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Los chimpancés van a la guerra por la supervivencia de sus hijos

Las hembras de un grupo aumentaron su tasa de fertilidad tras aniquilar a otro y quedarse con su territorio

Chimpancés
Miguel Ángel Criado

Durante una década, una comunidad de chimpancés del parque nacional de Kibali (Uganda) mantuvo una serie de guerras con sus vecinos. A uno de estos grupos lo aniquilaron por completo, machos, hembras y crías. Se quedaron con su territorio, expandiendo el suyo en un 22%. Al estudiar en detalle el conflicto, los investigadores ven ahora que, tras salir victorioso, las hembras del grupo doblaron su tasa de fertilidad. No solo eso, tal como detallan en la revista científica PNAS, las posibilidades de supervivencia de sus crías se multiplicaron por cinco. La violencia hasta la muerte de los otros, para esta comunidad, es una estrategia evolutiva que les asegura su supervivencia.

La comunidad de Ngogo, la protagonista de esta historia, es la más grande de todas las que hay en Kibali. Hasta su separación en dos, lo que provocó una especie de guerra civil en 2018, estaba formada por unos 200 individuos. Alguno de los autores de esta investigación lleva tres décadas estudiándola. Hace dos años se publicó un trabajo de gran impacto sobre este grupo: como las humanas, sus hembras también tienen la menopausia. Ahora, demuestran que su tasa de fertilidad más que se dobló tras aniquilar al otro grupo y quedarse con su territorio. La guerra contra los vecinos tuvo lugar entre 1998 y 2008. Lo que han visto es que en los tres años previos a la conquista, hubo 15 nacimientos en el grupo de Ngogo. Pero en los tres años posteriores, nacieron 37 nuevas crías.

“La tasa de fecundidad se duplicó con creces en el período posterior a la expansión”, dice en un correo Brian Wood, del departamento de antropología de la Universidad de California en Los Ángeles (Estados Unidos) y primer autor del estudio. Controlaron el número total de hembras en edad reproductiva antes y después para descartar que fuera un aumento en su población el que explicara el mayor número de nacimientos. “Nuestros hallazgos proporcionan la primera evidencia directa que vincula la matanza cooperativa entre grupos con la ganancia territorial y un mayor éxito reproductivo en los chimpancés”, dice Wood.

Aún más contundente es la ratio de supervivencia de las crías. Entre los primates, no solo en los chimpancés, la mortalidad infantil es muy elevada. Desnutrición, infecciones, la muerte violenta de la madre o el infanticidio dentro o fuera del grupo hacen que buena parte de los nacidos no lleguen a los tres años. En los gorilas de llanura, por ejemplo, cuando un macho destrona al espalda plateada dominante, lo primero que hace es matar a los pequeños del grupo. Así logra un triple objetivo: cercena la continuidad del linaje del derrotado, asegura la perpetuación de sus propios genes y lo más urgente, logra que las hembras lactantes vuelvan a ovular y ser reproductivas.

En la comunidad de Ngogo, antes de la guerra, antes de aniquilar a un grupo de vecinos y antes de quedarse con su territorio, es decir, con sus recursos, la mortalidad de las crías antes de cumplir los tres años era del 41%. Después de la guerra, coincidiendo con la ganancia territorial, el porcentaje de muerte infantil bajó al 8%. La mayoría de las muertes previas eran casos de infanticidio, sobre todo por agresores de grupos externos. Después de la guerra, el riesgo a que una incursión forastera y la probabilidad de que una cría entrara por error en territorio enemigo se redujo, así como la violencia con o hacia los grupos vecinos.

El aumento de la fertilidad de las hembras y el descenso de la tasa de mortalidad están doblemente conectados, afectando la segunda a la primera. Como se ha mencionado, cuando una madre pierde a su cría, vuelve a reiniciar su ciclo ovárico. Eso implica que en la comunidad de Ngogo, la mejora de la fertilidad no se debe a un acortamiento del intervalo entre partos provocado por la muerte de sus hijos, es un resultado directo de la victoria en la guerra.

Los chimpancés son territoriales, de forma periódica, los machos, a veces acompañados por las hembras, salen a vigilar sus límites. Y ¡ay!, del congénere que se encuentren dentro de su territorio. El primatólogo de Universidad de St Andrews (Reino Unido), Josep Call, que no ha intervenido en este estudio, detalla estas patrullas. “El grupo se vuelve sigiloso cuando bordean su territorio. A diferencia de otras especies, no usan señales olfativas para marcarlo, simplemente lo saben”, cuenta. Si encuentran a extraños, lo primero que hacen es una evaluación de efectivos. “Varios estudios han mostrado cómo actúan, si son dos o tres los que patrullan y se encuentran con un grupo que los supera en número, se retiran, pero si ellos son seis o así y los otros menos, los atacan, golpean, desmiembran y matan, es algo brutal”, detalla Call.

Esa brutalidad hizo que la comunidad de Ngogo ganara un 22% más de espacio, aumentando en la misma proporción sus recursos alimenticios. Eso tuvo una doble consecuencia que favoreció el éxito reproductivo del grupo: las hembras, que sufren de estrés alimenticio durante la gestación y la lactancia, dispusieron de un extra de recursos que, además, reducía su competencia con las otras hembras por disponer de ellos. “Estos hallazgos nos ayudan a comprender por qué los chimpancés, y quizás nuestros propios ancestros primitivos, desarrollaron la capacidad de ejercer violencia coordinada. Cuando escasea el alimento, las ganancias territoriales pueden traducirse en ventajas reproductivas reales”, dice Wood en una nota.

Hay factores que apuntarían a la especial belicosidad de la comunidad de Ngogo. Quizá el más relevante sea, como recuerda el primatólogo Call, que, “además de ser un grupo muy grande, desde el principio que empezaron a estudiarlos se dieron cuenta de que había muchísimos machos, más que ningún otro grupo”. Más machos significa más tensión, pero también más efectivos para patrullar el territorio y, en caso de necesitarlo, como sucedió, desatar una guerra total con los grupos vecinos.

El antropólogo de la Universidad de Michigan John Mitani lleva más de tres décadas estudiando a la comunidad de Ngogo y es autor sénior este estudio sobre la guerra. “La reproducción es fundamental en el proceso evolutivo, y los chimpancés, como todos los demás animales, se rigen por este proceso”, recuerda en un correo. La evolución favorece a los individuos que sobreviven y se reproducen más debido a las diferencias hereditarias que existen entre ellos. Por lo tanto, sigue Mitani, “desde una perspectiva biológica, el hecho de que los chimpancés maten a sus vecinos, ganen territorio y, en consecuencia, mejoren su capacidad reproductiva, es racional desde el punto de vista de la evolución”. Sin embargo, termina con esto, “es discutible si los chimpancés toman decisiones activamente sobre estos asuntos”.

Su colega Call y un amplio grupo de investigadores que estudian la cognición en primates publicaron hace unas semanas un trabajo sobre la racionalidad de los chimpancés. Era otra comunidad, pero Call quiere marcar las diferencias. “Es un tipo de racionalidad diferente de la que hablamos hace dos o tres semanas. En este caso, es la racionalidad biológica. Es, simplemente, una cuestión de selección natural”, destaca. En la línea de lo que decía más arriba Mitani, el primatólogo español recuerda que “aquellos individuos que hacen esto, si tienen un beneficio a nivel de eficacia biológica y reproductiva, son los que van a continuar haciéndolo; y lo que ellos muestran en este trabajo, es que sí hay un beneficio a nivel reproductivo”, amplía Call.

A los científicos que estudian a los primates no les gusta el término guerra entre chimpancés, prefieren usar frases más asépticas, como violencia intergrupal. Para ellos la guerra tiene una profunda connotación humana, pero también hay diferencias objetivas. “La agresión letal entre grupos que observamos en los chimpancés es similar a las incursiones y agresiones a pequeña escala que ocurren en humanos que viven en sociedades tradicionales”, reconoce Mitani en un correo. Pero enseguida añade: “lo que sucede en los chimpancés es diferente del tipo de guerra a gran escala que actualmente se da entre los humanos modernos; esta última puede involucrar a miles de combatientes, que no necesariamente viven en el mismo grupo”. Mientras, los chimpancés solo pelean con sus vecinos por sus recursos.

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Sobre la firma

Miguel Ángel Criado
Es cofundador de Materia y escribe de tecnología, inteligencia artificial, cambio climático, antropología… desde 2014. Antes pasó por Público, Cuarto Poder y El Mundo. Es licenciado en CC. Políticas y Sociología.
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