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Elecciones en Bolivia
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Rodrigo Paz: las razones detrás de una sorpresa electoral en Bolivia

El hijo del expresidente Jaime Paz Zamora se impuso con un discurso que propone renovación política, integración nacional, religión y capitalismo popular

Rodrigo Paz celebra su triunfo electoral con sus simpatizantes en La Paz, el 17 de agosto.Foto: Freddy Barragan (AP) | Vídeo: Reuters

La sorpresa de las elecciones de este domingo en Bolivia fue, sin duda, la victoria de Rodrigo Paz. Paz es hijo del ex residente Jaime Paz Zamora y fue previamente diputado, concejal, alcalde y senador por Comunidad Ciudadana desde 2020 hasta la actualidad.

Una semana antes de los comicios, las encuestas mostraban un empate técnico entre dos candidatos de la derecha tradicional, Samuel Doria Medina y Jorge Tuto Quiroga. No obstante, los últimos datos ya advertían de la alta volatilidad del voto, con primeros lugares estancados, un tercio de votantes indecisos y un candidato que crecía aceleradamente: Rodrigo Paz, del Partido Demócrata Cristiano (PDC). Teóricamente, Paz le disputaba el tercer lugar a Andrónico Rodríguez y a Manfred Reyes Villa. Nadie esperó que, comenzando quinto, terminaría primero sobre los viejos zorros de la política local.

Paz ganó con 32,1% de votos y Tuto Quiroga obtuvo 27%, confirmando que se estrenará la segunda vuelta. ¿Qué cambió en la política boliviana? ¿Cómo escaló Paz? ¿Quién ganó y quién perdió en los comicios? ¿Es Paz un outsider?

La victoria de Rodrigo Paz marca el agotamiento de las coordenadas que definieron la política boliviana en la última década: masismo vs. antimasismo. Su discurso se basa en cuatro pilares que, en conjunto, redefinen el juego político: renovación, integración nacional, religión y capitalismo popular. A pesar de su herencia política, Paz se presenta como un político nuevo, distinto a la política tradicional. Un plus en un contexto de crisis de representación, dada la ausencia de partidos, la caducidad de los liderazgos, el cambio generacional y la disociación entre la oferta electoral y la demanda social.

Asimismo, Paz promete reunificar a los bolivianos, divididos por el racismo y la discriminación: “Vamos a reunificar la patria”. También mencionó reiteradamente a Dios en su discurso de victoria. Por último, el PDC cuestiona el modelo estatista del MAS —“que la economía sea de la gente y no del Estado”, dice—, pero también el neoliberalismo elitista de Tuto Quiroga. En su lugar, Paz postula una tercera vía en la economía: “capitalismo para todos, no para unos cuantos”. Así, se posiciona como una suerte de outsider que divide la política entre la elite tradicional vs. el pueblo común: “Hay una Bolivia a la que no se la toma en cuenta”.

No obstante, la novedad no está solo en su discurso, sino en otra forma de hacer política que le habla a la gente sin intermediarios y con soluciones prácticas que conectan con su vida cotidiana. Su ascenso no podría entenderse sin la figura de su candidato a vicepresidente, Edman Lara, un ex policía que se hizo viral en las redes sociales por denunciar corrupción en la Policía boliviana y ser víctima de violencia física de su superior. El arrastre de Lara se debe a que representa a un ciudadano común que defiende valores morales y se enfrenta al poder estatal.

Particularmente, las redes sociales, como TikTok, han demostrado ser el mejor antídoto ante la falta de recursos y partido. Ahí reside justamente la capacidad de interpelación del binomio ganador: hablarle a la gente común que está hastiada de la política tradicional y añora una regeneración moral. Gracias a este discurso “antipolítico”, el PDC pudo traspasar las fronteras sociales y capturar a exvotantes masistas que ya no querían votar por el MAS, pero que tampoco estaban dispuestos a votar por la derecha tradicional.

A contramano, los grandes perdedores de la elección fueron dos. El primero es Samuel Doria Medina, puntero en las encuestas, quien tenía a su favor un buen eslogan, un vicepresidente técnico y una alianza con Luis Fernando Camacho, gobernador de Santa Cruz. Su derrota se explica por los efectos de la guerra sucia y la factura que le cobró contar con el respaldo del empresario Marcelo Claure y tener una imagen moderada, de un líder cercano a la izquierda: “Nada que sea tibio puede ser bueno. Ni la cerveza ni el café ni Samuel”, decía un cartel en Santa Cruz. Así, pese al mal desempeño de su vicepresidente, Tuto Quiroga capitalizó el voto duro contra el MAS, pasó a segunda vuelta y se impuso como primero en Santa Cruz.

La otra derrota fue la de Andrónico Rodríguez, que fracasó como relevo generacional de la izquierda. Un liderazgo dubitativo, una vicepresidenta controvertida y un discurso atrapado entre lo nuevo y lo viejo parecen ser los motivos detrás del 8%. Eduardo del Castillo, por su parte, tuvo su pequeña victoria al lograr salvar la sigla del MAS. Empero, el verdadero ganador fue Evo Morales, quien, sin siquiera competir, se consolidó como líder indiscutible de la izquierda, gracias a que pudo cohesionar al ámbito rural detrás del voto nulo, logrando un honroso 18%, aunque ya muy lejano a sus mayorías de antaño.

En todo caso, la victoria de Rodrigo Paz removió el tablero político porque el balotaje ya no será entre la derecha moderada y la derecha radical como se esperaba, sino entre la vieja y la nueva derecha. Es claro que Tuto moderará su discurso para intentar traspasar su nicho social, mientras Paz ya cosecha adeptos, como el propio Samuel Medina, porque nada con la corriente a su favor. Su capital político reside precisamente en no pertenecer ni a la derecha ni a la izquierda tradicional. Sobre todo, porque las elecciones del fin de ciclo de la izquierda marcan un cambio en el comportamiento electoral de los sectores populares, que ayer votaban por el MAS, pero que hoy están dispuestos a votar por Paz.

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