¿Qué tiene que ver la cetrería con la ecología?
Para dominar un ave rapaz y ganarse su confianza, se requiere cierta pericia. De esto trata el libro que en su día escribió T.H. White


Dominar la naturaleza para explotar sus recursos ha sido una de las constantes de la historia de la humanidad. Solo hay que echar un vistazo a nuestro alrededor para darnos cuenta de los excesos cometidos en nombre de un mal llamado “progreso”.
Con la revolución del neolítico, tuvo lugar un cambio radical de la sociedad y, con ello, la transformación de su organización económica. El desarrollo de herramientas tales como azadas de piedra o molinos de mano para moler grano, nos muestran el Neolítico como un periodo histórico significativo en lo que respecta a la obtención de recursos naturales a partir del dominio de la naturaleza; en este sentido, también podemos incluir la domesticación de animales como perros, caballos o aves rapaces, estas últimas utilizadas para la modalidad de caza que se conoce como cetrería y que ha ido manteniéndose a través de los siglos y que hoy en día se practica con fines ecológicos.
Se trata de una alternativa sostenible que lleva a entrenar rapaces para disuadir a tórtolas, gaviotas o palomas de los grandes núcleos urbanos, aves que representan un reservorio de múltiples enfermedades zoonóticas. Con ello, la cetrería se convierte en una herramienta posible para el control de aves en las ciudades.
Pero para dominar un ave rapaz y ganarse su confianza, se requiere cierta pericia. De esto trata el libro que en su día escribió T.H White, el autor que mejor ha recreado el mito artúrico y del que ya hablamos en su momento. El libro se titula El azor (Ático) y está escrito a la manera de un dietario. Con ello, T. H. White nos propone una lectura amena y variada donde la descripción de los paisajes se combina con los progresos que va consiguiendo en la práctica de la cetrería.
T. H White nos adentra en el universo de las rapaces, y lo hace siguiendo los avances del azor que se ha propuesto entrenar él mismo, día a día, empezando con la primera luz que filtra la gasa de niebla que cubre las mañanas de la campiña inglesa. A través de las páginas de su libro nos vamos dando cuenta del fondo de su escritura: un estilo limpio, despojado de florituras donde subyace la ecología en su forma más pura, es decir, como relación orgánica entre el ser humano y su entorno; en este caso entre el escritor y un azor bautizado como Gos.
Para entrenarlo con eficacia, para amansar al tal Gos, en un primer momento T. H. White lo da de comer de su mano, cubierta con un guante especial. Luego, sin poder evitar “la crueldad secreta del adiestramiento”, sigue la técnica empleada en la Edad Media que consistía en mantener al azor despierto. Para ello, para que no se duerma, White le recita a Shakespeare, aunque, llegado el momento y según cuenta, “se sentía como un verdugo (….) como si la máscara negra tuviera que haberle ocultado el rostro, mientras trabajaba a la tenue luz de una mecha solo entre los chillidos de su víctima”
Pero T.H White, al igual que los antiguos azoreros, amaba a su pájaro. El pasaje donde cuenta cómo se va a comunicar con Gos resulta entrañable, puesto que lo consigue silbando la melodía que acompaña el salmo bíblico titulado El Señor es mi pastor. “Quería evitar llamar a Gos con la estridencia mecánica de un policía”, dice White, con ese sentido del humor tan british del que hace gala.
El libro fue escrito a principios de los años 50 y aunque no haya pasado tanto tiempo desde entonces, hoy resulta una curiosidad que nos devuelve a una época que ya no existe; una época donde la naturaleza aún no había sufrido el rigor de nuestra codicia actual. En definitiva, El azor de T. H. White es una grata lectura para estos tiempos vacacionales.
El hacha de piedra es una sección donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad científica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
