“Veo un tres a cero”
Los aficionados del Barcelona, seguros de la victoria y quejosos de que no se instalasen pantallas en la carpa de Arganzuela

Más de un aficionado se quedó sorprendido de que el Barcelona no hubiera instalado pantallas o monitores en el parque de Arganzuela para poder ver la final contra el Athletic de Bilbao. Algunos llegaron alrededor de las ocho a las carpas instaladas en el Matadero y se encontraron con que no tenían medio de ver el encuentro. “”Es impresionante. Es un horror que no hayan puesto monitores y podamos verlos todos los seguidores juntos”, protestaba ayer un hombre que había acudido con su familia. “Da lo mismo, seguro que en algún bar cercano podemos verlo”, le replicaba otro culé.
Durante toda la jornada fueron miles y miles de seguidores los que pasaron por las carpas que había instalado el equipo catalán. “Vamos a ganar tres goles a cero. Marcará Messi y Chavi. Vamos a celebrarlo por todo lo alto”, explicaba eufórico Dani Veloso, un ecuatoriano de 26 años que lleva siete años en España. “Me ha gustado siempre el Barcelona, desde que estaba en mi país, porque es un equipo que juega muy bien”, añadía mientras hacía una foto en una de las fotos colocadas en las columnas de las carpas. En la misma se veía a Messi celebrando un gol.
Los que también se quedaron un poco sorprendidos fueron tres jóvenes aficionados, Roger, Óscar y Joan, procedentes de Manresa , que habían llegado a la capital tras cinco horas de viaje. Era la primera vez que viajaban a la capital y esperaban ver el encuentro en las carpas. Cuando se enteraron de que tenían que marcharse a las del Bilbao, a unos cuatro kilómetros de las del Barça, decidieron irse a unos bares cercanos al estadio Vicente Calderón para comprobar cómo se vivían los instantes previos al partido. Óscar, el más dicharachero, optó por un resultado favorable de tres a uno, en el que Messi marcaría dos tantos. “Vamos a celebrarlo en la Cibeles por todo lo alto. Como ganemos, me meo en plena fuente”, bromeaba este entrenador personal con un marcado acento catalán. Al enterarse de que estaba vallada, optó por un método más violento: tirar una lata de cerveza.
Los que se sintieron más a gusto fueron los aficionados de Barcelona que residen en Madrid. “Lo pasamos muy mal en general porque no podemos ir al estadio y porque estamos rodeados de madridistas. Bueno, no ha ocurrido así en los últimos años, en los que hemos ganado de todo”, explicaba Juan Carlos Martín, un vecino de San Sebastián de los Reyes que lucía la camiseta oficial del Barça. También optó por un resultado de dos a cero.
Mientras, los aficionados apuraban a última hora de ayer las carpas para hacerse fotos de recuerdo. Los que apuraron hasta el final fueron el argentino Rubén Cabrera y su hija, vecinos de la Alameda de Osuna, que llevan seis años en España. “Desde que vivía en Salta ya era seguidor blaugrana”, afirmó. “El partido es difícil pero creo que vamos a ganar”, añadía al instante.
Los que sí hicieron un gran negocio fue el equipo catalán con el autobús que envío a Madrid. Estuvo a punto de poner el cartel “Sin mercancía”. Los centenares y centenares de aficionados que se acercaron a las carpas a Arganzuela se quedó casi sin existencias. La camiseta de recuerdo de la etapa Guardiola se agotó pese a que su precio oscilaba entre los 23,5 euros de la infantil y los 29 de la de adultos. Al final de la jornada solo quedaba alguna bandera, llaveros y bolígrafos. “Se ha formado una larga cola y no hemos parado. El gran aluvión ha sido a partir de las cinco de la tarde donde no dábamos casi abasto”, explicaron sus empleados. Estos no quisieron decir cuánto habían vendido. “Ha sido muy buena la venta, pero un 20% menos que lo que vendimos en Valencia”, añadía la empleada. El autobús, la gran atracción de todos los aficionados, abrió a las diez de la mañana. “No hemos parado de grabar camisetas con los nombres de todos los jugadores. Y eso que los seguidores saben que en unas semanas saldrán a la venta las nuevas equipaciones”, destacaba
La policía obligó a que la tienda cerrara a las siete y media de la tarde. La solución pasó por meter a todas las decenas de seguidores dentro del autobús y evitar que se formaran nuevas colas. “Ha habido un momento en que no entraba nadie más”, afirmaba un empleado, mientras recogía las cajas vacías y recontaba un fajo enorme de billetes.
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