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En colaboración conOEI
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Acompañar a los medios de comunicación locales es cuidar la democracia

La falta de información local debilita la democracia, sobre todo porque desaparecen espacios para la rendición de cuentas, y la corrupción se aprovecha de ello

Hace unos días escribí un artículo sobre el lento proceso de investigación del asesinato de un periodista ocurrido en 2022, en un pequeño municipio colombiano. La víctima, Mardonio Mejía, dirigía una emisora comunitaria y transmitía a diario un programa de radio con la principal información de San Pedro, su pueblo, y los alrededores. Muchos de los 5.000 habitantes de la zona lo escuchaban sin falta. Mientras trabajaba con las fuentes para la escritura del artículo, el testimonio de un entrevistado me llamó especialmente la atención: apenas una semana después del crimen, cuando hizo una visita de campo en San Pedro, se sorprendió por el silencio que rodeaba a ese pueblo de tradición musical. Al pedir una explicación, le contaron que, con la muerte de Mardonio, se había apagado la única emisora local.

Un golpe de realidad: ¿Qué pasa en una comunidad cuando se apaga el único medio de comunicación que la conectaba con la información y lo público?

La de San Pedro no es una historia única, sino que se repite en muchas partes del mundo, porque el asesinato no es una excepción entre los ataques contra los periodistas y los medios de comunicación. Pero el significado cambia drásticamente cuando ocurre en una pequeña localidad, pues los medios y los periodistas son allí mucho más cercanos a la población y se convierten en una pieza clave para acercar lo público a la ciudadanía. Por eso la ruptura de esa relación afecta seriamente la democracia.

El periodismo local permite a los habitantes de una zona rural conocer sobre los asuntos de su comunidad. En algunas poblaciones, por ejemplo, los mensajes que se envían desde las emisoras comunitarias se convierten en la única forma de enterarse de la situación de las carreteras, las obras públicas o las jornadas de salud. Son el medio por el que los pobladores de un municipio ribereño pueden saber sobre una alerta por la crecida de un río o los deslizamientos causados por fenómenos naturales, y también sobre lo que ocurre en otras partes de su país.

Lamentablemente, por muchas razones, el periodismo local pasa hoy por una crisis estructural. Un estudio dirigido por la Fundación Gabo sobre los ecosistemas de noticias locales en cinco países de América Latina (Argentina, Chile, Colombia, México y Perú) mostró que más del 65% de los territorios no cuenta con noticias locales, lo que significa que la mayoría de las comunidades vive en contextos donde el periodismo está restringido, no ha conseguido consolidarse de forma estable o enfrenta condiciones precarias para su ejercicio.

Se habla mucho de la difícil situación económica de los medios de comunicación, pero muy poco de lo que significa sobrevivir haciendo periodismo local. La publicidad es cada vez más escasa, y en no pocas ocasiones se utiliza como herramienta de control. Esa presión económica, a su vez, conduce a la autocensura y también hace desaparecer medios. “La ausencia de noticias es una mala noticia”. Así lo dice la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), basada en estudios donde se demuestra que la ausencia de noticias locales aviva la polarización, disminuye la participación electoral y reduce la rendición de cuentas del gobierno.

En algunas poblaciones, los medios locales son usados para convocar a la población a decidir sus planes de desarrollo o a participar en audiencias donde se acordarán temas complejos y fundamentales para su vida, como las consultas previas o los permisos para el ingreso de nuevas empresas. Esa participación sobre su futuro es una oportunidad que muchas veces es mediada por las emisoras, donde pueden escuchar las diferentes voces o hasta conversar con funcionarios públicos, conocer sus acciones y exigirles transparencia. De hecho, el rol de la comunicación local puede ser también leído como una forma de combatir la corrupción.

Cuando se trata de temas electorales, la cuestión se vuelve más grave. Estos medios de comunicación ayudan a las comunidades a comprender lo que está en juego en las elecciones locales y hasta pueden capacitar para participar en las votaciones. No obstante, también son un espacio que termina copando la ilegalidad. En Colombia, con el recrudecimiento de la violencia, los grupos armados ilegales buscan ejercer una gobernanza mucho más fuerte en todo lo local, y el manejo de la información es clave en este sentido. Para lograrlo, usan la intimidación y la amenaza.

Entonces, sin medios de comunicación locales, ¿de dónde reciben las noticias los electores de zonas rurales? Ahí es donde los académicos coinciden cada vez más en que las redes sociales llegan a ocupar esos desiertos informativos, polarizando el ambiente político de las comunidades.

La falta de información local debilita la democracia, sobre todo porque desaparecen espacios para la rendición de cuentas, y la corrupción se aprovecha de ello. Por lo tanto, hablamos de un vacío que no pueden llenar las redes sociales. La opción de informarse por redes sociales y abandonar los medios de comunicación locales introduce una avalancha de información donde es muy difícil distinguir lo real de lo falso o insidioso. Además, pone a competir la agenda de las comunidades con las decisiones de las grandes plataformas, a lo que se suman la violencia y la vulnerabilidad económica de la que se aprovechan los políticos que quieren manipular la información

No es deseable en ningún caso que en lo local se haga realidad lo dicho por Bernardo Díaz Nosty en su “hipótesis de la democracia degradada”, según la cual la prensa le apostaría al mercantilismo para subsistir y generar rentabilidad, con lo que la democracia quedaría degradada. Quizá el principal antídoto contra esto, así como contra la desinformación y la polarización, sean justamente los medios locales.

Queda la pregunta de cómo lograr las condiciones ideales para ejercer el periodismo local sin restricciones y de manera estable. Yo creo que la solución está en un esfuerzo colectivo para protegerlo y fortalecerlo. Por lo tanto, otra pregunta sería: ¿Quiénes están dispuestos a hacerlo?

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