Integrar los espacios verdes para transformar barrios marginados de Buenos Aires
Un grupo de vecinos de Villa 20, uno de los barrios informales más grandes de la capital argentina, ha diseñado espacios verdes que ayudan a mitigar los efectos del cambio climático

EL PAÍS ofrece en abierto la sección América Futura por su aporte informativo diario y global sobre desarrollo sostenible. Si quieres apoyar nuestro periodismo, suscríbete aquí.
Cuando el sol raja la tierra de la Villa 20, uno de los barrios informales más grandes de Buenos Aires, el calor asciende de las calles y una humedad densa sube por las paredes de ladrillos desnudos, techos de chapa y cables que cruzan de un lado a otro, una arquitectura hecha de decisiones urgentes. La tarde primaveral se extiende, el barrio rebosa de movimiento, pero en los pasillos laberínticos y las casas reina la oscuridad. Allí, donde florece el cemento y las calles angostas con agua estancada, un grupo de vecinos se organizó para diseñar espacios verdes que ayuden a mitigar los efectos del cambio climático, aunque enfrentan múltiples desafíos.
Mariana Aguirre recuerda cada ola de calor de los últimos años. “Tratamos de sobrevivir”, dice. “Se corta la luz, no hay agua, no hay sombra, no corre aire”, describe. Como ella, más de 20.000 habitantes del asentamiento popular de 50 hectáreas ubicado al sur de la capital argentina viven en condiciones de hacinamiento, sin infraestructura adecuada ni espacios verdes.
La zona fue urbanizada en la última década. Se construyeron más de 1.600 viviendas nuevas en edificios bajos, se instalaron servicios básicos y se abrieron calles para integrar el barrio al resto de la ciudad. En el resto del asentamiento, se hicieron intervenciones para mejorar las construcciones más precarias, aunque insuficientes, según relata Aguirre. Pero la urbanización relegaba la construcción de parques y arbolado que ayude a reducir las temperaturas, absorber agua de tormentas y aportar espacios de esparcimiento y recreación.
En 2022, investigadoras del Instituto Internacional de Medioambiente y Desarrollo (IIED-América Latina, por sus siglas en inglés) y el Instituto de Medioambiente y Seguridad Humana de la Universidad de las Naciones Unidas (UNU-EHS) diseñaron un Laboratorio Urbano junto con autoridades locales y la comunidad para implementar soluciones basadas en la naturaleza, acciones que permitan enfrentar los desafíos del cambio climático e incorporar infraestructura verde, como canteros (jardines), árboles, plantas verticales y huertas.

Pero, al comienzo, la comunidad mostró resistencia a la propuesta. Laura Arévalos, residente de la villa hace 30 años, no creía necesario incorporar la dimensión ambiental. “Nos hablaban de árboles y nosotros sólo queríamos que construyeran más viviendas”, dice la docente que hoy habita uno de los apartamentos nuevos, en un área bautizada como Barrio Papa Francisco. “En lugar de espacios verdes queríamos más metros cuadrados de casas”, recuerda.
Pero con el tiempo, ella y otros vecinos comprendieron la importancia de que la urbanización incluyera la “mirada ambiental”. Primero, querían garantizar las condiciones de habitabilidad, “que todo el barrio tuviera luz y agua”, remarca. Cuando vieron que el cemento se abría paso en calles y aceras, comprendieron el valor del verde, la ventilación y la sombra.
El primer paso fue identificar zonas estratégicas donde realizar intervenciones concretas, explica Jorgelina Hardoy, coordinadora e Investigadora Senior del IIED-América Latina. “Empezamos a soñar un conjunto de soluciones que integren el verde y el azul”, dice. La infraestructura verde se aplicó en pasajes, calles, plazas y el patio de una escuela a la que asisten niños y niñas que viven en el propio asentamiento.
Durante el proyecto, se instalaron plantas nativas y trepadoras, canteros, jardines de lluvia y árboles. “Reemplazamos suelos impermeables, trabajamos con materiales reciclables construidos por los propios vecinos”, detalla. Además, impulsaron capacitaciones que permitieran sostener el proyecto en el tiempo. “Se generó un recorrido ambiental en el barrio”, explica Hardoy.
Flávia Guerra, experta senior de UNU-EHS y coautora del trabajo Soluciones basadas en la naturaleza para la adaptación al cambio climático y la resiliencia en asentamientos urbanos informales, reconoce que no se hallaron todas las soluciones, aunque sí se trata de un primer paso positivo y exitoso que podría expandirse en el futuro a otros asentamientos.

“Un reto grande para el diseño de políticas públicas de estas características es la falta de datos que enseñen el valor de las soluciones basadas en la naturaleza. Trae beneficios climáticos-ambientales, pero también nuevos conocimientos a los propios vecinos”, resalta.
En 2024, el proyecto fue premiado en la COP29 de Baku, donde se destacó el trabajo del IIED-AL por combatir los impactos del empeoramiento de las olas de calor en los vecinos de Villa 20.
“Los espacios verdes no alcanzan para todo el barrio”
Si bien se incorporaron plazas, canteros y corredores verdes para mitigar el calor y las inundaciones, la mayoría de las mejoras se concentraron en el sector recientemente urbanizado. Aunque las pequeñas plazas no cuentan con árboles suficientes, hay poco césped y escaso mantenimiento, al igual que en las pérgolas y enredaderas, lo que dificulta el aprovechamiento cotidiano de la comunidad. Los vecinos señalan la responsabilidad de las autoridades municipales locales, a las que responsabilizan por el abandono de la zona.
Además, en el resto de la Villa 20 —“el macizo”, según lo llaman los vecinos— la infraestructura verde es casi inexistente y la posibilidad de aplicar este tipo de soluciones es menor, debido a la falta de espacio. “Diseñamos soluciones dentro de las posibilidades de recursos, espacios físicos disponibles y avance de obras”, argumenta Hardoy. “Se identificaron zonas estratégicas donde intervenir y acciones concretas”, sintetiza la experta.

Mabel Mamani, vecina y coordinadora de un comedor comunitario, asegura que “los espacios verdes no llegan a todo el barrio”. La mujer está molesta por el abandono de obras de infraestructura esenciales para el barrio y de los espacios públicos. “Un día de calor, la gente busca refrescarse como puede; no todos tienen aire acondicionado”, afirma.
Mariana Aguirre cree que el mayor desafío es garantizar agua potable e incorporar espacios verdes en los pulmones de manzana de las zonas más hacinadas, donde las viviendas —sin acceso a luz natural ni ventilación adecuada— se conectan mediante pasillos estrechos que en días de calor vuelven el aire irrespirable y cuando llueve se inundan.
“Hay vecinos a los que no les llega el agua. Necesitamos servicios públicos de calidad y plantar árboles para absorber la humedad. Se necesita ventilación y vegetación”, opina Nelson Callejas, otro vecino. Para Arévalos, es fundamental que el Estado garantice el mantenimiento de los espacios. “Los propios vecinos cortan el pasto y riegan árboles. Se hace todo a pulmón”, lamenta.

Un modelo con potencial
Guerra señala que la implementación de soluciones naturales es un desafío en países del Sur Global, donde los asentamientos informales tienen características similares. La especialista explica que son proyectos de bajo costo, escasa o nula implementación tecnológica y posibles de implementar por la propia comunidad. “Se podrían aplicar en otras ciudades adecuando las herramientas”, enfatiza.
Para Hardoy, es clave que los proyectos de reurbanización incorporen la perspectiva climática. “Hay que mirar todo en un conjunto. Es viable y no implica que para construir parques se deje de lado el acceso al agua potable”, asegura.
En la Villa 20, los vecinos oscilan entre la desilusión de promesas incumplidas y reclamos por mejoras habitacionales, y la esperanza de que se multipliquen las áreas verdes. “Después de tanta lucha, hay muchas cosas que no logramos y es frustrante”, lamenta Mamani.
“Estamos dejando una huella para que la continúen los más chicos”, reflexiona Arévalos. Y concluye: “Todos queremos parques, imaginate un poco de verde en medio de una ola de calor. En el fondo, queremos tener lo mismo que hay en otros barrios de Buenos Aires”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Más información
Una obra de teatro comunitario invita a recuperar espacios verdes en Buenos Aires









































