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Lo que dice la ciencia sobre el sarcasmo: para entenderlo se necesita calle

El primer estudio sobre el humor mordaz en español revela que, para comprenderlo, el cerebro activa una compleja red de conexiones neuronales relacionada con habilidades sociales

Una de las investigadoras ilustró las historietas del experimento para simplificar la situación que debían interpretar los participantes

“Mamá, ¿me traes un vaso con zumo?”, pide cómodamente desde el sofá una joven. “No sabía que te habías quebrado las dos piernas”, dispara filosa su madre criticando su pereza.

El sarcasmo es incisivo y exigente. Tensa la ironía hasta su punto ácido, casi siempre para cuestionar o burlar. Comprenderlo requiere poner en juego múltiples conexiones neuronales a la vez y saber adaptarse al contexto por lo que los científicos lo estudian con especial interés en trastornos mentales y neurológicos.

Hasta hace poco, lo que se sabía sobre este tipo de humor mordaz se refería solo a su uso en inglés. Científicos argentinos han publicado recientemente los primeros resultados preliminares en relación con el español, confirmando que su comprensión es un ejercicio exigente para el cerebro. Uno de los objetivos es saber si su incomprensión puede ser un indicador fiable en el diagnóstico de patologías neurológicas y problemas de salud mental. “Creo que dentro de un año podremos dar esa respuesta”, estima Bautista Elizalde Acevedo, uno de los autores del estudio, doctor en Ciencias Biomédicas e investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina (CONICET). Los científicos están trabajando en este estudio con la expectativa de aplicarlo en pacientes con esquizofrenia y que suelen tener problemas para identificar situaciones sarcásticas, expresiones idiomáticas o con prosodia –mensajes cuyo sentido está dado por el tono de voz- entre otras formas del lenguaje pragmático.

La investigación es novedosa, además, porque emplea un método simple de situaciones realistas en formato de historieta, creadas íntegramente por los investigadores. El experimento en español mostró conexiones neuronales más extensas que los realizados en inglés.

Este estudio, a diferencia de los anteriores, mostró la activación de una red cerebral muy extensa. “Es lo más distintivo respecto a otros trabajos que se han hecho. No sabemos si es porque lo hicimos en español o porque nuestra prueba tenía una menor carga cognitiva que las tareas que aplicaron otros.

En esos casos, había que tener mucha información previa hasta llegar al estímulo del sarcasmo, mientras que la nuestra era más directa e imitaba mejor las situaciones reales. En una simple imagen con un texto sencillo y en simultáneo, ya teníamos un estímulo donde había algo sarcástico”, contrasta Nicolás Vassolo, primer autor del trabajo, Licenciado en Psicología e investigador del CONICET.

Al interpretar el sarcasmo, se activan en el cerebro múltiples regiones a la vez con conexiones neuronales relacionadas con habilidades sociales.

El sarcasmo se vale de la ironía y el doble sentido, para lo que hay que ser capaz de comprender cómo está pensando otra persona, en qué sentido y con qué tono está hablando. A esa capacidad, comparable con la empatía, los científicos la llaman Teoría de la Mente. “No es telepatía, la persona entiende hacia dónde va la conversación, por el contexto, por la cara que pone, por lo que te está diciendo. Esto se necesita para el sarcasmo. Si no, estás perdido, entendés todo literal, lo tomás a mal o lo tomás a bien, pero no entendiste que te estaban tomando el pelo”, aclara otra de las autoras del estudio, Mariana Bendersky, doctora en Medicina y la artista encargada de ilustrar las historietas del experimento.

El lenguaje, según explica Lucy Alba Ferrara, doctora en Neurociencias e investigadora del CONICET, “tiene un procesamiento muy sucinto en el cerebro, con nodos muy importantes que se repiten”. Cuando se procesa este tipo de humor a esos nodos se le suman otros que son más variables y que están mucho más dispersos, esparcidos alrededor de toda la corteza.

Eso se debe al solapamiento del sarcasmo con otras habilidades vinculadas a la teoría de la mente y la información contextual implicadas en la interpretación correcta de la información. “Por eso los correlatos neurales del sarcasmo son tan curiosos”, destaca Ferrara.

Esa complejidad es una de las razones por las que a los modelos de lenguaje basados en inteligencia artificial les cuesta tanto captar el sarcasmo. No logran el nivel de complejidad en las conexiones neuronales que producen las habilidades interpersonales. Algo similar les ocurre a muchos usuarios en las redes sociales. Sin contexto, sin gestualidad ni tonos de voz, la interpretación es presa fácil de la literalidad. “Está puesta la palabra ahí para que adivinen lo que se quiere decir. Puede interpretarse para cualquier lado. Además, empobrecen bastante el lenguaje porque el mensaje es muy cortito, medio telegráfico, limitado en cantidad de caracteres y poco florido. Una siente cuando lee que la gente habla cada vez peor, que no tienen gramática. Si pensamos en que eso, además, moldea el cerebro, es para preocuparse”, se inquieta, Bendersky.

El equipo científico continuará sumergido en el cerebro para comparar este estudio con lo que ocurre en pacientes con esquizofrenia. “Ahora queremos relevar un grupo donde la función aparezca alterada directamente en la conducta, no solamente en el cerebro y de esa manera comparar las dos muestras; cerebros sanos y cerebros con algún tipo de patología”, anticipa Elizalde.

Más allá de las patologías mentales, para captar el sarcasmo no basta con estar sano. Se necesita picardía, calle y lo que La Bamba llamaría “un poco de gracia y otra cosita”.

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