El lobo feroz sigue huyendo de los humanos
Un experimento con varias manadas de lobos muestra cómo salen despavoridos al oír grabaciones de personas

El primer texto que documenta la persecución del lobo en España es un edicto real de 1542, de los tiempos del emperador Carlos V. Para inicios del siglo XX, los lobos habían desaparecido de las islas británicas, de Francia, de Alemania... de casi toda Europa occidental, salvo en tierras nórdicas y en el extremo norte de la península ibérica. Sin embargo, la población del penúltimo gran depredador que queda en Europa se está recuperando. Esta recuperación de sus territorios históricos se está viendo salpicada de conflictos con las personas que viven o crían ganado en las antiguas tierras de lobos. Sus enemigos de siempre argumentan que los cánidos han perdido el miedo a los humanos, casi siempre por culpa de las políticas conservacionistas. Un experimento muestra ahora cómo el lobo feroz huye despavorido nada más oír una voz humana.
Hace dos años, un grupo de investigadores realizó un curioso experimento. Colocaron cámaras y altavoces en varias charcas del Parque Nacional Gran Kruger, en Sudáfrica. Ambos se activaban al acercarse un animal, unas grabando, los otros, reproduciendo unas veces a humanos hablando, otras gruñidos de leones. Comprobaron así como los animales tienen más miedo de los humanos que de los leones. La principal autora de aquel trabajo es la bióloga de la Universidad de Ontario Occidental (Canadá), Liana Y. Zanette. Especializada en la llamada ecología del miedo, Zanette quiso repetir el trabajo en Europa para ver si los lobos siguen temiendo a los humanos.
Los investigadores colocaron cámaras con sensores de movimiento en varios lugares del Bosque de Tuchola, una amplia zona de 3.000 kilómetros en el norte de Polonia, donde hay una quincena de manadas de lobos. Junto a las cámaras, unos altavoces reproducían de forma aleatoria la voz de un hombre o una mujer, a perros ladrando o cantos de pájaros. El bosque tiene partes protegidas, pero también dedicadas a la silvicultura y hasta para hacer barbacoas, es decir, con elevada presencia humana. El lobo está protegido en todo el territorio polaco.
“Nuestras cámaras se activaban con cualquier cosa que pasara a 10 metros. Esto incluye a lobos, sus presas y humanos (incluidos perros)”, recuerda Zanette en un correo. Vieron así que el centenar de lobos que grabaron salían despavoridos al oír las voces humanas (ver vídeo arriba). También lo hacían al escuchar los ladridos. Como era de esperar, no se inmutaron con el ulular de unos búhos. El trabajo, publicado en la revista científica Current Biology, también confirmó que, en su miedo, los lobos limitan su actividad a la noche. “Al dividir la proporción de tiempo que pasaban fuera de noche entre la proporción de tiempo que lo hacían los humanos, obtuvimos que los lobos eran 4,9 veces más nocturnos”.
La nocturnidad es casi una función de la presencia humana. En áreas sin humanos, como Alaska, la conducta del lobo es sobre todo diurna. “Los datos que recopilamos en el bosque de Tuchola también formaron parte de un estudio continental dirigido por Adam Smith, un colega de una institución diferente”, cuenta Dries Kuijper, coautor del trabajo de Zanette y biólogo del Instituto de Investigación de Mamíferos de la Academia Polaca de Ciencias. “Ese estudio mostró, al comparar nueve áreas diferentes de Europa, que los lobos siempre se vuelven nocturnos en las zonas donde hay personas. Por lo tanto, siempre nos temen y nos evitan”, añade.
Chernóbil es un buen ejemplo de cómo los humanos han moldeado la conducta de los lobos. “Es una zona excepcional, ya que estuvo habitada por muchas personas, pero los humanos la abandonaron tras el desastre de la central nuclear”, recuerda Kuijper. “Debido a esta baja presencia humana, los lobos que viven en esta zona son los menos nocturnos, por lo que son más activos durante el día que en cualquier otra zona de Europa”, añade.
As Pontes de García Rodríguez (A Coruña) confirma lo sucedido en Chernóbil. Durante décadas, Endesa explotó allí una mina de carbón usado para hacer funcionar la cercana central térmica. En todo el tiempo que usaron el hidrocarburo (hasta 2023), fueron acumulando ingentes cantidades de material de deshecho. Hace unos años,la empresa inició un proceso de restauración ecológica del vertedero, vallando y prohibiendo la entrada a una zona de más de 1.100 hectáreas. No podían entrar humanos, pero sí lobos.
“Se generó una montaña”, dice el biólogo de la Universidad de A Coruña Alejandro Martínez Abrain. Entre 2015 y 2018, Martínez y un grupo de colegas estudiaron el patrón de actividad de los lobos de la escombrera, comparándola con la de otras manadas de la región. Mientras estas últimas solo salían de noche, retirándose a sus cubiles al amanecer, la del vertedero, aunque iniciaba sus movimientos al anochecer, seguía activa a las dos de la tarde. De hecho, tenían su pico de actividad entre las 10 y las 12 de la mañana. Y no solo eso: “dentro de la zona vallada los veías junto a los caminos, pero al salir de ella se volvían muy miedosos; los lobos son muy plásticos”, comenta Martínez, experto en la ecología del miedo y el papel del ser humano en la evolución del lobo.
Durante siglos, los humanos han perseguido al lobo feroz. Desde Francia, donde a principios del siglo IX se creó un cuerpo de cazadores de lobos pagado por el Estado, hasta España, en la que existieron las Juntas Provinciales de Extinción de Animales Dañinos y Protección de la Caza, en funcionamiento hasta 1970, el lobo era visto como un rival (el caso de la caza) o una amenaza (para los ganaderos) y hasta un devorador de niños pastores. Pero varios factores, como el avance del conservacionismo o el abandono del campo han facilitado la recuperación de las manadas. En España, por ejemplo, de dos o tres centenares de lobos que quedaban cuando se disolvieron aquellas juntas, se ha pasado a 333 manadas en 2024.
“Desde la Edad Media, los humanos hemos sido un agente de selección natural, matando a los más atrevidos”, recuerda el profesor Martínez. El atrevimiento va parejo con una mayor capacidad exploratoria y, según el experto, “con la agresividad”. Pero tras siglos de matar a los que tenían este perfil, los lobos “son más asustadizos”, añade. Esto explica su nocturnidad y que salgan corriendo al oír a los humanos. Entonces, ¿por qué se denuncian ahora más encontronazos entre lobos y humanos?
Una de las claves encaja en la ecología del miedo y tiene que ver con la comida. Zanette, tras el estudio en el bosque de Tolucha, lo plantea así: “Ahora que sabemos que los lobos temen a los humanos incluso cuando están legalmente protegidos, necesitamos centrar nuestra atención en averiguar por qué los lobos se arriesgarían a encontrarse con un humano”. Para ella, la clave está en el miedo, que va de comida, “de encontrarla y evitar convertirse en ella”, comenta. Según Zanette, “centrarse en este equilibrio fundamental entre riesgo y recompensa es crucial”.

En España, recuerda Martínez, el profesor de la Universidad de A Coruña, había una relativa coexistencia en los reductos (Galicia, oriente asturiano, Zamora...) donde sobrevivían los últimos lobos ibéricos… A falta de ungulados silvestres, su principal presa no eran tanto los terneros (que también), como los potros, crías de garranos, caballos salvajes también llamados as bestas. Pero en décadas recientes se han expandido por la meseta norte, cruzando el Duero y llegando hasta Madrid, y aquí no hay bestas y sí ganado. “En estas zonas, la llegada del lobo nos ha pillado desprevenidos, sin mastines ni corrales nocturnos”, recuerda Martínez, que aún forma parte del comité científico que asesora al Ministerio para la Transición Ecológica en la estrategia de conservación del lobo.
En la mayor parte de Europa el lobo no está protegido (norte y este europeos) o, estándolo, se permite su caza para controlar sus poblaciones. Solo cuatro países, entre los que no está España, prohíben matarlo. Luis Suárez, coordinador de conservación de WWF España, pone al lobo como ejemplo perfecto de lo que está ocurriendo a un nivel mucho más amplio, donde se ignora el conocimiento científico. “La Comisión Europea inició un procedimiento para descatalogar al lobo y rebajar su nivel de protección sin atender a la ciencia”, recuerda. La decisión ha ido percolando política abajo hasta llegar, en el caso español, a las comunidades autónomas.
“La solución fácil es el pegar tiros”, se lamenta Suárez. También aquí se está imponiendo una especie de populismo que tiene solución para todo. “A Ávila llega el lobo, por ejemplo, y se crea la iniciativa Ávila, zona libre de lobos y se dan permisos para matar lobos y se matan lobos, pero no solucionas el problema. Les das lo que quieren, pero eso no es ponerse a trabajar para convivir y tener una solución a medio y largo plazo, más compleja, más costosa y más dificultosa en la que todos tenemos que arrimar el hombro", termina el ecologista.
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