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Crítica literaria
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

‘Los ilusionistas’, de Marcos Giralt Torrente: el perseguidor de sombras

Soberbio retrato de unos pocos seres del entorno familiar del que procede, el autor disecciona esas historias y revela así su propia madurez vital

Retrato promocional del autor Marcos Giralt Torrente.

¿Por qué alguien es cómo es? ¿Qué elementos conforman una personalidad determinada? Responder a esas preguntas con exactitud sería como disponer de la mejor herramienta para adentrarse en la complejidad de la vida, pero, como sabemos, no son cuestiones fáciles de resolver y por más que profundicemos en ellas y analicemos sus posibles componentes ­—­carácter, circunstancia y azar, diría Ortega—, permanece una fina línea de sombra, indiscernible pero real, que interviene en lo que somos sin poder esclarecer su influencia.

Si tuviera que resumir en pocas palabras de qué va el último libro de Marcos Giralt Torrente, titulado Los ilusionistas, diría que va del esfuerzo sostenido en responder a esas dos preguntas, centrándose para ello en la evocación y el análisis de unos pocos seres del más estricto entorno familiar del que procede. Esto es, el que en su día conformó el matrimonio formado por el novelista Gonzalo Torrente Ballester y su primera esposa, Josefina Malvido, y los cuatro hijos que nacieron de él. Sin embargo, la principal rareza del libro, netamente auto/biográfico, es que el nombre del añorado autor de La saga/fuga de J. B. nunca aparece mencionado, aunque cueste creer que haya un solo lector desprevenido del hecho de que Marcos Giralt Torrente es nieto del escritor ferrolano y por tanto las referencias son las de su propia biografía.

El libro, escrito en la misma línea de Tiempo de vida y con un estilo madurado muy lentamente, se mantiene en la esfera de lo que solemos llamar novela familiar, cuya conceptualización freudiana ha dado resultados extraordinarios en los estudios literarios. Aunque al tiempo que participa de la novela familiar, es decir del cruce de vivencias y relatos familiares acuñados casi osmóticamente y expresión de un cierto (neurótico, diría Freud) desa­juste vivencial, constituye un tour de force, pues se enfrenta al problema de cómo escribir con fineza sobre la propia familia, un espacio en permanente construcción, al decir de Marcos Giralt, donde el amor y el conflicto confluyen en dimensiones ingentes y a veces difíciles de gestionar. Especialmente en el caso que nos ocupa, porque todo lo que rodea la vida y la obra del novelista gallego, fallecido en 1999, ha derivado en un asunto lamentable por el enfrentamiento a cara de perro de las dos familias del escritor, generadas por sus dos matrimonios, el primero de ellos con Josefina Malvido y el segundo con Fernanda Sánchez-Guisande, dos años después de la muerte precoz de Josefina, en 1958. Un total de 11 hijos que, sin entrar en detalles, prefieren mantener sepulta en el olvido y la desi­dia la obra de su padre antes que dar su brazo a torcer a la hora de gestionar sus derechos. Porque el segundo matrimonio de Torrente Ballester significó para los cuatro hijos habidos con Josefina Malvido (al margen del dolor por la temprana muerte de su madre) una pérdida de poder, situación que les condujo a vérselas con una estructura familiar en franca decadencia y progresiva disolución.

Difícil pasar página limpiamente de todo ello, de modo que, cada uno a su modo, se refugiaron en el imaginario y protegido lugar que en su opinión les pertenecía como legítimos herederos. Sus vidas transcurrieron en la tensión entre la realidad (siempre cruda) y la ilusión de pertenecer hereditariamente a una esfera de valores estéticos y burgueses, una especie de orgullo de casta de resultados inciertos (y de ahí el título). Porque crecieron en ese orgullo, pero también en el desconcierto por las razones que Giralt Torrente disecciona pacientemente, como quien tiene en sus manos un delicado objeto de estudio.

El ejemplo más evidente de la tensión lo proporcionaría el también escritor Gonzalo Torrente Malvido, autor de Torrente Ballester, mi padre (Temas de Hoy, 1990), la primera de las piezas que arma la novela familiar de los Torrente, y a quien su padre había dedicado ya su novela El señor llega: “A quien más dolor me causa”, palabras debidas a los disgustos que su errática trayectoria, entre la escritura, la bohemia y la delincuencia profesional le ocasionaban. Soberbio el capítulo que le dedica Giralt a su tío G., así como todos los que escribe sobre el resto de sus tíos y sobre su propia y compleja infancia con unos padres que vivían a caballo del hippismo y la vida burguesa. Los fogonazos reflexivos que nos brinda el libro revelan la madurez vital alcanzada por Marcos Giralt, reconociendo, por ejemplo, la dualidad que mueve su escritura, entre la epifanía y el deseo de saldar una cuenta familiar pendiente. Mención aparte merecen los capítulos dedicados a Torrente Ballester y a su relación con Josefina Malvido, donde afloran los egoísmos del escritor sin los cuales probablemente la obra del creador no existiría.

En todo caso, Marcos Giralt se ha erigido en el cronista cómplice de una dolorosa historia familiar y la conclusión es que las dificultades a las que se ha enfrentado a la hora de disponer de la libertad suficiente para encararla le han servido como acicate para depurar extraordinariamente su estilo. El recurso a la paráfrasis, la elipsis, el ocultamiento del nombre (en Tiempo de vida ya encontrábamos ejemplos de su técnica de decir sin nombrar) constituyen una estremecedora lección de cómo puede vencerse literariamente un obstáculo que podría parecer infranqueable. Y es que no hay obstáculo que pueda impedir que un escritor escriba.

Los ilusionistas

Marcos Giralt Torrente
Anagrama, 2025
256 páginas
19,90 euros

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