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crítica literaria
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

‘Poesía completa’, de Sylvia Plath: ¿quién llevaría sus pasos a esa desolación?

La nueva traducción al castellano de la poeta estadounidense permite recorrer la psicología de la autora, de poemas celebrativos a otros marcados por su espíritu tenebroso

La poeta y escritora norteamericana Sylvia Plath (1932-1963)

Es imposible acercarse a la poesía de Sylvia Plath (1932-1963) sin tener en cuenta su trágico final (se suicidó en Londres en la espantosamente fría madrugada del 11 de febrero de 1963). Hasta ese terrible momento, solo había publicado un libro de poemas, The Colossus (1960), pero tenía en los cajones muchos más sin publicar. Los dio a conocer en 1981 quien había sido su marido, el poeta Ted Hughes, y a esa edición se atiene Victoria León, con una gran traducción de por medio. Los poemas se agrupan por décadas, desde 1956 hasta el 5 de febrero de 1963, en que escribió el último, ‘Filo’ (‘Edge’, en inglés). Cierran el volumen los poemas más primerizos, con el título de ‘Juvenilia’, muchos de ellos ejercicios de clase en la época de la universidad, pero con interés y calidad siempre.

Ya desde el comienzo, en los primeros poemas de 1956, se hace oír la psicología atormentada de la autora: “¿Qué ceremonia de palabras podría reparar el caos?”; “¿Qué consuelo / puede extraerse de una roca para hacer que un / corazón estéril / reverdezca?; “¿Quién llevaría sus pasos a esa desolación?”; “Me acecha una pantera / que algún día me dará muerte”; “la pantera ya está en la escalera”; “Recorremos sin temor / el sagrado archipiélago de la locura hasta que, / al fin, la muerte / rompa en pedazos las estrellas fabulosas y nos / convierta en realidad”.

Cierto que, en contrapartida, desde 1956 hasta 1959 se abren paso poemas nítidamente celebrativos, preciosos, magníficos, plenos, guiados todos ellos por una especie de poética de la visión, donde los ojos logran penetrar en la esencia de las cosas y revelar así el milagro de la creación: “Mirad, mirad así el paisaje esencial / hasta que vuestros ojos creen una visión que / resplandezca al viento”. En consecuencia: “Podría ser el paraíso esta estática / plenitud: manzanas de oro en la rama, / dorado jilguero, dorada carpa, dorado gato atigrado…”, o también: “Cierta luz menor puede todavía / asomar, incandescente, / de la mesa o de una silla de la cocina, / como si un fuego celestial tomara / posesión ocasional de los objetos… / sacralizando así un intervalo… / al conceder largueza, honor, / amor…”.

Fotografía de Sylvia Plath en su tumba en el cementerio de West Yorkshire (Reino Unido)

A partir de 1959 en adelante, la paleta se amplía, y surge la gama de la fantasía desatada, o la del irracionalismo caótico, pero también se abre paso, cada vez más, el espíritu tenebroso, el mismo que había sobresalido a comienzos de 1956. Problemas con la identidad: “Me estoy volviendo otra”; “Dime cómo me llamo”. Problemas con el vacío y el hastío: “Duquesa de la Nada”; “Un mundo de días blancos vacíos…”, en el que “el buitre del hastío me colgó de este árbol”. Problemas con el otro que nos habita, experimentado como enfermedad: “Yo habito / la imagen en cera de mí misma, un cuerpo de / muñeca. / La enfermedad empieza aquí”. Problemas con la falta de rumbo en la vida: “Estoy perdida…”. Problemas con los mismos poemas: “Estos poemas ya no viven… / Ahora están muertos”.

Estamos en 1960 y a partir de ahí se acentúa la oscuridad, con directas o indirectas alusiones a Hughes, con la búsqueda obsesiva siempre del padre que nunca conoció y con la idea del suicidio —“Soy el fantasma de una infame suicida”, había escrito en 1959—, como en el desgarrador poema ‘Lady Lázaro’, escrito solo tres meses antes de su muerte. En él hace un repaso a sus dos anteriores intentos de suicidio —uno accidental, otro premeditado—, y avisa: “Morir / es un arte, como todo. / Y a mí se me da extraordinariamente bien”.

El final es conocido. Aisló cuanto pudo el cuarto de los niños, les puso dos tazones de leche, abrió el gas del horno y colocó su cabeza en él. No se merecía ese final, pero debemos darle las gracias por lo que nos dejó, su magnífica poesía y también sus diarios, insólitamente profundos y verdaderos, tan reveladores de sí misma como sus poemas.

Poesía completa

Sylvia Plath
Traducción de Victoria León
Visor, 2024
640 páginas, 38 euros

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