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GOLPE DE ESTADO 1973
Tribuna
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A mí me importa lo que ocurrió en el 73′

Johannes Kaiser no solo justifica el golpe de Estado de 1973: relativiza las violaciones a los derechos humanos, habla de ‘consecuencias previsibles’ y naturaliza la tortura como una técnica enseñada por potencias extranjeras

Johannes Kaiser en Santiago de Chile, el 22 de abril de 2025.

“Esa sublevación, repentina de todo un pueblo por la causa de la libertad y apenas nada más, sin el caos desmoralizador de una derrota militar precedente, sin técnicas de golpe de Estado, sin un bien tramado aparato de conspiradores y organizadores profesionales, sin la dirección siquiera de un partido revolucionario.” Hannah Arendt, sobre el levantamiento húngaro de 1956, citada en Hannah Arendt y el siglo XX (Blume, Boll & Gross, 2022).

Esta frase aparece en un capítulo dedicado a entender a la pensadora en Europa del Este, en el marco de la teoría del totalitarismo. Ahí se analiza cómo distintos intelectuales disidentes —como Václav Havel, Adam Michnik o György Konrád—, influenciados por ella, enfrentaron las dictaduras comunistas desde una política de la no violencia, la cultura, la ética pública. Arendt, citada en este capítulo, describe así el levantamiento húngaro de 1956: un estallido sin líderes, sin aparato, sin estrategia partidista. Un momento espontáneo donde un pueblo entero se levanta por la causa común de la libertad.

Recordé esta cita cuando escuché recientemente al diputado Cristián Araya decir en una entrevista: “Sinceramente, ¿a quién le importa lo que ocurrió en 1973?”

Lo dijo en respuesta a la polémica desatada por Johannes Kaiser, su colega y actual candidato presidencial, quien en televisión declaró que apoyaría “sin dudas” un nuevo golpe de Estado en Chile, si se repitieran las condiciones del pasado. Con todas sus consecuencias.

Escuchar eso no solo produce indignación: genera una profunda alarma democrática. No porque sorprenda —quienes han seguido la trayectoria de Kaiser saben que ha relativizado o defendido abiertamente el Golpe en más de una ocasión—, sino porque esa frase de Araya busca algo más que opinar: quiere instalar una narrativa donde el pasado molesta, donde la memoria se vuelve un obstáculo, donde el golpe ya no es algo grave sino algo que “ya fue”. Y eso sí que es peligroso.

Chile vive una de sus etapas más desafiantes desde el retorno a la democracia. La inseguridad se ha vuelto una preocupación prioritaria para la mayoría de las personas. Las brechas en salud, educación y vivienda persisten. El modelo de desarrollo pareciera estar en crisis. Según la Encuesta CEP, menos del 3 % de las personas confía en los partidos políticos. La ciudadanía desconfía. Tiene miedo. Y ese miedo, lamentablemente, puede ser usado —como lo ha sido en otros países— para justificar soluciones autoritarias.

Ese es el manual. Se toma un problema real (inseguridad, narcotráfico, migración), se lo convierte en amenaza existencial, se asocia con un “enemigo ideológico” (el comunismo, el progresismo, el “globalismo”), y se presenta una falsa salida: el orden por sobre los derechos, la fuerza por sobre la democracia. Lo hemos visto antes. Lo estamos viendo ahora.

Kaiser, por ejemplo, no solo justifica el golpe de 1973: relativiza las violaciones a los derechos humanos, habla de “consecuencias previsibles” y naturaliza la tortura como una técnica enseñada por potencias extranjeras. ¿Y cuál es el temor que lo impulsa? La llegada del Partido Comunista al poder. Esa es su justificación. El mismo discurso que, en otros contextos históricos, ha terminado validando lo invalidable.

Pero aquí está lo irónico: los mismos autores citados en el libro sobre Arendt que inspiraron esta columna —Havel, Michnik, Konrád— también combatieron regímenes comunistas. Lo hicieron, sin embargo, defendiendo la democracia, no atacándola. Lo hicieron apostando por la ética cívica, no por golpes de Estado. Lo hicieron entendiendo que el poder no es el dominio sobre otros, sino la capacidad de actuar juntos.

Por eso la frase de Arendt resuena con fuerza: porque no se refiere a una revolución ideológica, sino a una reacción ética colectiva. Una que, al igual que en 1989 en Europa del Este, no fue encabezada por partidos ni ideólogos, sino por comunidades hartas del miedo, la mentira, la manipulación.

Y eso, me atrevo a decir, es lo que necesitamos hoy en Chile: una sublevación ética, pacífica y democrática. Que no venga de un lado político específico, sino de todas y todos quienes entienden que la democracia no es perfecta, pero es el único sistema que nos permite corregir, disentir, vivir. Que ven con claridad que usar el miedo para justificar el olvido es, al final del día, otro tipo de violencia.

¿A quién le importa lo que ocurrió en 1973?

A mí me importa.

A las familias que aún buscan a sus desaparecidos les importa.

A quienes nacimos después del golpe, pero hemos aprendido a cuidar lo que otros conquistaron con dolor, también nos importa.

Y —quiero creer— a muchas personas que no se definen ni de izquierda ni de derecha, pero que entienden que hay cosas que no se pueden volver a repetir, también les importa.

Hoy más que nunca tenemos que cuidar la democracia. Y cuidarla no es callar. No es ceder ante el miedo. Es recordar. Es defender el derecho a disentir. Es indignarse cuando alguien dice sin pudor que apoyaría otro golpe. Es no naturalizar esas declaraciones. No banalizarlas. No permitir que se instalen como parte del debate político “normal”.

Volviendo a Arendt, quizás la mayor lección de su obra es que los totalitarismos no llegan de golpe. Se cuelan en el lenguaje, en los discursos, en las justificaciones cotidianas. Y si no estamos atentos, si no respondemos, si no recordamos, corremos el riesgo de cederles el espacio.

Por eso escribo esta columna. No solo como respuesta. Si no como advertencia. Como recordatorio. Y como compromiso. Porque el 11 de septiembre de 1973 no fue cualquier día. Porque un país que olvida su historia es un país que se expone a repetirla. Y porque la democracia, aunque imperfecta, es lo único que puede —realmente— garantizarnos libertad.

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