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De Buenos Aires a Madrid: así trabajan los ladrones de relojes de lujo

Las bandas integradas por argentinos son las segundas, después de las italianas, que más roban piezas que pueden costar decenas de miles de dólares en el mercado negro

Ladrones de relojes de lujo en Buenos Aires

La palabra “motochorro” nació en una nota del diario Clarín, en 2007. Se utilizó para describir a los ladrones que huyen en motos. Los motochorros fueron y son un verdadero problema en las principales ciudades de Argentina. Varios de sus asaltos concluyeron en asesinatos. En los últimos años el término se internacionalizó: periodistas y policías de España lo pronuncian para referirse a las bandas sudamericanas que se especializan en robos de relojes de alta gama. La mayoría proviene de Buenos Aires. Solo entre mediados de 2023 y agosto de 2025, la División Cronos, de la Policía Nacional de España, detuvo a diez bandas de motochorros argentinos.

“Las bandas bonaerenses tienen dos marcas de agua“, explica Ángel Sánchez, inspector, jefe de Cronos, y detalla: “El tipo de moto (enduro, de alta cilindrada) y la técnica para robar el reloj”.

En el mundo de los ladrones de relojes argentinos la técnica a la que se refiere Sánchez es conocida como “doble nelson. Consiste en sorprender a la víctima (que fue señalada por el “marcador”, especialista en detectar piezas originales en muñecas) de espaldas: el llamado “cortador” lo toma del cuello con el brazo derecho, asfixiándolo. Automáticamente la víctima subirá su mano izquierda para intentar quitarse la presión del brazo, dejándole el reloj a la altura perfecta del ladrón, que lo tomará con su mano izquierda y hará un movimiento brusco. El perno cede en cuestión de pocos segundos y el reloj se queda en su poder. Por último, el ladrón corre unos pocos metros hasta la moto en la que lo espera su cómplice y huye. Se trata de asaltos de relojes que arrancan en los 10.000 euros y pueden multiplicar esa cifra varias veces.

“Vienen por 90 días y recorren distintas ciudades de España y de Italia. Si les va muy bien, se vuelven antes. Siempre cuentan con miembros de la banda instalados en el país que los ayudan en la logística”, asegura Sánchez en su oficina de una comisaría de Vallecas, en Madrid.

En España los argentinos solo son superados, en cantidad, por los grupos de ladrones napolitanos. Los italianos se caracterizan por los seguimientos para robar en semáforos. El piloto (se mueven en scooters) toca el espejo de la víctima, generando que baje su ventanilla. En ese momento aparece el encargado de arrebatar el reloj. En la tercera posición están los venezolanos. Son señalados como “cañeros”, por el uso de armas. También hay grupos de origen magrebí y de rumanos, aunque están menos organizados.

Cristian el Bebé Ferreyra tiene 31 años y fue detenido por Interpol Argentina a fines de julio pasado en Moreno, una localidad ubicada al oeste de la ciudad de Buenos Aires. A Moreno se la conoce como “la tierra de los ladrones de relojes”. Ferreyra tenía alerta roja por ocho asaltos “con violencia e intimidación” cometidos en Madrid. Interpol lo capturó en el cumpleaños de una de sus hijas luego de tres meses de seguimiento. Los efectivos tuvieron que utilizar drones y vigilar sus movimientos desde las alturas. “En sus primeras horas tras las rejas nos dijo ‘Soy delincuente y voy a seguir toda mi vida en esto porque es lo único que sé hacer”, comenta un investigador judicial del Juzgado Federal a cargo de su extradición. Aquel día, Ferreyra llevaba el mismo rosario que beso antes de un robo captado por las cámaras de la policía.

Según consta en la causa, una banda de ocho ladrones había viajado desde Moreno a España en el verano europeo de 2023. El verano es la temporada alta, porque las víctimas usan mangas cortas y los relojes son más fáciles de reconocer. La División Cronos los identificó en 2024 y comenzó a seguirlos. En junio los sorprendieron in fraganti: eran ocho ladrones merodeando la zona conocida como Milla de oro de Salamanca, uno de los barrios más exclusivos de Madrid. Sánchez jura que nunca vio tantos hombres juntos para cometer un robo.

Seis fueron enviados a prisión, pero a los pocos días la Justicia local le otorgó la libertad condicional a cinco de ellos y les prohibió abandonar España. Mucho no les importó: hicieron pasaportes nuevos y el 10 de agosto regresaron a Buenos Aires vía París. Salvo Ferreyra, el resto de la banda permanece con circular roja de Interpol.

“Lo que hacían era recibir a sus familias en España. Y cuando cada uno de ellos volvía a Buenos Aires viajaba con 10 mil euros y relojes robados. Es que ni los policías ni en ningún aeropuerto te piden los papeles de los relojes”, aseguran desde el Juzgado argentino. En Cronos manejan otra línea: los ladrones bonaerenses que delinquen en España e Italia reducirían una parte de sus botines en París. A otra banda, en un allanamiento, le secuestraron un Patek Philippe valorado en 80.000 euros. Lo habían robado en Chamartín, Madrid. Los policías lo encontraron escondido en la suela de una zapatilla, envuelto en un papel de seda, listo para ser transportado.

Libertad, la calle del “compro oro”

Es el mediodía de un jueves en la calle Libertad, un paseo de 400 metros del centro porteño lleno de joyerías, ubicado cerca del Obelisco. Muchos de los comercios exhiben carteles luminosos que dicen “compro oro”. En otras vidrieras se lee “compramos Rolex y todo tipo de relojes al mejor precio del mercado”, a pesar de no ser distribuidores oficiales de las marcas.

Hay una opción más, mucho menos visible, y es la preferida de los que llegan para vender relojes robados: departamentos que funcionan como oficinas, atendidos por los llamados reducidores, todos sobre la misma calle Libertad. Llegar a ellos no es para cualquiera. Hay que conocerlos o ser recomendado por gente de su confianza. Solo así abren las puertas. Por lo general, también se dedican a la compra y venta ilegal de divisas y algunos invierten en personal de seguridad. Mientras EL PAÍS recorre la zona, unos cuantos comerciantes salen a la vereda. Algunos preguntan el motivo de las fotos y otros se limitan a observar, notoriamente incómodos, los movimientos del fotógrafo y cronista.

“Todo se reduce en la zona de Libertad. Es histórico”, reconoce un jefe de la Policía de la Ciudad de Buenos Aires. “La Policía por presunción no puede allanar un comercio. El problema es que la Justicia toma el robo de un Rolex como un robo de celular. Existe además poco interés por el seguimiento de estas piezas robadas. Lo único que podemos hacer es un trabajo de prevención en las inmediaciones. Se intenta observar si una persona sospechosa merodea para vender oro o relojes”.

Los reducidores le pagan a los ladrones un 20 o 30% del valor oficial de las piezas robadas para luego ofrecerlas en dos posibles mercados. Por un lado, el local: argentinos dispuestos a comprar Rolex y otros relojes usados sin preguntar su origen. Estos compradores tienen un solo impedimento: presentarse con relojes en el servicio oficial de la marca, el único sitio en el que son secuestrados en caso de verificar que están denunciados.

El otro circuito es internacional. Los reducidores pagan 400 dólares a azafatas y pilotos de avión por el transporte de sobres con relojes. “Los llevo para service o reparación” es lo que les sugieren decir en caso de que se les pregunte en los aeropuertos. El destino suele ser Miami, una plaza conocida como “la meca de los relojes robados”. El 12 de agosto pasado, por ejemplo, una azafata de Aerolíneas Argentinas fue detenida en el aeropuerto de Ezeiza. Iba a viajar a Miami. Le secuestraron cuatro Rolex, ocho monedas de oro y joyas valuadas en 45.000 dólares. En 2021 a otra colega de American Airlines le encontraron un Rolex y un Audemars Piguet, además de piezas de oro por 200.000 dólares.

David Bolton, un detective privado de Miami especialista en la búsqueda de relojes robados, ha encontrado varias piezas de sus clientes en el edificio Seybold, el segundo centro de diamantes y joyerías más grande de Estados Unidos. Los relojes habían sido robados en Buenos Aires y estaban en poder de joyeros con comercios en ambas ciudades. De Miami también son una serie de joyeros virales de TikTok e Instagram con millones de seguidores. Se volvieron conocidos por grabar sus negociaciones de compra y venta de relojes de alta gama. En varios videos aclaran que las piezas que se ofrecen son “sin tarjetas” y sin cajas, las principales características de los robados.

En la División Cronos aseguran que antes de la creación del grupo las detenciones de argentinos no tenían gran incidencia. Si bien las primeras bandas habían emigrado luego de crisis económica de 2001, la del llamado corralito, en los últimos años apenas aparecía una muy cada tanto. Algo pasó en el submundo de los ladrones de relojes bonaerenses. A las diez desarticuladas por Cronos, habría que sumar las detenidas en Barcelona, la segunda ciudad en la que más operan. “Con las distintas operaciones realizadas logramos reducir la modalidad en un 50% de un año a otro. Los ladrones sienten nuestro aliento”, agrega Sánchez.

Las causas de los viajes a España las explica un argentino allegado a estos grupos: “En Argentina el dólar quedó muy alto para los extranjeros, por los que no hay turistas, que son sus principales víctimas. Los ladrones que se la juegan invierten en un viaje. El que menos gana se vuelve rápido y con un mínimo de 20.000 euros”.

Las estadísticas en Buenos Aires lo comprueban. Hasta fines de julio los robos de relojes denunciados en la ciudad no superaban los diez casos. Es un número muy bajo comparado a otros años. Los cortadores, al parecer, exportaron sus servicios.

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