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Fito Páez: “Todos somos canallas. Hacemos trampas y después cocinamos para todo el barrio”

El cantante argentino, que inicia el día 5 su gira por España, participó un encuentro exclusivo con los suscriptores de EL PAÍS

Pedro Zuazua

Vestido completamente de negro, con gafas de sol, Fito Páez apareció en el escenario del Teatro Luchana de Madrid y las cerca de 300 personas que poblaban las butacas empezaron a transmitir en forma de apasionados aplausos toda la emoción y energía que había generado la propuesta del encuentro exclusivo con el cantante. “Me da mucho pudor”, dijo Páez.

La conversación se inició con un sencillo ¿Cómo estás?

“Creo que estoy bien, sobre todo porque estoy disfrutando minuto a minuto. Dicen que el tiempo trae mieles. Es verdad que las trae. Una es tener más consciencia de la finitud y tener la suerte de disfrutar de cada segundo. Es importante ser consciente de que tienes esa suerte, para no andar como un idiota por el mundo”.

Esa serenidad se transmite en el cierre de Novela, su último disco, cuyas últimas palabras son qué bello es vivir. La vida, por instante, puede ser maravillosa. “Me parecía muy acorde para cerrar la historia de Novela así. Por momentos puede ser maravillosa. Todos sabemos la complejidad de la existencia, que es un disparate. Los que tenemos la posibilidad de darnos cuenta de que es un disparate, sabemos que es una posibilidad, que la vida también puede ser hermosa por momentos”.

En un amplio reportaje publicado por EL PAÍS SEMANAL, Páez aseguraba que “los que hacemos esto [en referencia a la música], lo hacemos por desesperación”. Sobre las tablas del teatro Luchana quiso matizar: “Añadiría la palabra “también”. Realmente en esto de la creación hay un misterio. Cuando estás haciendo, en realidad, no sabes lo que estás haciendo. A lo mejor lo entiendes con el paso del tiempo. Pero a veces me preguntan por qué hice tal cosa y contesto que no lo sé. El inconsciente trabaja 24 horas, 7 días a la semana. Incluso en sueños. Entiendo los marcos teóricos, pero la pulsión que te lleva a hacer cosas realmente es desconocida, no sabes por qué lo haces”.

El cantante argentino, que llega a España con su gira Páez Tecknicolor, aseguró estar muy lejos de saber hacia dónde va. “Soy un hombre perdido en la neblina. Lo digo con total honestidad y alegría. Tengo un oficio maravilloso, que es poder permitirte los silencios, la contemplación, la acción, investigar, el laboratorio, todo juego… estoy hablando como si fuera un niño, que lo soy. Intento mantener una charla vita y activa con ese niño. Estoy perdido con alegría en ese juego. Es una cuestión de voluntad y de suerte. Había muchos más pececitos y me tocó a mí. Se llama suerte eso, nunca hay que olvidarlo. Pero soy un hombre perdido, nada más.

Preguntado por el papel de la música en la actualidad, Páez se mostró rotundo: “la música es la forma del bien. Si de algo se trata el bien, es de la música. Ayuda a olvidarnos y a celebrar. Y cura. Y enseña. Nunca me olvido cómo la aprendí y cómo entré en sus territorios, y siempre hay algo que me baña de alegría, de felicidad y de placer, por eso siempre vuelvo a ella, y siempre estoy en ella. No hay un día en que no haga una melodía, o cante, o toque, o le mande una música a alguien. De verdad, podría ser el último bastión de la Humanidad. Hay que defenderla con uñas y dientes contra cualquiera”.

Esa relación tan íntima con la música viene de una infancia en la que esta tenía mucha presencia en los hogares. “Mi padre era un hombre de clase media, laburante. En casa todo se pagaba en cuotas. O sea, no hay dinero. La música que se escuchaba en los años 60 es extraordinaria. Entonces, un chiquito de cinco o seis años escuchaba música increíble. Eso era lo que escuchaba un hombre que trabajaba de 8 a 10 horas por día cuando tenía un rato libre. Algo sucedió en el mundo que todo eso desapareció. Lo que sucedió lo estoy ensayando en el libro que voy a publicar el año que viene. Lo que pasa que cada día que pasa agrego un capítulo más, porque cada día parece un disparate nuevo que te hace pensar en otra cosa… Y cada vez la música, entonces, como el lenguaje, adquiere más relevancia”.

Más relevancia en unos tiempos en el que la brocha gorda de las falsas certezas parece abrirse camino. “Quien diga que tiene certezas es un farsante en todos los tiempos. Lo que no hay que dejar de hacer son preguntas y hacerse preguntas. Y son preguntas obligatorias. Por ejemplo, sobre la utopía que postulaba la izquierda mientras en el otro lado estaban todo el tiempo accionando. Es polémico, pero está bueno pensar y poner en duda algunas de las teorías con las que uno ha vivido o defendido de una u otra manera durante tantos años. No digo entregar el territorio. Nunca el territorio a la barbarie de la ignorancia y la brutalidad. Jamás. Pero primero, autocrítica a cielo abierto. Y defender la música con uñas y dientes, porque ahí no se pueden meter, no se pueden meter ni ahí ni con la risa. Son dos elementos centrales en la existencia humana”.

Salió, estaba claro, el momento que vive Argentina. “No me impresiona especialmente Argentina cuando conozco la historia de otro país. No vamos a poner ahora nombre porque yo vengo de mi terruño y conozco muy bien la historia de mi lugar. Y las otras las he leído. Que no es lo mismo que vivirlas. Todo está hecho de la misma materia. Los seres humanos estamos hechos de esa materia.. ¿Qué es la utopía? La utopía es algo que no se puede realizar. Vamos a buscar en algún rincón del mundo un gobierno ideal donde la política mantenga aquel postulado de la búsqueda del bien común… No, no me cuestiono Argentina como como un problema hoy en día, en este momento, a los 62 años y después de haber pateado mucho el mundo. Con la maldición telefónica tienes la posibilidad de estar conectado con todo el mundo y ahí, si estás un poco avispado y distingues las fake news de las noticias verdaderas, te das cuenta de que estamos en un mundo que arde hace mucho tiempo. Hay una tendencia a la barbarie, a la ignorancia, a la falta de concentración, a detener la curiosidad y la sensualidad propia de el espíritu humano. Eso es algo que está desapareciendo y que escapa de la especificidad argentina. Porque Argentina también es parte de este mundo”. Y en la esencia del ser humano está la doble cara: “Hacemos trampa y después cocinamos para todo el barrio”, dijo en referencia a una brillante analogía con la condición humana y los dos goles de Maradona a Inglaterra en el Mundial de 1986 que el propio Páez hizo hace años en una entrevista en este periódico.

Se habló, también, de la Inteligencia Artificial: “No me preocupa la Inteligencia Artificial. ¿Sabes qué me preocupa? El día que hablen las paredes. Ese día sí me voy a preocupar. La IA no me asusta. Me parece divertida por el momento. A mí me hace gracia ver que ahora se pone un tema mío con la voz de Charly García cuando era joven. Pero piensas en Arthur C. Clarke y Kubrick, haciendo 2001 Odisea en el espacio hace décadas y es obvio que están pensando en otra cosa que se me escapa. ¿Qué pasará cuando la máquina piense o tenga la posibilidad de sentir?”.

Porque ahí, en los sentimientos, en las sensaciones, está una de las claves de la música: “En la pandemia hice dos o tres transmisiones. Solo, desde casa. La primera vez fue una hora y media, creo. La sensación de angustia que sientes cuando le cantas a una pared es muy salvaje. Lo digo muy en serio. Es brutal. Es que solo necesitas una persona. Una sola. Para que la experiencia termine de cobrar forma emocional. La música es emoción y no la puedes hacer solo, necesitas al otro. Me sigo poniendo nervioso cada vez que salgo a dar un concierto. Es un momento donde voy a darlo todo. No veo la hora de salir a tocar. ¿Y sabes por qué? Porque realmente no es un tema de vanidad. Esas son todas pelotudeces de los mediocres. Cuando estás en un lugar y empiezan las sonrisas y empiezan las lágrimas, empiezan a bailar y se empiezan a soltar los cuerpos y todo aquello. No tiene por qué ser un pogo monumental con miles de personas; ver a diez personas cantando en un bar es de una emoción hermosa, desmesurada. Y ser el tipo que prende el fuego para que eso suceda lo es todo. O sea, eso me paga el viaje. Eso y haber criado a mis hijos”.

Hubo tiempo para preguntas sobre las políticas de Milei o Cristina Fernández de Kirchner –“yo decido quién subo a mi ring, y no están en mi ring”-; para el trabajo que implica la música –“es el rigor lo que lleva a la belleza, el humor, la gracia y el espíritu de la música”-; para la fantástica relación que mantiene con sus ex – “siempre cuidé y me dejé cuidar, acompañé y me dejé acompañar, quizá sea eso lo que genera la empatía”-; y para una recomendación literaria –“estoy leyendo La merma, de María Moreno. Es mi escritora favorita. Una autora extraordinaria”-; antes de ponerse al piano e interpretar 11 y 6, Mariposa Tecknicolor, El amor después del amor y, ya a capela, Yo vengo a entregar mi corazón.

Para cuando Fito Páez salió del escenario, la pasión del público se había convertido en alegría por el rato vivido y en alguna que otra lágrima de emoción por las sensaciones compartidas.

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Sobre la firma

Pedro Zuazua
Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Oviedo, máster en Periodismo UAM-EL PAÍS y Recursos Humanos por IE. En EL PAÍS, pasó por Deportes, Madrid y EL PAÍS SEMANAL. Fue consejero del Real Oviedo. Es autor de los libros En mi casa no entra un gato, Dias para ser gato y Utopías, urbanísticas, 44 paseos por las colonias de Madrid.
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