El auge ultra en Alemania fuerza un debate sobre la eficacia del cordón sanitario
Aunque el canciller Merz defiende el aislamiento de la pujante extrema derecha de AfD, en las discusiones internas crecen las voces favorables a revisar la estrategia


La fuerza creciente de la extrema derecha alemana ha forzado un nuevo debate sobre la eficacia del cordón sanitario. El canciller democristiano Friedrich Merz mantiene la tradicional política de aislamiento de Alternativa para Alemania (AfD), partido que, desde las elecciones del pasado febrero, es la segunda fuerza parlamentaria y ya lidera algunos sondeos. Pero en el campo ideológico de Merz ―el de la derecha moderada― crecen las voces que cuestionan el llamado Brandmauer, o cortafuegos, el principio que prohíbe dialogar y pactar con AfD.
Sostienen estas voces que el Brandmauer ha fracasado a la hora de frenar a los extremistas. Que excluye del juego político a una parte creciente del electorado. Y que al final acaba dañando a la propia Unión Democristiana (CDU) de Merz, y a su hermana bávara, la Unión Socialcristiana (CSU). Hegemónicas en la derecha alemana desde la fundación de la República Federal, la CDU y la CSU ven amenazado su dominio por AfD, que aspira a ganar las elecciones de 2026 en los Estados orientales de Sajonia-Anhalt y Mecklenburgo-Antepomerania, y a dirigir por primera vez gobiernos regionales.
En la derecha moderada, hoy en el poder en coalición con los socialdemócratas, es intensa la discusión estratégica. Se estudian los casos de otros países donde los partidos de la misma órbita afrontan idéntico dilema. ¿Imponer un cortafuegos ante la extrema derecha? ¿O pactar con ella? En un informe de la Fundación Konrad Adenauer, próxima a la CDU, aparece como “ejemplo” el Partido Popular español. Pueden sorprender los elogios, pero hay democristianos que ven al PP como uno de los pocos, en la derecha moderada europea, que en sondeos y elecciones sigue claramente por delante de los extremistas, en su caso Vox.
Una de las voces más destacadas en favor de revisar la estrategia en Alemania es el historiador Andreas Rödder, militante democristiano desde hace más de tres décadas y expresidente de la Comisión de Valores fundamentales de la CDU, cargo que abandonó por las discrepancias sobre el cordón sanitario. En conversación telefónica, Rödder dice que se opone al cortafuegos o cordón sanitario por dos motivos. El primero: “No ha debilitado a AfD, sino que AfD se ha vuelto más fuerte”. El segundo lo plantea en forma de pregunta: “¿Qué porcentaje del electorado podemos excluir de la representación democrática sin que haya un problema funcional para la democracia?”.
Rödder no está a favor de que la CDU/CSU coopere con AfD en el Gobierno, ni que acuerde coaliciones, ni que negocie la investidura de candidatos democristianos. Considera que es un partido demasiado radicalizado y cuyos principios, en algunos aspectos, contradicen “el orden democrático y liberal”. Tampoco se opone por principio a que el Tribunal Constitucional ilegalice el partido si, en efecto, los jueces concluyeran que no tiene cabida en la ley fundamental. Pero defiende el abandono de lo que él llama “la cultura del desprecio”. Hay que poder dialogar, dice, porque hoy “nadie confronta de manera realmente constructiva y controvertida las tesis de AfD”.
En lugar de un cortafuegos y un veto general, Rödder aboga por fijar unas “líneas rojas” en el trato con AfD. Una “línea roja” afectaría a los derechos constitucionales y a principios fundamentales, como el respeto a la dignidad humana, la diferenciación que se hace en la extrema derecha entre alemanes de origen extranjero y el resto, o la negación del Holocausto. “Aquí no hay nada que discutir”, afirma. Los democristianos deben ser, en este terreno, intransigentes, en su opinión. La otra línea roja afecta a políticas más concretas como la guerra de Rusia en Ucrania o la pertenencia a la OTAN y la UE, divisorias claras entre la CDU/CSU y AfD.
Lo que Rödder y otros defienden es que, en vez de establecer una “línea roja” total y global –el cortafuegos–, los democristianos dejen claro qué es innegociable y sobre qué se puede dialogar. El profesor de la Universidad Johannes Gutenberg de Maguncia cree, por ejemplo, que cuando AfD lleva al Parlamento una propuesta que refleje “al 100%” una posición de los democristianos, estos deben poder votar a favor, sin preocuparse por las acusaciones, desde la izquierda, de ceder ante los ultras.
Al establecer un diálogo, los democristianos abrirían la puerta, en el futuro, a acercarse a AfD si esta se moderase. Si, en vez de radicalizarse, este partido adoptase posturas más centradas en cuestiones como la Unión Europea y la defensa de Ucrania ante Rusia... Son hoy las posiciones de la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, y con ella Merz mantiene una óptima cooperación en Europa. La semana pasada, en el Parlamento Europeo, los conservadores se aliaron con los grupos más a su derecha para suavizar las normas medioambientales y de derechos humanos de las empresas. “El cortafuegos ha caído”, celebró AfD.
Que no existe un tabú absoluto lo muestran los votos en Bruselas. O el informe Entre la exclusión, la integración y la tolerancia, de la Fundación Konrad Adenauer. Aunque el informe subraya que “el carácter extremista de AfD” impide extraer conclusiones que justifiquen una cooperación con este partido, sí se fija en posibles modelos. “El Partido Popular [español] ha tenido más éxito que otras formaciones de centroderecha a la hora de mantener a raya la competencia de los populistas de derecha”, explica su responsable, Sebastian Enskat. “Esto podría deberse a que el PP se muestra mucho más seguro de sí mismo frente a la competencia de la extrema derecha”.
En los principales países de Europa occidental, el PP disfruta de una posición que otros pueden considerar envidiable, aunque no gobierne el país. Es el único de su familia política que aún domina en la derecha, y no se siente atado por ningún cordón sanitario. En Alemania, en Francia y en el Reino Unido, los extremistas son mucho más fuertes, mientras que los moderados no dejan de encogerse y, en el caso alemán, se sienten condenados a gobernar con el centroizquierda. El cordón sanitario excluye otra opción.
Las elecciones del próximo septiembre en Sajona-Anhalt y Mecklenburgo-Antepomerania aumentarán la presión para que los democristianos revisen el cordón sanitario. “En algunos casos”, señala Enskat, “aún no se vislumbra cómo se podrá formar un gobierno sin la participación de partidos extremistas”. ¿Qué hará Merz? “La Unión [la CDU y la CSU] está en un círculo vicioso”, dice Rödder. “Cuanto más aumenta su dependencia respecto a los partidos de izquierdas, debido al cortafuegos, más concesiones debe hacer a estos partidos, y más votos pierde, que acaban yendo y reforzando a AfD”.
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