¿Alguien ha prohibido el verbo “carbonizar”?
Nada impide utilizar con rigor esa opción para referirse a los bosques quemados de estas semanas


Pobrecito el verbo “carbonizar”, abandonado por periodistas y portavoces como si hubiera hecho algo malo. Podía haber obtenido en estas semanas su momento estelar, cuando cerca de 400.000 hectáreas de masa arbórea se reducían a carbón (eso significa “carbonizar”). Él levantaba la mano invocando su idoneidad para la ocasión, pero se desoían su valor, su rigor, su precisión. Algún designio ha impuesto en su lugar del verbo “calcinar”, que etimológicamente se refiere a “reducir a cal” y que por tanto se puede presumir destinado a aparecer cuando se queman coches, avionetas, casas o metales en general.
Es lo que tiene la pérdida de riqueza léxica, que “escuchar” ha invadido el terreno de “oír”; que “generar” anula a “producir” o “crear”; que “arrancar” ha desplazado a “empezar”, “comenzar”, “emprender”, “iniciarse”… Y que “calcinar” ha quemado a “carbonizar”.
“Calcinar” aparecía en el primer diccionario académico (1729) con el solo sentido de “reducir a polvo los metales u otras materias sólidas por medio del fuego”, y con la etimología latina de calx, calcis, la cal, “por quedar como el polvo de ella”.
“Carbonizar”, por su parte, se definía como “hacer carbón una cosa, encendiéndola, y poniéndola hecha ascua”. No obstante, los primeros académicos advertían: “Es de poco uso”. Quizás porque entonces no se incendiaban los bosques como ahora; o porque no había televisión para contarlo.
De hecho, el verbo “carbonizar” se ciñe años después a significar solamente “combinar con el carbono” (más tarde, “con el carbón”). Pero en 1844 reaparece con su ser original: “Reducir un cuerpo orgánico al estado de carbón”. Esa es la acepción que luego progresó hasta adquirir gran uso en los siglos siguientes, y la única hoy en día.
Sin embargo, “calcinar” tomó a veces un sentido que engloba el de los dos, para significar también “calentar fuertemente, quemar”, según documenta desde antiguo el Diccionario histórico de la lengua española: “El estiércol humano bien calcinado es un gran arcano para detener la gangrena” (1733). “…O de las heces del vino, calcinadas hasta que se pongan blancas” (1770).
Pero durante siglos los diccionarios académicos entendían que se carbonizaban los árboles y las personas cuando sufrían abrasamiento; mientras que los compuestos minerales se calcinaban. (Recuérdese además que el carbón mineral tiene origen vegetal).
Así se fijó hasta 2001, cuando las academias ya recogieron, tal vez por la insistencia periodística que había denunciado Fernando Lázaro Carreter, que “calcinar” equivale también a “Abrasar por completo algo, especialmente con fuego”. De ese modo, los árboles podían carbonizarse (reducirse a carbón) o calcinarse (abrasarse por completo). Con este uso se arruinaba la diferencia de resultado entre quemarse vegetales, animales o personas y quemarse metales y otras materias, y además se daba a entender que la madera se puede reducir a cal.
El hecho de que la expansión de “calcinar” figure recogida ya en el Diccionario servirá como disculpa para quienes colaboran en el galopante empobrecimiento léxico de nuestros medios informativos. Nada impide, sin embargo, que el periodismo cuidadoso utilice al menos alguna vez con precisión “carbonizar” para ganar así en rigor y en estilo, y mostrar además cierto conocimiento del mundo.
Este verano habría venido bien aumentar en muchas Redacciones la dotación de bomberos de las palabras.
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