De la lucha armada al bandidismo: ‘el comandante Ramiro’
Encarna tanto la tragedia de Chile como la imposibilidad para algunos de quienes empuñaron las armas en contra de la dictadura de Pinochet de lograr algo así como la transición personal a la democracia

Por estos días, un asomo de polémica irrumpió en la esfera pública chilena: tras la reedición de las memorias de Mauricio Hernández Norambuena (el comandante Ramiro), se desplegó una campaña exigiendo el indulto de uno de los exlíderes del Frente Patriótico Manuel Rodríguez-Autónomo (una vez materializada su escisión del Partido Comunista).
¿Cuál es la historia y por qué esto es relevante?
El interés de este caso no reside tanto en la polémica misma, sino más bien en todo lo que la biografía de Hernández Norambuena encarna.
¿Quién fue Hernández Norambuena? Con 67 años al día de hoy, quien fuese conocido como el comandante Ramiro encarna tanto la tragedia de Chile como la imposibilidad para algunos de quienes empuñaron las armas en contra de la dictadura de Pinochet, de lograr algo así como la transición personal a la democracia: cognitiva, disposicional, biográfica.
Hernández Norambuena ingresó tempranamente a las Juventudes Comunistas, moviéndose poco a poco a la lucha armada desde ese brazo guerrillero que el PC articuló a comienzos de los 80. Es en esa evolución que Ramiro se transforma en uno de los fusileros en el atentado de Pinochet, el que aborta, lo que se tradujo en una revancha de la dictadura en contra de cuatro militantes de izquierdas: al electricista Felipe Rivera (PC), el artista Gastón Vidaurrázaga (MIR), el periodista José Pepe Carrasco (MIR) y el publicista Abraham Muskatblit (PC). El atentado a Pinochet (en el que la reflexión sobre las consecuencias políticas fue enteramente equivocado) constituyó el verdadero inicio de la carrera guerrillera, terrorista y criminal de Hernández Norambuena.
Tras el atentado, Ramiro y su fracción se radicalizaron cada vez más, experimentando un naufragio político con la derrota del dictador Pinochet en el plebiscito de 1988. El acontecimiento se les presentó bajo la forma de un enigma. Con ese plebiscito, se inició un periodo de análisis y extravío. El 9 de junio de 1989 era acribillado Roberto Fuentes Morrison (el Wally), un ex miembro del Comando Conjunto que gozaba de un cruel historial de muertes de militantes comunistas y del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). En 1991, Ramiro participó en la autoría intelectual del asesinato del líder del gremialismo Jaime Guzmán (para entonces senador), y poco tiempo después en el atentado mortal al coronel Luis Fontaine, director de la Dirección de Comunicaciones de Carabineros (DICOMCAR). ¿Cómo no ver que en estos asesinatos predominaba un móvil político, cuya función (voluntaria o no) consistía en desestabilizar un complejo proceso de transición a la democracia?
La trayectoria de Hernández Norambuena comienza a desdibujarse con el secuestro de Cristián Edwards, quien era hijo del dueño del diario El Mercurio, un periódico que conspiró en contra del Gobierno de la Unidad Popular y adhirió (en la más completa falta de independencia) a las políticas de la dictadura militar. Todo indica que este secuestro configuró una bifurcación de Ramiro hacia actos que nada tenían que ver con la política: desde asaltos bancarios hasta el secuestro del empresario brasileño Washingtom Olivetto. Ramiro fue apresado y se fugó de modo espectacular de una cárcel de alta seguridad en 1996, refugiándose en Cuba (con cuyo régimen tuvo severos desacuerdos) para terminar en las FARC en un momento de alta connivencia con los narcos. Dicho de otro modo: de política poco, de revolución nada.
No es primera vez que este tipo de trayectorias se observan. Hobsbawn ya había detectado al bandolerismo social (en su libro Rebeldes primitivos) como un fenómeno pre-político, anterior al surgimiento del movimiento obrero y su organización socialista y comunista. Pues bien, en el caso de Ramiro se constata un fenómeno post-político, de banditismo más delictual que social, en ningún caso político. ¿Cómo explicarlo? El caso de Hernández Norambuena es fascinante, y dramático, ya que retrata de cuerpo entero su imposibilidad de transitar desde la dictadura (y las luchas que este régimen pudo provocar) a la democracia.
Es Bourdieu quien proporcionó las mejores herramientas para entender a este tipo de fenómenos socio-biográficos. En páginas alucinantes de su libro La distinción, Bourdieu explicó este tipo de bifurcaciones a partir de lo que él llamó efectos de hystèresis: un profundo desajuste entre las disposiciones de origen (es decir, las formas de percibir el mundo a partir de lo que originariamente se aprendió) y las disposiciones actuales (cómo se percibe el mundo en el hoy y el ahora). El ejemplo que es utilizado por Bourdieu proviene del Don Quijote de Cervantes: ¿cómo explicar que Don Quijote continúe su lucha, en este caso en contra de molinos de viento, en donde los molinos sirven como extraordinaria metáfora para describir lo que a un mismo individuo le sucede en distintos estados del mundo, careciendo de la capacidad de procesar lo que está sucediendo? Seamos claros: esta metáfora que estoy empleando no busca ni pretende exculpar a Hernández Norambuena (el comandante Ramiro): terminó actuando como un criminal, no porque siempre lo haya sido, sino porque terminó siendolo. La pregunta es, entonces, ¿cómo se pudo pasar desde el guerrillero al terrorista, para desembocar ya no en el bandido, sino en el criminal?
Buena parte de la transición chilena a la democracia se explica a la luz de esta pregunta.
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