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La Sinfónica de Viena lanza a Strauss al espacio para corregir un error cósmico de la NASA

El proyecto ‘Waltz into Space’ celebra el bicentenario del compositor con una versión de ‘El Danubio azul’ que viajará a la velocidad de la luz hasta la sonda ‘Voyager 1′ que no incluyó el famoso vals entre sus ‘Golden Records’

Imagen de la 'Voyager 1'. Foto: NASA | Vídeo: Space Wien

Hasta ahora el récord de velocidad de El Danubio azul lo ostentaba el director Eugene Ormandy con su acelerada grabación de 1960 al frente de la Orquesta de Filadelfia. Ese año, Herbert von Karajan y los filarmónicos berlineses publicaron su propia versión, casi dos minutos más larga, del vals de Johann Strauss hijo, que es la que suena en la famosa escena del trasbordador de 2001: Una odisea del espacio. Kubrick se las ingenió para que su película llegara a las salas de cine un año antes de que Neil Armstrong pusiera un pie en la Luna, lo que ayudó a que el ingrávido “opus π (314)” de Johann júnior quedara para siempre asociado a las aventuras intergalácticas.

Por eso, nadie entendió que el comité de expertos de la NASA, liderado por Carl Sagan, no incluyera El Danubio azul entre las 27 piezas musicales de los Golden Records de la Voyager 1, donde sí viajaron Bach, Beethoven y Stravinski tras el despegue de la sonda en 1977. Para corregir semejante error cósmico, y como parte de los fastos por el bicentenario de Johann hijo, el 31 de mayo la Sinfónica de Viena tocará el vals en el Museo de Artes Aplicadas de la capital austriaca, desde donde se enviará la señal del concierto Waltz into Space por onda electromagnética hasta el punto exacto en el que se encuentra la Voyager, esto es, a unos 25.000 millones de kilómetros de la Tierra.

Estación de Cebreros, en Ávila.

Para que tal cosa sea posible, El Danubio azul viajará a la velocidad de la luz pasando primero por España. La interpretación de los músicos será codificada en tiempo real y enviada al espacio desde la Estación de Cebreros, en Ávila. “Una vez convertido el audio en archivo digital, utilizaremos una onda portadora para transmitirlo hasta la Voyager”, explica Jorge Fauste, subdirector de este centro de la red Estrack de la Agencia Espacial Europea. “La señal tardará poco más de un segundo en alcanzar la Luna, en cuatro minutos llegará a Marte y, al cabo de 17 horas, superará la heliopausa”, que es como se conoce a la frontera donde termina la influencia del viento solar.

Representación gráfica de la señal de ‘El Danubio Azul’ viajando al espacio, transmitida por la antena ESA DSA 2.

El vals de Strauss más vertiginoso de la historia será también el que más demore el momento del aplauso: le llevará 23 horas subirse a la sonda, junto al resto de obras maestras que la NASA seleccionó como carta de presentación de la humanidad en caso de que alguna forma de vida inteligente llegara a escuchar el vinilo de cobre bañado en oro. “Nuestra antena DSA 2, diseñada para misiones al espacio profundo, nos ofrece una precisión de una diezmilésima de grado para una mole de 640 kilogramos como la Voyager”, asegura Fauste. “Sin embargo, la tecnología ha evolucionado tanto desde su lanzamiento que no está preparada para recibir la señal. Será un acto simbólico, cargado de belleza”.

Todo en El Danubio azul lo es: empezando por el color del río (más bien marrón verdoso) y siguiendo por el ritual litúrgico del Concierto de Año Nuevo que siguen millones de espectadores. Los más entregados a la causa han podido apadrinar, de manera gratuita, alguna de las 13.743 notas de la partitura antes de su travesía espacial. La puja, en la que participaron 858 melómanos españoles, se cerró hace unas semanas. “Mi nota es la 8.810”, nos cuenta Eduard Strauss, sobrino bisnieto de Johann hijo. “Pero mi pasaje favorito pertenece a la versión original del vals, en la que un coro masculino llama sarcásticamente a los vieneses a ser felices tras los incidentes de 1867”.

Escena de la película 'Mission-Film'.

A sus 70 años, este juez jubilado y descendiente de la poderosa dinastía de compositores preside el Instituto Vienés de Investigación Strauss, que se dedica al estudio y la conservación del casi inabordable catálogo de su familia, en cuyos archivos, advierte, “quedan aún muchas obras de gran valor por descubrir”. También responde, por correo electrónico, a cualquier duda, por peregrina que pueda parecer, sobre la vida de sus ancestros. “¡Es mentira que Johann hijo no supiera bailar!”, se queja con sorna vienesa. “Lo que pasaba es que siempre estaba sentado, componiendo o en el podio, dirigiendo a su orquesta”. No era cuestión de estilo, una vez más, sino de tiempo.

Ahí radica el verdadero reto de un repertorio, el de los valses vieneses, tan cautivador como exigente, con quienes se atreven a ejecutarlo desde el atril. “Digamos que no existe una manera correcta de abordarlo”, resuelve el maestro checo Petr Popelka, otro de los tripulantes de Waltz into Space y encargado de liderar a la Sinfónica de Viena durante el concierto del sábado, que se proyectará en varias pantallas por todo el mundo: del Bryant Park de Nueva York a la Estación de Cebreros de la sierra abulense. “La magia de El Danubio azul no se expresa a través de la perfección, sino que obedece a una suma de sutiles imprecisiones”.

Retrato de Johann Strauss hijo en el Theatermuseum de Viena.

Se refiere Popelka a lo que en la jerga musical se conoce como schlepp: un sutil arrastre rítmico que provoca en el oyente una rara sensación de balanceo, levitación e incluso ingravidez. “El Danubio azul te obliga a despegar los pies del suelo”, confirma el titular de la Sinfónica de Viena, que estará de gira por España (Valencia, Barcelona, Madrid y Zaragoza) del 3 al 6 de junio. “Pero, por muchas galaxias que pueda conquistar, la música de Strauss fue pensada para ser disfrutada aquí y ahora”. En 1977, después de que la Voyager 1 partiera desde Cabo Cañaveral, se estrenó en los cines Encuentros en la tercera fase. Cinco notas bastaron entonces para entablar comunicación con los extraterrestres. “Aquí tenemos más de 13.000”, celebra Popelka. “Imagínese”.

La Sinfónica de Viena, en el Museo de Artes Aplicadas de la capital austriaca.

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