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fascismo
Tribuna
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El pentateuco del fascismo

En toda sociedad hay personas que sienten que cambios económicos, culturales, tecnológicos y sociales han menoscabado la posición que les correspondería y les han dado poder a otros que no lo merecen

Mussolini como Duce durante la Segunda Guerra Mundial

Según el poema La Tierra Baldía de T.S. Eliot, abril es el mes más cruel. En abril de 2025 conmemoramos 80 años de un abril particularmente cruel. Tras el invierno más frío en su historia registrada, Europa presenció momentos dolorosos y aleccionadores. Recordemos solo algunos. El 21 de abril Hitler celebró su último cumpleaños (cumplió 56). El 23 de abril los estadounidenses liberaron el campo de concentración de Flössenburg, en donde los prisioneros extraían granito para los pabellones de Núremberg, escenarios de los congresos del nazismo, según se ve en una conocida película de Leni Riefenstahl. El 25 de abril los partisanos liberaron Milán del poder fascista; es la fecha oficial de la liberación de Italia. El 28 de abril un grupo de partisanos ejecutó a Benito Mussolini y a su amante Clara Petacci mientras intentaban pasar a Suiza a pesar de la oposición de las guardias de las SS que los acompañaban. Sus cadáveres fueron expuestos al escarnio público el 29 de abril en una estación de gasolina de la Plaza Loreto, en Milán. Ese día se casaron en un búnker en Berlín Adolf Hitler y Eva Braun. El notario citado para oficiar, en cumplimiento de las leyes de Núremberg, pidió el certificado de pureza racial del novio, y debieron mandar a buscarlo porque no lo tenía. El 30, Hitler y Braun se suicidaron en el búnker. Aún faltaban ocho días para la capitulación alemana, pero la historia ya estaba escrita.

Estos aniversarios de eventos tan instructivos sobre los riesgos del poder liberado de contrapesos pasaron más bien inadvertidos en nuestro abril de 2025, bien por la multiplicidad de noticias presentes sobre guerras y conmociones, o por la sobreabundante banalidad de las redes sociales. Sin embargo, tienen mucho que enseñar.

Para poner en contexto estas lecciones, el 16 de diciembre de 1944 Mussolini pronunció en el Teatro Lírico de Milán su último “gran” discurso, muy exitoso, los asistentes aplaudieron a rabiar, para sorpresa de los alemanes presentes, que sabían que la situación era irremediable. Antonio Scurati, en la entrega final de su pentalogía La Novela de Mussolini, titulada La fine e il principio, dice de este discurso (en mi traducción) que “en lo sustancial, es el viejo, conocido pentateuco de cada retórica fascista: traición, regreso a los orígenes, odio por el enemigo, promesa milagrera, llamado a los presentes”. En su voz clara y sonora, el Duce preguntó: ¿Quiénes traicionaron al pueblo italiano? Los que depusieron a Mussolini del poder el 25 de julio de 1943 y, bajo el pretexto de salirse de la guerra, se pasaron a los aliados: el rey, los generales, la burguesía, parte de la Iglesia. Pero el fascismo sobrevivió, el mismo que Mussolini creó en 1919, cuyos sólidos principios se remontan a la creación del Estado italiano de la mano de Mazzini en 1849, pasado glorioso. Los verdaderos enemigos de Italia y de Europa son los ingleses, con Churchill a la cabeza, quienes solo lograrán la bolchevización del continente. Alemania ganará la guerra, gracias a la unión mística entre el pueblo y su Führer y a las armas ultra modernas de que dispone. El pueblo italiano debe unirse alrededor de su líder natural (el Duce) y sus emisarios y defender al país de la invasión aliada.

Parece que estos conceptos son arquetípicos, puesto que Mussolini también los usó en el discurso en el que estableció los Fasci di Combattimento (germen del Partido Nacional Fascista), pronunciado el 23 de marzo de 1919 en la Piazza San Sepolcro de Milán, a menos de un kilómetro del Teatro Lírico. En el discurso primigenio, los traidores son quienes no valoran la participación italiana en la Primera Guerra Mundial, el origen al que hay que regresar es la necesidad de hacerse a un imperio como otros pueblos europeos. Los enemigos son los otros imperios, que se niegan a permitirle a Italia tener el suyo. La promesa es que los fascistas lograrán que Italia realice sus legítimas ambiciones por medios no precisados. La llamada a los italianos es a reivindicar la vocación imperial del país y castigar a los descreídos.

Como se ve, aunque el alfa y el omega de la oratoria fascista, separados por más de 25 años, parecen muy distintos, en realidad no lo son tanto. El “pentateuco del fascismo” de Scurati permite evidenciar las similitudes entre dos discursos que resultan siendo parecidos en sus líneas esenciales. Una hipótesis interesante, y seguramente demostrable, es que otros exponentes de movimientos afines al fascismo han seguido el mismo formato en sus alocuciones. Si consultáramos discursos de Hitler, Franco, Petain, Perón y otros epígonos más recientes, pienso que lo confirmaríamos. En todas partes es común pensar que “todo tiempo pasado fue mejor”. En toda sociedad hay personas que sienten que cambios económicos, culturales, tecnológicos y sociales han menoscabado la posición que les correspondería y les han dado poder a otros que no lo merecen. Esto se debe a la traición de quienes debieron proteger la heredad (intelectuales, académicos, medios de comunicación, empresarios cortoplacistas) y no lo hicieron, por malignidad o ineptitud. Pero aún hay salvación si se recuperan los valores primigenios. No será fácil, pues además de los traidores internos hay enemigos externos que se aprovechan de las flaquezas para perjudicar. Hay medios sencillos y directos que las élites desleales nunca intentaron por falta de fe, pero que una vez aplicados resolverán el problema de raíz, aunque solo con el apoyo irrestricto de los verdaderos fieles.

Los aniversarios de abril nos muestran lo que puede ocurrir con el liderazgo que ejecuta sus nobles propósitos de redención nacional a través de la agresión, basado en la exclusión interna y el conflicto externo. La lista de los elementos comunes de la retórica fascista es un medio para identificar tendencias peligrosas que pueden resultar en una debacle aún peor que la de 1945. Como decía Mark Twain, la historia no se repite, pero rima. Es prudente parar el oído para reconocer esa rima.

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