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El chavismo consolida su poder con mínimo apoyo popular y sin validación internacional

La mayoría de gobernaciones y escaños quedan en manos del PSUV, el partido gobernante, mientras Venezuela se encamina hacia un régimen de partido único

Nicolás Maduro enseña su documento de identidad tras votar el domingo en Caracas.
Florantonia Singer

El mapa de Venezuela ha quedado más rojo después de las elecciones de este domingo. La dominación del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) como fuerza de gobierno única, sin embargo, tiene una doble cara. La formación pierde una tajada de votos en cada votación —al menos tres millones desde que Nicolás Maduro llegó al poder en 2013—, poniendo al chavismo en sus mínimos de apoyo popular y sin validación internacional. La abstención, con estas premisas, puede considerarse como la verdadera ganadora de los comicios parlamentarios y regionales.

Los cuatro espacios que retenía la oposición se han reducido a uno, el Estado llanero de Cojedes, con una población similar a la de un municipio de Caracas. En la Asamblea Nacional han entrado un puñado de dirigentes opositores de alto nivel, encabezados por Henrique Capriles, que ya estuvo en ese papel, pero en el país antes del chavismo como un joven presidente de la Cámara de Diputados del antiguo Congreso. Faltan todavía siete meses para que asuman los nuevos parlamentarios, una bisagra en la que está por verse qué podrán hacer como diputados en un organismo que hace tiempo perdió sus propósitos y formas, que opera como brazo del Ejecutivo y que no ha visto problemas en el pasado en apagar el micrófono a los opositores durante sus intervenciones ni en revocar la inmunidad de quienes se enfrenta al oficialismo y pedir su encarcelamiento.

El que comenzará a regir en 2026 será un Parlamento dominado por los incondicionales del presidente Maduro, como Jorge Rodríguez, su esposa, la primera dama Cilia Flores, y su hijo Nicolás Maduro Guerra, enfilado como posible sucesor. No se han anunciado todavía el total de curules que podría obtener la oposición con los representantes regionales. Para estas elecciones, el Consejo Nacional Electoral (CNE) aumentó de 167 a 285 el número de plazas parlamentarias, saltándose la Constitución.

No es la primera que el chavismo domina en todos los espacios. En 2005 y en 2020, la mayor parte de la oposición jugó a la abstención y dejó la mesa servida a la hegemonía chavista. Pero hace tiempo que el Gobierno ha vaciado de poder los cargos de representación regional y local y ha impuesto un Gobierno centralista. También ha vaciado el voto, con las maniobras electorales con las que en los últimos años se asegura ventaja. Los pequeños espacios no se han traducido en una posibilidad real de convertirse en una alternativa al chavismo. La reforma constitucional y del sistema electoral que el régimen ahora ha postergado a 2026 está enfilada precisamente a consolidar esa disolución de los poderes regionales y locales para dar paso a la vieja aspiración del Estado comunal.

El domingo, el PSUV no renovó sus liderazgos regionales. En la mayor parte de los cargos hay dirigentes que se han enquistado con dos y tres periodos consecutivos, entre ocho y doce años gobernando. Pero sí se anotó la reconquista del Estado de Barinas, un símbolo de su propia leyenda. En 2021, la oposición ganó allí frente a uno de los hermanos de Hugo Chávez, y el Gobierno forzó una repetición de las elecciones en las que pudo elegir al contrincante. Pese a todo, volvió a perder. Cuatro años después, impulsado por la abstención, Barinas ha vuelto a ser controlado por la familia Chávez, con la elección de Adán, hermano del expresidente.

La victoria más sensible ha sido la Gobernación de Zulia, Estado petrolero fronterizo, el de mayor peso electoral e históricamente antichavista, donde gobernaba Manuel Rosales, un dirigente opositor moderado con aspiraciones presidenciales, que en 2024 las dejó a un lado para apoyar la candidatura unitaria de Edmundo González Urrutia.

Ni el fuerte liderazgo regional de Rosales con su partido Un Nuevo Tiempo ni su gestión pudieron sobrepasar el llamado a abstención hecho por la líder opositora María Corina Machado. Tampoco aguantó la presión que comenzó a hacer el Gobierno con una seguidilla de detenciones de alcaldes y funcionarios de esa entidad.

“Hay que levantarse rápido y sacudirse, yo sé de eso”, dijo Rosales este lunes en una rueda de prensa, en la que señaló que su partido, el único de la oposición que no ha sufrido intervenciones judiciales ni asedios sistemáticos del Gobierno, seguirá en la lucha electoral. “Espero que los que contribuyeron a que yo perdiera en el Zulia no se arrepientan”, dijo a los defensores del abstencionismo, a quienes criticó por no debatir en conjunto la estrategia para hacer frente a esta coyuntura electoral. Pidió una negociación política para encontrar una salida a la crisis institucional venezolana: “La única salida que tenemos es acordar el respeto al otro”.

Pasar el 28 de julio

El principal objetivo del chavismo este domingo no era arrasar. “Somos una gran fuerza política”, dijo este lunes Diosdado Cabello durante una rueda de prensa de balance desde el PSUV. “Pero hay que asumir esto con mucha humildad”.

La apuesta real es pasar la página del 28 de julio, con una nueva elección que pueda enterrar las irregularidades y las denuncias de fraude sobre las que la oposición liderada por Machado se preparó para poder demostrar, lo que no había sucedido antes ni tampoco este domingo. Este proceso, sin embargo, no estuvo exento de vicios, y el anuncio de resultados nuevamente ha levantado dudas.

El Consejo Nacional Electoral ha validado una participación del 42,6%, a la que le atribuyen más de cinco millones de votos. Pero los venezolanos inscritos para votar son 21 millones, una inconsistencia que hizo notar este lunes el dirigente Stalin González, electo como diputado. Con el número de votos emitidos, la participación real rondaría el 25%, mucho más parecido a lo que se vio en las calles, una de las más bajas, y una victoria de la abstención. Los números oficiales por mesa todavía no son públicos. El CNE sigue con su página web fuera de servicio desde el 28 de julio.

Las elecciones se produjeron en medio de una ola de detenciones y represión contra dirigentes y activistas políticos que llamaban a la abstención, un sector al que se busca criminalizar con denuncias de supuestas conspiraciones para cometer atentados violentos durante la jornada electoral. La capitalización de la abstención por parte de Machado como un desafío al Gobierno ha quedado clara. Está por verse lo que este episodio podrá contribuir para lograr la transición política que los venezolanos demandan.

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