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EDUCACIÓN
Tribuna
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Programa de Bienestar Socioemocional y Desarrollo Integral: un paso en la dirección correcta

La efectividad de este programa dependerá en gran medida de cómo se implemente. Uno de los mayores desafíos —y también una de las principales oportunidades— es apoyar a los educadores que lideran estos talleres

Centro Educacional Provincia de Ñuble, en la comuna de San Joaquín, el 21 de julio de 2025.

La semana pasada, el ministerio de Educación presentó el Programa de Bienestar Socioemocional y Desarrollo Integral. Esta iniciativa ofrece talleres deportivos, artísticos científicos y recreativos para estudiantes desde tercero básico hasta tercero medio, ofreciendo nuevos espacios de desarrollo infantil y juvenil. Actualmente en fase piloto en más de 150 establecimientos de cinco Servicios Locales de Educación Pública (SLEP), el programa busca retomar el sentido original de la Ley de Jornada Escolar Completa.

La iniciativa merece ser celebrada. Responde a una preocupación compartida por ofrecer más y mejores oportunidades de desarrollo integral para niños, niñas y jóvenes. También se alinea con la evidencia acumulada sobre el valor de las actividades extracurriculares como contextos propicios para el desarrollo de habilidades socioemocionales.

Los talleres que se realizan fuera del aula tradicional suelen ofrecer condiciones que no siempre se encuentran en espacios escolares más estructurados. Tienden a ser más flexibles, permiten innovar y ponen especial atención en construir relaciones de confianza y pertenencia. A esto se suma que, en muchos casos, la participación es voluntaria. Esa combinación (interés personal, mayor libertad y vínculos significativos) crea un ambiente distinto, donde niños, niñas y jóvenes se involucran más, se sienten parte de algo y pueden ir desarrollando una idea más clara de quiénes son y qué les gusta. Cuando estos espacios se basan además en relaciones más horizontales entre adultos y estudiantes, se vuelve posible cultivar aspectos centrales del desarrollo socioemocional, como el sentido de pertenencia, la capacidad de reflexionar sobre uno mismo y la participación en decisiones colectivas.

Sin embargo, la efectividad de este programa dependerá en gran medida de cómo se implemente. Uno de los mayores desafíos —y también una de las principales oportunidades— es apoyar a los educadores que lideran estos talleres. El potencial de estos espacios no radica únicamente en el tipo de actividades que se ofrecen (como pintura, teatro o robótica), sino, sobre todo, en la calidad de las interacciones cotidianas que las y los educadores establecen con los estudiantes y fomentan entre ellos.

Para que estos talleres cumplan su promesa, deben ser espacios genuinos de participación, exploración y disfrute para los estudiantes. Esto implica no solo cuidar lo que ocurre en ellos, sino también proteger su lugar dentro de la comunidad escolar. Es clave que los talleres no sean utilizados como espacios “disponibles” para resolver otros asuntos (como por ejemplo suspensiones de clases, reuniones o actividades administrativas), porque eso debilita su valor simbólico y práctico. Asimismo, se requiere de condiciones que permitan su sostenibilidad en el tiempo: equipos, recursos pertinentes y tiempo para vincularse y dar continuidad. Las relaciones educativas, especialmente las que promueven desarrollo socioemocional, no florecen en contextos de alta rotación o precariedad.

La promesa del programa es grande, pero no puede recaer únicamente en la voluntad de las comunidades educativas. Asegurar su continuidad requiere de un compromiso sostenido del ministerio de Educación, tanto en lo técnico como en lo financiero, para que este programa no sea solo una buena idea, sino una que marque una diferencia real en las trayectorias escolares y de vida de nuestros estudiantes y sus comunidades.

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