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‘Blanco’: Nacho Criado y la imagen como huella

El Círculo de Bellas Artes acoge una exposición dedicada a la obra fotográfica del artista jiennense, figura esencial del arte contemporáneo español cuya obra escapa de cualquier clasificación, explorando territorios que invitan a repensar la relación entre el tiempo, el espacio y la percepción

‘Distancia mínima’ (1974).
Gloria Crespo MacLennan

A principios de 1974, tuvo lugar en el Instituto Alemán de Madrid el ciclo expositivo y teórico Nuevos comportamientos artísticos, coordinado por el catedrático Simón Marchán Fiz. Organizado en colaboración con el Instituto Italiano, supuso un laboratorio vivo para repensar el alcance del arte, sus medios y su relación con la sociedad, en una época en la que la modernidad comenzaba a abrirse paso en una España lastrada por un franquismo que daba sus últimos estertores. Entre los representantes españoles se encontraba Nacho Criado (Mengíbar, 1943– Madrid, 2010) junto a otros artistas de la escena internacional del arte conceptual, povera, land art y body art, entre ellos Wolf Vostell, Mario Merz, Giulio Paolini. Entre las piezas presentadas por el artista jiennense estaba Blanco. Concebida originalmente para el ciclo, exploraba las tensiones propias del medio fotográfico entre negativo y positivo, y ponía en cuestión el propio lenguaje visual, convirtiendo la fotografía en un proceso y no solo en una representación.

Más de medio siglo después, Blanco se expone en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, dentro de una exposición que toma prestado su título y forma parte de la programación oficial de PHotoEspaña 2025. Reaparece así como una propuesta que conserva su vigencia, junto a una selección de obras realizadas a lo largo de la década de los setenta, en las cuales el artista se sirve del medio fotográfico como un espacio constante de experimentación, imbricado en la lógica poética de sus instalaciones.

Una proyección de diapositivas sorprende al visitante, en el tramo final de las escaleras que dan paso a la Sala Minerva. Las imágenes pertenecen a Transcurso cotidiano (1974), una pieza compuesta por distintas acciones que, sin seguir una trayectoria lineal, tienen que ver con el cuerpo y el espacio; con mostrar y hacer visible el devenir del tiempo, algo fundamental en la obra de este pionero del arte conceptual en el contexto español y Premio Nacional de Artes Plásticas, en 2009.

‘Encalado de una pared’ (1974).

Se proyecta una selección de cinco acciones del total de 12 que componen la serie, en las que se ve a personas entrando y saliendo de un espacio de arte —entre ellos, las galerías Buades y Sen— sin que en ningún momento se muestre el contenido de la visita. Otras acciones relacionadas con el movimiento, y de algún modo, con el body art, muestran a Criado cambiando de posición, sentado en un banco y en distintos momentos en los Jardines del Campo del Moro, interesado por la relación entre cuerpo, espacio, tiempo y memoria.

Desde mediados de los años sesenta, Criado se mantuvo en una búsqueda artística constante, y fue uno de los pocos casos de creador verdaderamente experimental en nuestro país, moviéndose entre el arte conceptual, el minimalismo y sus múltiples ramificaciones, en un contexto en el que dichas prácticas eran aún periféricas. Formó parte de aquel hito que supusieron los Encuentros de Pamplona, celebrados en 1972, en un momento en el que, tal y como él mismo recordaría, “hablar de Duchamp era un extravagancia” y “hablar de Fluxus era un imposible”. Aún quedaba tiempo para que el término arte conceptual quedase arraigado.

“Para Criado, la fotografía se presenta como un medio económico e interesante para poder desarrollar otro tipo de lenguaje”, destaca César Borja, comisario de la exposición. “Es en los setenta cuando da comienzo su relación con el medio fotográfico, un vínculo que continuará a lo largo del tiempo; no como elemento principal de su obra, sino como reflejo de sus performances. Aunque esta práctica se diluye con el tiempo, nunca deja de hacer fotografías. Instalará su laboratorio en el cuarto de baño de su casa. Hay una cierta urgencia por investigar otras formas de expresión y desarrollar nuevos modos de hacer arte; cuestiones menos objetuales, pictóricas y escultóricas”, añade el comisario. “Existe un lenguaje propio en el conceptualismo que se está produciendo en España, que, aunque se nutre de la influencia de artistas de otros países, tiene sus propios rasgos”, advierte Borja.

En su obra, el proceso de creación, de transformación o activación es tan importante como el resultado final

Entre los ejes centrales de la obra de Criado está la experiencia del tiempo, entendido como una búsqueda de lo fugitivo, de aquello que se transforma, se transita y se escapa. Así, en su obra, el proceso de creación, de transformación o activación es tan importante como el resultado final, como demuestra Recorrido blando (1973), que alude al tránsito durante el cual uno puede hundirse o salir del barro, según se mire, al tiempo que sugiere una circularidad. La pieza refleja el interés del autor por el land art, explorando la relación cuerpo-paisaje desde una perspectiva efímera, poética y procesual.

Recorrido subterráneo (1974) ofrece dos secuencias de un mismo acto: el tránsito por un túnel. En la primera, el autor se fotografía a sí mismo en distintos momentos durante los cuales se interna en la oscuridad. En la segunda, contrapone esa presencia corporal con la visión subjetiva de su propio trayecto, mostrando lo que él habría visto durante su propio recorrido.

‘Predisposición para lo que no se escucha se oye’ (1973), Mengíbar.

Blanco es la pieza que pone fin a la muestra. La conforman dos proyectores de diapositivas que, en ambos extremos de una pequeña sala, ofrecen una serie de imágenes idénticas en positivo y negativo. Cada imagen está separada de la siguiente por un cartel repetido con la palabra “Blanco”. Se muestran imágenes de objetos blancos: un huevo, una botella de leche, una camisa, una carta, una tiza blanca o un puñado de azucarillos. Un continuo juego de opuestos —o especular—, entre la palabra y su imagen.

“El artista utiliza el proceso fotográfico en un sentido opuesto a su naturaleza para llevarlo hacia una progresiva desmaterialización de la obra objetual. La luz se hace materia mientras el objeto se aleja en el tiempo”, escribe el comisario en el texto que acompaña la muestra.

“En la selección de las piezas que conforman la exposición está la idea de la esencia de la fotografía, y la relación del autor con esta esencia”, señala el comisario.

A medio siglo de su gestación, la obra de Nacho Criado sigue interpelando desde su radicalidad silenciosa. En ella, la fotografía no es un fin, sino un medio para registrar el tránsito, hacer visible lo invisible e intervenir el tiempo, convirtiéndolo en una memoria arqueológica, en la huella persistente del presente.

Blanco. Nacho Criado. Circulo de Bellas Artes. Madrid. Hasta el 27 de septiembre

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Sobre la firma

Gloria Crespo MacLennan
Ha desarrollado gran parte de su trayectoria profesional en EL PAÍS como editora gráfica y periodista cultural especializada en fotografía. Colabora en diversos medios de comunicación y ejerce como comisaria independiente de exposiciones. Es directora de un documental sobre la pintora Maria Blanchard, ‘26, Rue du Départ. Érase una vez en París’
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