‘Mountainhead’: el creador de ‘Succession’ satiriza con brocha gorda la peligrosa estupidez de la oligarquía tecnológica

Con su cáustico sentido del humor, su gusto por los personajes más deleznables y los diálogos metralleta, Jesse Armstrong, creador de la exitosa serie Succession, debuta como director en el largometraje con Mountainhead, una sátira de brocha gorda sobre la peligrosa estupidez que últimamente gobierna el mundo. Está protagonizada cuatro techno bros que se reúnen por unos días en una casa en las montañas de Utah para repartirse un mundo que, víctima de la manipulación de las redes sociales, se derrumba por su culpa y ante sus ojos.

Armstrong echa mano de un cóctel de referencias que buscan la complicidad rápida con el espectador. Los ecos de Peter Thiel, Elon Musk, Sam Altman, Marc Andreessen o Mark Zuckerberg, entre otros titanes de Silicon Valley, sobrevuelan una película cuyo título se refiere a la casa en las montañas en la que se reúnen estos cuatro jinetes del apocalipsis y también remite a la célebre novela de Ayn Rand El manantial (The Fountainhead). El guiño es uno de tantos alrededor de unos personajes que llaman al más veterano de todos (interpretado por Steve Carell) “papá Gandalf”.

Si Rand es la abuela ideológica con su filosofía del objetivismo, El señor de los anillos y el imaginario creado por J. R. R. Tolkien son otra fuente inagotable de inspiración tanto para los dueños de la tecnología como para la ultraderecha. De ahí la broma de Armstrong: los hobbits son algo parecido a los guías espirituales de Silicon Valley y la fantasía de Tolkien alimenta a los hombres que amasan las mayores fortunas del planeta, niños grandes aburridos que solo creen en engordar sus cuentas corrientes en cantidades que superan el PIB de muchos países, así como en galaxias muy lejanas.

Hasta ahí, la sátira de Armstrong funciona como espejo de una realidad que podríamos tachar ingenuamente de absurda si no fuese porque es mucho más oscura que todo eso. Casos como el de Cambridge Analytica (retratado en el documental de 2019 El gran hackeo) demostraron hace tiempo hasta qué punto las redes sociales y la tecnología son capaces de reconfigurar la realidad al dictado de un puñado de hombres codiciosos. Si en Succession —retrato familiar inspirado en el entorno del magnate de los medios conservadores Rupert Murdoch—, ya asomaba la sombra de este nuevo poder, en Mountainhead lo ocupa todo con su desagradable arrogancia.

El principal problema de la película, estrenada directamente en Max, es que, más allá de la presentación de sus personajes con diálogos ingeniosos y el juego de quién es quién, Armstrong se mete en un berenjenal grotesco sobre quién ostenta el poder en el mundo del que no sabe salir. El enredo surge cuando uno de esos nuevos gurús de la comunicación de masas, el que propone una IA capaz de detectar y acabar con la desinformación, se convierte en el blanco de sus amigos, que se regodean en un “superdivertido” nihilismo. A partir de ahí, Mountainhead entra en una deriva estrambótica y ridícula cuyo tono y lenguaje recuerdan al de los tontos más tontos de Succession, pero quedándose solo en el puro disparate. Un juego de salón con poca gracia y aún menos verosimilitud.