De estrella del rock a asesino: el caso Cantat tiene la virtud de explorar a fondo la repercusión en la sociedad francesa: de forma automática, muchos columnistas y tertulianos enjuiciaron la tragedia como un asunto de amour fou, sugiriendo que Marie tendía al histerismo y que era incapaz de desarrollar relaciones duraderas. Una versión que muchos mantienen, a pesar de la más de la docena larga de libros que desmenuzan la retorcida trayectoria de Bertrand. Y no, no cuela el repetido retrato romántico de la pareja como “los nuevos Romeo y Julieta”.

El caso Cantat tuvo un horrible estrambote. La justicia fue benévola con él: una condena de ocho años, que —tras su traslado a una prisión francesa— desembocó en libertad condicional por “buena conducta”. Bertrand se reconcilió con su esposa, la programadora cultural Krisztina Rády, a la que había abandonado cuando inició su aventura con Marie Trintignat. Se instalaron en Burdeos, la ciudad donde se fundó Noir Désir, y Bertrand volvió a hacer música.
Dicen algunos que el leopardo nunca cambia sus manchas. Nuevo horror: Kristina se colgó a principios de 2010. Uno de sus hijos descubrió el cadáver; Cantat estaba durmiendo. Dos investigaciones posteriores dictaminaron que el cantante nada tuvo que ver con el suicidio. Sin embargo, en el documental de Netflix se alude a una visita de Kristina a Urgencias, con señales de haber sufrido violencia doméstica. La fiscalía de Burdeos ha vuelto a reabrir el caso Krisztina Rády.
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