La Cumbre UE-CELAC y el Global Gateway 2.0
El enfoque en materia de inversiones será decisivo para determinar si la relación entre ambas regiones se consolida como una alianza estratégica de largo plazo

En 2021, la Comisión Europea presentó la estrategia Global Gateway (GG) como su instrumento insignia para reforzar la influencia geoeconómica de la Unión Europea y ofrecer una alternativa a la Nueva Ruta de la Seda impulsada por China. En 2023, con motivo de la Cumbre UE-CELAC celebrada en Bruselas, se dio a conocer la Agenda de Inversiones UE-ALC, dotada con 45.000 millones de euros en financiación blanda destinada a promover proyectos estratégicos europeos en América Latina hasta 2027.
Dos años después, y a pocos días de la próxima Cumbre Presidencial UE-CELAC en Colombia, el nivel de ejecución de esa agenda sigue siendo limitado. Esto ha diluido progresivamente la ambiciosa propuesta inicial y enfriado las expectativas generadas por el Global Gateway. La situación contrasta con las directrices anunciadas por Ursula von der Leyen al iniciar su segundo mandato al frente de la Comisión, cuando instó a pasar del start-up al scale-up, es decir, de los proyectos piloto a una implementación generalizada en toda la cartera internacional de cooperación europea. Este escenario plantea interrogantes sobre el tipo de propuesta que la Comisión y los Estados miembros presentarán bajo el Global Gateway 2.0 para América Latina.
Es previsible que la cumbre de Colombia no gire exclusivamente en torno al GG ni que este sea su principal eje. Otros temas de gran relevancia estarán sobre la mesa, como la inminente aprobación del Acuerdo de Asociación UE-Mercosur, los debates geopolíticos en torno a los conflictos en Ucrania y Palestina, o las negociaciones previas a la COP30, que se celebrará en Brasil. Sin embargo, en lo que respecta específicamente a las relaciones euro-latinoamericanas, el enfoque del GG en materia de inversiones será decisivo para determinar si la relación entre ambas regiones se consolida como una alianza estratégica de largo plazo o si, por el contrario, mantiene un carácter transaccional y coyuntural.
Uno de los temas centrales será la clarificación de las perspectivas presupuestarias, tanto en relación con los 45.000 millones ya comprometidos como respecto al próximo Marco Financiero Plurianual (MFP), actualmente en negociación. Este determinará en gran medida el futuro del GG en América Latina. También será crucial definir con mayor precisión los objetivos de la estrategia, ya que hasta ahora la Comisión ha mantenido un discurso ambiguo, intentando conciliar narrativas de desarrollo con otras de carácter geoeconómico y geopolítico. Esa indefinición ha dificultado la comprensión de la iniciativa entre los socios latinoamericanos, que reclaman mayor coherencia y transparencia.
Otro aspecto clave será identificar los actores implicados. Aunque las empresas europeas estaban llamadas a ser las principales beneficiarias del GG, su participación ha sido limitada, en parte, por la falta de información y difusión sobre la iniciativa y sus potenciales ventajas. Lo mismo puede decirse de organismos multilaterales, como la CAF y el BID, que estaban llamados a articular de forma conjunta, buena parte de estas inversiones estratégicas. Además, algunos Estados miembros proponen integrar al GG sus agencias de crédito a la exportación y entidades de financiación reembolsable, como el CESCE o el COFIDES en España. Este tipo de mecanismos podría multiplicar el impacto de las inversiones, aunque también plantea riesgos de instrumentalización de la ayuda en favor de intereses nacionales.
Por último, en el plano sectorial, será determinante observar si la comisión mantiene su tendencia hacia la concentración en sectores estratégicos vinculados a la autonomía industrial europea, como ha sugerido Mario Draghi, o si opta por un enfoque más equilibrado que combine iniciativas económicas y verdes con proyectos sociales y de gobernanza. Entre estos últimos destacan el programa “Sociedades Inclusivas”, liderado por FIAP, y diversas iniciativas orientadas a la promoción de derechos humanos, lucha contra la corrupción y fortalecimiento de la democracia en la región.
En definitiva, en un contexto global marcado por la inestabilidad y la incertidumbre, la próxima cumbre ofrece una oportunidad para que Europa y América Latina consoliden una relación estratégica y de confianza mutua, basada en el respeto a los derechos humanos, al derecho internacional, y en un modelo de comercio e inversiones sostenibles que beneficie a ambas regiones.
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