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Un equipo científico anuncia el descubrimiento de una nueva especie vinculada al origen del ser humano

Los fósiles, atribuidos a un australopiteco desconocido que vivió en la actual Etiopía hace 2,6 millones de años, chocan con el escepticismo de otros expertos

La investigadora Kaye Reed (izquierda), en el lugar en el que apareció el primer diente en Ledi-Geraru (Etiopía), el 14 de febrero de 2018.
Manuel Ansede

El buscador de fósiles Omar Abdulla solía llevar un fusil de asalto AK-57 para recorrer su peligrosa tierra, la desértica región etíope de Afar, disputada por tribus rivales. El día de San Valentín de 2018, mientras descendía una colina, Abdulla vociferó: “¡Dios mío!”. La paleoantropóloga estadounidense Kaye Reed recuerda que corrió hacia él y se lo encontró recogiendo un diente fosilizado, en un terreno de unos 2,63 millones de años. Siguieron caminando y encontraron más dientes. Abdulla murió asesinado en 2021 en un enfrentamiento armado, pero Reed y sus colegas siguieron investigando aquellos dientes y anuncian ahora que los restos pertenecieron a una especie hasta ahora desconocida de australopiteco que coexistió en la actual Etiopía con los primeros humanos. El hallazgo, publicado este miércoles en la revista Nature, ilumina un periodo especialmente oscuro de la evolución humana. Hace tres millones de años, solo existía un género en África oriental, el de los Australopithecus. Hace 2,5 millones de años, ya había tres: Australopithecus, Paranthropus y Homo, la etiqueta científica para los humanos.

“Fue un día emocionante”, rememora Reed. Su equipo acabó encontrando una decena de extraños dientes, de gran tamaño y con pequeños cambios morfológicos. No les cuadraban con nada conocido. Los últimos Australopithecus afarensis conocidos―como Lucy, la célebre hembra cuyos restos demostraron que estos ancestros humanos ya caminaban erguidos― vivieron hace unos tres millones de años. Quizá se trataba de los primeros Australopithecus garhi, otra especie que vivió en la actual Etiopía hace 2,5 millones de años, pero los dientes eran diferentes. Para Reed y sus colegas, solo hay una hipótesis que encaja con los datos: una nueva especie de australopiteco, todavía sin bautizar. “Necesitamos encontrar algo con más características, como un cráneo o un esqueleto. Ojalá lo tuviéramos ya”, explica la investigadora, de la Universidad Estatal de Arizona.

Reed trabajó hace dos décadas en el yacimiento paleolítico de la cueva asturiana de Sopeña. Se quedó tan enamorada del lugar que decidió pasar allí un año sabático entre 2005 y 2006, viviendo en la aldea de Benia de Onís y paseando cada tarde por sus caminos de pastores. Tres años antes, Reed había iniciado un proyecto de investigación en Ledi-Geraru, en la región etíope de Afar. En marzo de 2015, su equipo anunció que había encontrado allí un fragmento de una mandíbula con dientes, atribuida a un individuo del género Homo que vivió hace unos 2,8 millones de años. Era, según proclamaron en la revista Science, el primer humano conocido.

Dientes de australopiteco hallados en Ledi-Geraru (Etiopía) el 14 de febrero de 2018.

Además de los 10 dientes de australopitecos, la estadounidense y sus colegas han hallado otros tres dientes que consideran de una especie humana no identificada, de entre 2,59 y 2,78 millones de años. El equipo defiende que sus descubrimientos demuestran que estos linajes vivieron en la región de Afar en la misma época. ¿Convivieron? ¿Pelearon? No se sabe. Reed subraya que la clásica visión de la evolución humana, como una flecha que va desde un mono hasta el Homo sapiens pasando por los neandertales, es completamente errónea. La paleoantropóloga habla de un “árbol frondoso”, en el que las ramas se cruzan y enredan, con especies que no llegan a ninguna parte y simplemente se extinguen.

El estadounidense Tim White, leyenda viva de la prehistoria, cree que las nuevas conclusiones no son convincentes. Cuando todavía era un veinteañero, en 1979, White fue uno de los científicos que anunciaron al mundo el descubrimiento de Lucy, la Australopithecus afarensis de un metro de altura y pequeño cerebro que caminaba erguida hace unos tres millones de años en lo que hoy es Etiopía. El investigador recalca que el área de Ledi-Geraru está a apenas unas decenas de kilómetros de Hadar, donde se encontró el esqueleto parcial de Lucy. La erosión, explica White, ha hecho que en Hadar no haya sedimentos de alrededor de 2,7 millones de años, como sí hay en Ledi-Geraru.

El paleoantropólogo argumenta que los nuevos dientes encajan en el linaje que evoluciona durante medio millón de años desde Lucy y el resto de Australopithecus afarensis hasta sus “descendientes directos”, los Australopithecus garhi, una especie que el propio White y otros cinco colegas describieron en 1999 como posible ancestro de los primeros humanos. “Los autores sostienen erróneamente que la última aparición de Australopithecus afarensis fue hace 2,95 millones de años. En consecuencia, hacen la extraordinaria afirmación de haber encontrado una nueva especie, en lugar de las esperadas pruebas de la evolución de Australopithecus afarensis”, opina White, que en 2022 se mudó a Burgos para incorporarse al Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH).

Los 13 dientes fósiles hallados en Ledi-Geraru (Etiopía): 10 de australopitecos (LD 750 y LD 760) y otros tres atribuidos a humanos.

“La afirmación de los autores de que es una nueva especie de Australopithecus es incluso menos convincente que su afirmación paralela de 2015 en Science de que un fragmento de mandíbula de su área de estudio representa al Homo más antiguo, con 2,8 millones de años. Espero que ambas afirmaciones sean refutadas cuando se descubran nuevos fósiles”, añade White, muy crítico con los procesos de revisión de estas revistas científicas. “Es más razonable interpretar que tanto la mandíbula como los dientes pertenecieron a miembros más recientes y ligeramente evolucionados de Australopithecus afarensis, la especie de Lucy. Sin embargo, parece que esa conclusión no satisfaría la aparente necesidad de Nature de obtener paleopublicidad”, sentencia.

Las investigadoras Marina Martínez de Pinillos y Leslea Hlusko, también del CENIEH, están precisamente estudiando dientes fósiles de Omo, en el sur de Etiopía, tratando de distinguir si son de Australopithecus o de Homo. Sus resultados preliminares sugieren que los dientes aislados de aquel periodo oscuro no pueden identificarse con ese grado de especificidad y certeza. “Durante este intervalo de 500.000 años, una línea evolutiva de Australopithecus dio lugar a Homo y/o Paranthropus. Se conocen cientos de fósiles de homínidos de este periodo, en su gran mayoría procedentes de la misma región geográfica, y hay numerosos dientes. Estos fósiles previamente descritos revelan una gran superposición en la variación dental durante las transiciones evolutivas. Los 13 nuevos dientes no muestran ningún rasgo único que los diferencie de los fósiles ya conocidos de Australopithecus afarensis y de los primeros representantes del género Homo”, señalan ambas en una respuesta conjunta a la consulta de este periódico.

Martínez de Pinillos y Hlusko destacan que, cuando se trabaja con dientes aislados, es fácil malinterpretar las diferencias. No hay dos muelas iguales, pero es muy difusa la frontera entre la variación normal dentro de una misma especie, un cambio evolutivo gradual y la existencia de una nueva especie. “Desde nuestro punto de vista, la afirmación extraordinaria de que algunos de estos dientes representan una nueva especie de Australopithecus requiere pruebas extraordinarias, y, por desgracia, este conjunto de dientes no las proporciona”, zanjan.

Búsqueda de fósiles en Ledi-Geraru, Etiopía.

La propia directora del CENIEH, María Martinón, también es escéptica. “Si bien la muestra es relevante y describe con detalle la variabilidad morfológica existente en la región, considero que podría resultar prematuro concluir que se trata de una nueva especie de australopiteco. Las diferencias con Australopithecus afarensis no me parecen lo suficientemente robustas, y los rasgos analizados muestran un amplio solapamiento que podría deberse a variación local o temporal”, opina. “Coincido en que la evolución de nuestros ancestros no fue lineal y que debemos estar abiertos a patrones más complejos, con la posible coexistencia incluso de géneros distintos. Esto podría explicarse por adaptaciones a diferentes nichos ecológicos —como variaciones en la dieta—, que habrían reducido la competencia directa entre ellos”, añade.

Manuel Domínguez Rodrigo, codirector del Instituto de Evolución en África asociado a la Universidad de Alcalá, ha trabajado en yacimientos africanos excepcionales, como los de la garganta de Olduvai, en Tanzania. Este experto considera que los dientes de Ledi-Geraru pudieron pertenecer a Australopithecus afarensis más recientes y evolucionados que Lucy, o a una nueva especie “sumamente parecida”. A su juicio, este descubrimiento documenta que había al menos cuatro linajes evolutivos “coexistiendo” en África oriental en el momento en el que surge el género humano: Australopithecus, Paranthropus, los controvertidos Kenyanthropus de Kenia y el propio Homo naciente, caracterizado por un aumento del cerebro, una reducción del tamaño de sus dientes, el uso de herramientas de piedra y el consumo de carne, según destaca el investigador.

“Eso indica que es un periodo de grandes cambios ambientales que condujo a una remodelación de todas las faunas que existían en África oriental, incluyendo a los homininos [los homínidos con locomoción bípeda y postura erguida]. Cada una de esas ramas es un experimento evolutivo. Después de dos millones de años solo sobrevivían dos: Homo y Paranthropus”, relata Domínguez Rodrigo. Los parantropos eran parecidos a unos australopitecos más robustos, pero se extinguieron hace poco más de un millón de años. Fuera como fuera la evolución y la competencia entre la multitud de especies que coexistieron, solo quedó una: la de los humanos modernos, cuyo único depredador es el propio Homo sapiens, como demuestra el asesinato de Omar Abdulla, el hombre que encontró los primeros dientes en Ledi-Geraru aquel día de San Valentín.

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Sobre la firma

Manuel Ansede
Manuel Ansede es periodista científico y antes fue médico de animales. Es cofundador de Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS. Licenciado en Veterinaria en la Universidad Complutense de Madrid, hizo el Máster en Periodismo y Comunicación de la Ciencia, Tecnología, Medioambiente y Salud en la Universidad Carlos III
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