La orquesta del Teatro Real vuelve a desembarcar con éxito en el Carnegie Hall de Nueva York
David Afkham dirige un atractivo programa que conecta la tradición española y la historia de este mítico auditorio con María Dueñas y Saioa Hernández como solistas de excepción y la presencia de la princesa Leonor


La Orquesta Titular del Teatro Real ha vuelto a triunfar en el Carnegie Hall de Nueva York, el pasado jueves 5 de junio, con una gala titulada A Musical Fantasy from Spain. Una atractiva combinación de obras que conectaba la tradición española y la historia de este mítico auditorio del distrito de Midtown Manhattan, inaugurado en 1891 con Piotr Ilich Chaikovski como estrella invitada. El programa comenzó con las Danzas fantásticas, de Joaquín Turina, cuya orgía final también abrió la segunda actuación de La Argentinita y su compañía en esta misma sala, en febrero de 1940. Y para su cierre se incluyó La valse, de Maurice Ravel, que el propio compositor dirigió aquí como colofón de su histórico concierto neoyorquino de marzo de 1928. Pero la primera parte también incluyó el Concierto para violín, de Erich Wolfgang Korngold, que Jascha Heifetz tocó aquí en esta sala semanas después de su estreno en San Luis, en febrero de 1947. Y en la segunda parte se escuchó el aria de Salud ¡Allí está! Riyendo, junto á esa mujer de La vida breve, de Manuel de Falla, que se había interpretado dos veces previamente en el Carnegie Hall: en 1957 con Victoria de los Ángeles y, en 1971, con Pilar Lorengar, que reemplazó a Montserrat Caballé.
Era la cuarta visita de la orquesta del Teatro Real a Nueva York, tras su debut en el histórico Stern Auditorium/Perelman Stage del Carnegie Hall, en septiembre de 2022. En aquella ocasión, la dirección corrió a cargo de Juanjo Mena y contaron con las intervenciones solistas de la soprano Sabina Puértolas y del pianista Javier Perianes para defender un programa íntegramente español, compuesto por obras de Albéniz y Falla, junto a varios fragmentos de zarzuela. Al año siguiente, la visita se trasladó al David Geffen Hall en el Lincoln Center para combinar la versión original como gitanería de El amor brujo, de Falla, con la cantaora Esperanza Fernández, junto al Concierto para violonchelo, de Antonín Dvořák, que contó con Pablo Ferrández como solista. Y en 2024, la orquesta del teatro madrileño regresó al Carnegie Hall con sus primeros atriles de cuerda, pero a su sala de cámara o Zankel Hall, para interpretar Las ocho estaciones de Vivaldi y Piazzolla, liderada por la violinista Leticia Moreno. En esta ocasión, el podio lo ocupó David Afkham, actual director artístico y musical de la Orquesta y Coro Nacionales de España, y como solistas actuaron la violinista María Dueñas y la soprano Saioa Hernández.

El Teatro Real pretende consolidar esta cita anual en Nueva York. Lo explicó su director general, Ignacio García-Belenguer, durante una rueda de prensa en el IESE Business School el mismo día del concierto. Se trata de un proyecto de expansión internacional del teatro madrileño como estandarte de la cultura española, incluido en su Plan Estratégico 2030, que proseguirá con actuaciones en China y Corea. Pero también se ha consolidado en el caso neoyorquino con la creación de la primera comunidad de amigos del Teatro Real fuera de España: los American Fellows. De hecho, García-Belenguer aprovechó para anunciar la próxima visita de la orquesta a Nueva York, el 15 de octubre de 2026, y su voluntad de seguir reuniendo a los españoles residentes en la Gran Manzana y a los amantes estadounidenses de la cultura española en torno a estos eventos. En la rueda de prensa también participaron el presidente del Teatro Real, Gregorio Marañón, y el director artístico, Joan Matabosch, que introdujeron el acto y presentaron el programa. También hubo intervenciones de los artistas. Afkham habló brevemente de las interconexiones franco-españolas de varias composiciones y aclaró que era su debut en el Carnegie Hall. No es el caso de la violinista granadina, que pese a su juventud ya ha actuado en tres ocasiones en la sala neoyorquina; para la soprano madrileña se trata de su debut en Estados Unidos, aunque tiene compromisos venideros en teatros estadounidenses.

El pasado jueves se podía escuchar más español que inglés por los pasillos del Carnegie Hall, que lleva varios años cubierto por una lona y andamios debido a su proceso de renovación. Antes del concierto, se celebró una recepción y una cena en la histórica azotea del edificio, hoy remodelada y rodeada de inmensos rascacielos, pero que durante muchas décadas fue un epicentro de la vida cultural bohemia de Nueva York, donde vivieron y trabajaron muchos artistas, tal como puede verse en el fascinante documental Lost Bohemia, de Josef Astor. Ya en el Stern Auditorium/Perelman Stage, todas las miradas y los objetivos de las cámaras estaban puestos en la princesa Leonor, que asistió al concierto con uniforme y junto a varios compañeros guardiamarinas del buque escuela Juan Sebastián Elcano, sentados en tres filas del patio de butacas. Pero pronto la atención se trasladó al escenario, con sus muros de mampostería de casi un metro de grosor que aportan a la sala unas cualidades acústicas admirables con una generosa reverberación.
Afkham inició el concierto muy concentrado para llenar de colorido el espacio de la sala con el exquisito sonido de la Orquesta Titular del Teatro Real en las Danzas fantásticas, de Turina, inspiradas en la novela La orgía, de su amigo José Más. La composición incluye una cita de la novela en cada movimiento, que evoca el ambiente escuchado. En exaltación, la obra comienza con una flor que huele a Dukas y avanza hacia una jota aragonesa; en ensueño, escuchamos una guitarra aromatizada con Debussy que evoluciona hacia un zorcico vasco. Sin embargo, en la farruca titulada orgía, el director prefirió el orden alemán al desenfreno racial español. No obstante, el público aplaudía sin parar entre cada pieza o movimiento.

La gala subió varios enteros con la aparición de María Dueñas sobre el escenario. Su versión del Concierto para violín, de Korngold, a partir de temas de sus bandas sonoras para Hollywood, ha seguido evolucionando en los últimos seis meses. Siguiendo la fórmula del compositor de disponer de un solista que aúne las virtudes cantables de un Caruso y las virtuosas de un Paganini, Dueñas se decanta por el cantante. Lo demostró en el romance central basado en temas de la película Anthony Adverse, con un acompañamiento exquisito de Afkham y la orquesta madrileña. Pero la violinista se desató en el finale, asumiendo más riesgos musicales entre la maraña de golpes de arco de la obra, y el director alemán supo canalizar esa flexibilidad con la orquesta y conducir hacia un final apoteósico, que sorprendentemente no desembocó en ninguna propina.
En la segunda parte, Afkham abrió con una lectura ordenada de Alborada del gracioso, de Ravel, aunque sin destellos. Y la aparición de la soprano Saioa Hernández sobre el escenario volvió a elevar el interés con su acercamiento intenso y verista al personaje de Salud, de La vida breve, de Falla, en su aria ¡Allí está! Riyendo, junto a esa mujer, que parece estar escrito idealmente para ella. A continuación, el alemán volvió a apostar por la música frente a cualquier exceso o efectismo en la popular danza de la misma ópera. Pero la soprano madrileña desató el delirio entre el público, poco después, con dos fragmentos de zarzuela: un brillante racconto de Soleá, en El gato montés, de Manuel Penellá, y una poderosa interpretación de la romanza ¿Qué te importa que no venga?, de Los claveles, de José Serrano. El público reaccionó pidiendo un bis y llenando a la cantante de ramos de flores. Sin embargo, Afkham prosiguió con La valse, de Ravel, que convirtió en uno de los mejores momentos de la gala, y donde la orquesta del Teatro Real alcanzó sus cotas más altas de calidad en todas sus secciones.

La velada se alargó más de lo previsto, pero hubo tiempo para dos propinas: una poderosa encarnación expresiva de Soledad en su famosa petenera de La Marchenera, de Federico Moreno Torroba, y un brillante aunque poco inspirado intermedio de Las bodas de Luis Alonso, de Gerónimo Giménez. Pero el desembarco anual del Teatro Real en Nueva York también abarca estos días el flamenco y la música de cámara. El miércoles día 4 se estrenó en la Fundación Ángel Orensanz, una antigua sinagoga convertida en centro cultural, el espectáculo A cuerda y tacón, de la magnética bailaora Patricia Donn. Y el viernes día 6, un cuarteto de cuerda formado por solistas del Teatro Real ofreció un recital de cámara con obras de Juan Crisóstomo de Arriaga y Heitor Villa-Lobos en The University Club. Además de varios promotores y patrocinadores privados, esta iniciativa del Teatro Real ha contado, un año más, con la colaboración de las administraciones públicas: el Ministerio, la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento, estos dos últimos representados estos días en Nueva York por el consejero de Cultura, Turismo y Deporte de la Comunidad de Madrid, Mariano de Paco, y la delegada del Área de Gobierno de Cultura, Turismo y Deporte del Ayuntamiento de Madrid, Marta Rivera de la Cruz.
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