Necesarísima
A una España humillada en el esfuerzo por cuadrar sus cuentas, le cae el rescate de las autopistas de peaje como un servicio público que no puede rechazar


Sería deseable que las numerosas escuelas de negocios incluyeran en sus casos de estudio las autopistas de peaje que van a ser rescatadas por el Gobierno. Ayudaría a su profesorado a dejar de utilizar manidos tópicos sobre los sectores subvencionados en nuestro país. También mostrarían a sus alumnos el camino perfecto para emprender un buen negocio, que es aquel que se basa en el colchón estatal para el rescate, mientras se presume de lo contrario. A una España humillada en el esfuerzo por cuadrar sus cuentas, le cae el rescate de las autopistas de peaje como un servicio público que no puede rechazar. Con el sobrecoste, el pago inflado de las expropiaciones y la caída de utilización a niveles ridículos, señalan una manera de hacer país que nos ha traído a donde estamos. Nunca una carretera mostró mejor la senda. En el día del corte de cinta todos callaban y no denunciaban el evidente agravio, quizá porque se beneficiaban de esta partida con las cartas marcadas.
Esperanza Aguirre, anfitriona de la red madrileña de autopistas de peaje sin tráfico, declaró entonces que no solo eran necesarias, sino que eran necesarísimas, con un aumentativo que le resultaba querido. No hay más que verlas. El ramal del aeropuerto es utilizado tan solo por el que se equivoca, inventando otro modelo de negocio consistente en el peaje para pardillos. Las otras arterias prescindibles rodean a la capital con un lazo grotesco de asfalto sin usar. La debacle no acarrea ninguna responsabilidad, ni tan siquiera una autocrítica decorativa para salir del bochorno.
Son carreteras perdidas, fantasmales, cuyo coste es asumido con un jolgorio de cifras, de plazos a 30 años, de explicaciones farragosas. Quizá los ciudadanos, ya que son los que pagan la broma, podrían reconvertirlas en autopistas hacia la fantasía, transformarlas en ensoñadoras vías de evasión. Una de ellas podría llevarte hasta Eurovegas. La otra, una vez abonado el peaje, te conduciría hasta el corazón de los juegos olímpicos. La tercera, por qué no, podría acercarte a los estudios de Telemadrid, nuestra BBC local. No nos engañemos, la más necesarísima de nuestras autopistas de peaje sería la que facilitara los accesos a la cárcel de Soto del Real. Pero esa ruta nadie la licita.
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