Escasez de paracetamol y una incógnita sobre el autismo: la realidad cubana contradice a Trump
Las polémicas declaraciones del presidente de Estados Unidos ponen el foco sobre Cuba, una isla con un déficit de más de 400 medicamentos y donde los expertos creen que hay un subregistro de la condición


Como un profeta de la industria farmacéutica, Donald Trump agarró el micrófono desde la Casa Blanca este lunes y le mandó un mensaje a todas las embarazadas de su país: “No tomen Tylenol”, les dijo en referencia a esta marca con la que en Estados Unidos se comercializa el paracetamol. Incluso les pidió que, si era posible, aguantaran cualquier episodio de fiebre o dolor. “Luchen con uñas y dientes para no tomarlo”. Luego, repitió casi diez veces: “No lo tomen”. Aunque ese supuesto vínculo entre acetaminofén y el autismo no está respaldado por la ciencia y las organizaciones médicas salieron inmediatamente a desmentirlo, el presidente se sacó del bolsillo una prueba quizás nunca antes amasada por los investigadores: en países como Cuba, donde “no tienen dinero” y, por tanto, consumen mucho menos Tylenol, la gente apenas lidia con el autismo, la condición que en Estados Unidos presentan uno de cada 31 niños.
“Hay un rumor, que no sé si es cierto o no, de que en Cuba no tienen Tylenol porque no tienen dinero para ello y básicamente no tienen autismo. Y hay otras partes del mundo que no tienen Tylenol y no tienen autismo. Eso ya dice mucho”, dijo Trump, custodiado por su secretario de Salud y Servicios Humanos (HHS), Robert Kennedy Jr., el conocido antivacunas que ya había anunciado que destinaría esfuerzos a investigar la condición y que, para septiembre, sabrían “qué ha causado” lo que consideraban una “epidemia de autismo”.

Por el momento, la afirmación aportada por Trump que aseguraba que Cuba estaba libre de autismo queda desmentida por los números. Un artículo publicado en MEDICC Review en 2017 cita datos del Ministerio de Salud Pública de Cuba que aseguran que 1 de cada 2.500 niños cubanos había sido diagnosticado entonces con autismo. El pasado mes de abril, un medio oficial informó de que en el país existían 3 500 personas registradas con el espectro autista. También destacaron que la prevalencia del autismo es de 0,4 por cada 10.000, una tasa menor a la de otros países. Sin embargo, algunos expertos apuntan que podría deberse a un subregistro por la dificultad de establecer el diagnóstico.
“Cuba también tiene autismo. Mucho. ¿Tenemos tasas de prevalencia similares a EE UU u otros países con más recursos? Las conjeturas indican que no. Pero nada de eso está probado”, aseguró la doctora Yoysy Rondón, coordinadora nacional de Autismo y otros trastornos de neurodesarrollo en el Hospital Borrás Marfán de La Habana, en declaraciones al medio especializado Autism Sprectrum News este año. Tampoco es cierto que no se haya vendido el paracetamol en las farmacias cubanas o que los familiares desde el exterior no provean a los de la isla con medicamentos, entre ellos el Tylenol. Eso se incrementó, además, desde que en 2021 la Aduana General de la República autorizara la importación de fármacos sin límite de cantidades y exentos del pago de aranceles, en medio de la pandemia de coronavirus que agudizó la crisis sanitaria en el país.
El científico cubano Eduardo López-Collazo, del Instituto de Investigación Sanitaria del Hospital Universitario La Paz (IdiPAZ), en Madrid, aseguró a EL PAÍS que aunque reconoce que “la falta de medicamentos en la isla es notoria”, tampoco se puede decir “que no hay consumo de paracetamol”, el analgésico que comparece en el Formulario Nacional de Medicamentos emitido por el Ministerio de Salud Pública de Cuba, y que dependiendo de los países en que se ofertan adquiere otros nombres como el de Acetaminofén, Datril, Panadolo, Liquiprin y otros, hasta el popular Tylenol.
López-Collazo, por otra parte, no se atrevería a afirmar, como lo hizo Trump, que existe “una baja incidencia del autismo en Cuba, ya que tanto el diagnóstico como el seguimiento y registro de esta y otras patologías son muy deficientes debido a la crisis generalizada que vive la isla”. “Cuba no es un buen modelo para probar la hipótesis que relaciona el paracetamol durante el embarazo con el autismo”, sostuvo. También insistió en que estudios que sugieren que este tipo de hipótesis “son muy débiles y meramente de correlación”. “El consenso científico es que el autismo —o, en lenguaje más técnico, los trastornos del espectro autista (TEA)— no tiene una única causa. Por ahora, lo describimos como un conjunto de condiciones con raíces múltiples, en las que la genética y el ambiente interactúan de formas complejas”.
Algunas instituciones estadounidenses han encendido las alarmas ante las declaraciones del líder republicano. El Colegio Americano de Obstetricia y Ginecología comunicó que las sugerencias del presidente “no solo son muy preocupantes para los médicos, sino también irresponsables si se tiene en cuenta el mensaje perjudicial y confuso que transmiten a las pacientes embarazadas”. La empresa Kenvue, detrás de la marca Tylenol, insistió en que más de una década de investigaciones confirman “que no existe evidencia creíble que vincule el acetaminofén con el autismo”.
La cruzada para conseguir medicamentos en Cuba
El lunes, cuando Trump realizaba las controvertidas declaraciones que relacionaban el paracetamol y el autismo, varios activistas en la isla habían comenzado una campaña de recolección de analgésicos a través de las redes sociales, con un mensaje en el que destacaban la necesidad de recaudar paracetamol, muy usado para aliviar dolores o bajar la fiebre. Es la manera que muchos han encontrado de agenciarse medicamentos en medio de una crisis que, según el propio Gobierno, ha provocado una escasez de 461 medicinas de las 651 que conforman el Cuadro Básico de Medicamentos, es decir, el 70% de los fármacos que necesita la población.
En un grupo de WhatsApp en el que la gente pide y ofrece lo que tiene, Vero se encarga de gestionar la repartición de medicamentos en el municipio de Pinar del Río. “En las farmacias casi no hay ningún medicamento, ya no es como antes, que tú ibas con una receta”, dice. También asegura que las madres del grupo temen que sus hijos enfermen. “Que nos caigan en un hospital, porque no hay medicamentos ni hay insumos. Eso nos aterra”, confiesa.

La otra opción que les queda a los cubanos es el casi inalcanzable mercado negro. En el país circulan listas de medicamentos que en su mayoría llegan del exterior, donde no falta el paracetamol de 500 gramos y una gran cantidad de otros fármacos imposibles de encontrar en farmacias estatales.
Dianisleidys López Zayas, de Pinar del Río, madre de un niño autista de seis años que durante su embarazo nunca tomó paracetamol “porque no fue necesario”, está “decepcionada” con la atención que le brindan a niños con autismo en Cuba. Hoy tiene que comprar el valproato o el clonazepam que necesita su hijo en grupos de venta y a precios que su bolsillo no sostiene. Lo mismo le sucede a Ania Argudin Páez, cuyo hijo de 13 años padece la enfermedad de Lennox y está descompensado porque no cuenta con Clobazam. Su madre, que gana cada mes un salario de 2.800 pesos cubanos (poco más de 6 dólares en el mercado informal) tiene que comprar los blísters de pastillas a 500 y 600 pesos (entre 1 y 1,5 dólares). A veces, compra el paracetamol para aliviarle la fiebre. “Me siento muy agobiada por esta situación”, asegura. “Mi hijo depende de esos medicamentos para no convulsionar y no tenemos apoyo del Gobierno ni de ninguna institución”.
El último estudio del Observatorio Cubano de Derechos Humanos (OCDH) refleja que en estos momentos solo el 3% de los cubanos consigue medicinas en las farmacias. La causa, según han declarado las autoridades, es la ausencia de componentes importados que se usan en la elaboración de medicamentos. Pero la falta de medicamentos se suma a la escasez general en la que viven los cubanos, y que los deja horas sin electricidad, sin agua potable, sin comida y, consecuentemente, sin un sistema que garantice sus servicios de salud.
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