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En colaboración conCAF
COP30
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

América Latina redefine su rol en la gobernanza climática global

El liderazgo de Brasil fue decisivo para el lanzamiento de la ‘Decisão Mutirão’, que incluye una iniciativa colaborativa para cerrar la brecha entre ambición e implementación de los planes climáticos de los países y una plataforma de cooperación internacional orientada a la toma de acciones climáticas ambiciosas

Sesión plenaria general de líderes en la Conferencia de las Naciones Unidas COP30, en Belém (Brasil), el 7 de noviembre.

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El mundo atraviesa un momento marcado por tensiones geopolíticas y una gran urgencia climática. En este panorama, la reciente COP30 de Belém dejó preguntas y temas críticos pendientes, pero también legados significativos para la agenda climática, social y económica liderada por América Latina. Los pueblos indígenas y las comunidades locales tuvieron una participación histórica. Se lanzó un mecanismo financiero innovador para hacer rentable la conservación de los bosques tropicales. Y se asumieron compromisos de altísima importancia para la región.

El hecho de que la cumbre climática de las Naciones Unidas se haya realizado por primera vez en la Amazonia ya fue un hito histórico. En este lugar, se escenifican a la perfección las causas, los desafíos y las oportunidades de la coyuntura climática. Los asistentes pudimos presenciar la realidad de un bioma cuya vasta biodiversidad sustenta los medios de vida de millones de personas, regula los regímenes de lluvia de todo un continente y es un gran reservorio de carbono mundial; pero que ahora está cada vez más cerca de un punto de inflexión que lo llevaría a convertirse en un gran emisor de gases de efecto invernadero. En simultáneo, pudimos conocer las iniciativas concretas que se están llevando a cabo para conservarlo y regenerarlo.

Sin embargo, la Amazonia no fue solamente el escenario en el que se dieron las negociaciones. La COP30 reafirmó el rol de Brasil y América Latina como líderes mundiales que están buscando consensos internacionales de cara a la acción climática y proponiendo soluciones innovadoras ante los desafíos actuales.

Aunque el texto final de la cumbre no incluyó acuerdos vinculantes para la eliminación de los combustibles fósiles y la deforestación, Brasil adelantó el desarrollo de hojas de rutas voluntarias para ambos temas. La hoja de ruta para una “transición ordenada y equitativa lejos de los combustibles fósiles” fue respaldada por más de 80 países. Además, avanzará mediante diálogos de alto nivel, que empezarán en una conferencia en Colombia, en abril de 2026, lo cual posiciona a América Latina como una región líder en transición energética.

De igual manera, Brasil también lanzó la hoja de ruta para “detener y revertir la deforestación”, alineada con su propuesta del Tropical Forest Forever Facility (TFFF), un fondo global permanente que apunta a preservar 1.000 millones de hectáreas de bosques tropicales en más de 70 países. Para funcionar a largo plazo, el fondo busca recoger 125.000 millones de dólares: 25.000 millones de inversores soberanos y filantrópicos, y 100.000 millones de inversores privados. Durante la cumbre, se hicieron promesas que superan los 6.600 millones de dólares.

El TFFF implica algunos cambios de paradigma. A diferencia de otros grandes mecanismos como el REDD+, el TFFF incentiva la preservación del bosque en pie, en lugar de limitarse a reconocer que se evitó cierta cantidad de deforestación. De igual manera, este mecanismo plantea transitar de las donaciones a un modelo de inversiones, para que la conservación de los bosques tropicales sea más rentable que su deforestación.

Por otro lado, el TFFF contempla la asignación del 20% de los fondos directamente a los pueblos indígenas y comunidades locales. Con esto, se convertiría en su mayor fuente de financiamiento a nivel mundial. Lo cual es relevante porque, si bien el 80% de la biodiversidad se encuentra en los territorios de los pueblos indígenas y las comunidades locales, ellos reciben menos del 1% de la financiación climática.

Todas estas iniciativas fueron relevantes. Sin embargo, otro tema central de la COP30 fue la participación de los pueblos indígenas. Belém también acogió la mayor delegación indígena en la historia de las COP de clima, con más de 3.000 representantes, quienes expusieron las diferentes iniciativas ambientales, sociales y económicas que están liderando por la conservación y quienes pudieron manifestar en las calles, pacíficamente, sus reivindicaciones frente a la acción climática actual. Algo que no había sucedido en las últimas tres cumbres climáticas.

También, en Belém se adoptó el Compromiso Intergubernamental de Tenencia de Tierras, que busca reconocer derechos de los pueblos indígenas y comunidades locales sobre 160 millones de hectáreas, incluidas 63 millones en Brasil. Y el Forest Tenure Funders Group prometió 1.800 millones de dólares para apoyar estos procesos durante los próximos cinco años. Los pueblos indígenas fueron incluidos en el texto final. Incluso, por primera vez en la historia, la declaración final mencionó explícitamente a las poblaciones afrodescendientes.

Bajo el liderazgo de América Latina, también se logró que 195 partes aprobaran el “Paquete de Belém”, en el que se acuerda triplicar los fondos de adaptación para 2035. Esto significa que nuestra región —una de las más vulnerables al cambio climático— tendrá un mayor acceso a recursos para infraestructura resiliente, agricultura climáticamente inteligente y protección urbana frente a eventos extremos.

Esta COP30 se caracterizó por el “Mutirão” para hacer un llamado al espíritu colaborativo. Esta palabra, proveniente de la lengua indígena Tupí-Guaraní, se refiere a un esfuerzo colectivo para lograr un objetivo común. Bajo ese necesario enfoque de multilateralismo y colaboración, el liderazgo de Brasil fue decisivo para el lanzamiento de la Decisão Mutirão. Esta incluye el Acelerador Global de Implementación: una iniciativa colaborativa para cerrar la brecha entre ambición e implementación de los planes climáticos de los países. Y la Misión Belém para 1,5°C: una plataforma de cooperación internacional orientada a la toma de acciones climáticas ambiciosas.

En The Nature Conservancy (TNC) hemos trabajado por más de cuatro décadas en la región, a través de la colaboración radical con todos los actores de la sociedad y tenemos la certeza de que este es el único camino hacia un desarrollo sostenible y más equitativo.

Aunque faltaron algunos consensos clave y quedamos a la espera de que estos compromisos se materialicen efectivamente, también debemos reconocer que durante esta COP de Belém se concretaron avances que permitirán escalar y amplificar las soluciones que necesitamos. Y que América Latina, encabezada por Brasil, lideró —y está llamada a seguir liderando— estas transformaciones tan decisivas para el futuro de nuestras economías y sociedades.

Este espíritu de liderazgo, innovación y colaboración es el mayor legado que la COP le dejó a nuestra región.

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