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En colaboración conCAF
COP30
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Brasil puede liderar al mundo en la COP30

La cumbre de Belém no solo pondrá a prueba la durabilidad del Acuerdo de París, sino que examinará si el mundo aún es capaz de unirse para enfrentar amenazas globales en tiempos de fractura y desconfianza

Brazil COP30

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Sí, 2025 está siendo un año difícil. Pero si hay un país capaz de ofrecer lo que se necesita en la COP30, ese es Brasil. La tarea que enfrenta la presidencia brasileña va más allá incluso de los momentos más desafiantes en los 30 años de historia del proceso climático de la ONU. La cumbre de este año en Belém no solo pondrá a prueba la durabilidad del Acuerdo de París, ya con una década de vida, sino que examinará si el mundo aún es capaz de unirse para enfrentar amenazas globales en tiempos de fractura y desconfianza.

Una narrativa peligrosa

En muchos países, incluido Brasil, el debate público sobre el clima ha sido secuestrado por quienes sostienen que no es el cambio climático lo que más amenaza a las personas, sino la acción climática. Esta narrativa falsa gana terreno incluso mientras las inundaciones, sequías, incendios y el aumento del nivel del mar se aceleran ante nuestros ojos. El consenso científico sobre la cercanía de puntos de inflexión planetarios nunca ha sido tan claro, y aun así, las voces del retraso insisten en centrar la atención no en los impactos, sino en los costos de las soluciones.

Al mismo tiempo, el contexto más amplio de la COP30 es desalentador. La cumbre se celebrará en medio de ataques abiertos al orden multilateral que ha definido la cooperación global desde mediados del siglo XX. La COP30 deberá, por lo tanto, ir más allá de acordar textos; tendrá que demostrar que la colaboración entre fronteras es posible - e incluso indispensable - aun en medio de una geopolítica polarizada.

Más allá de la negociación, también existe la necesidad urgente de transformar el propio proceso climático internacional. Durante tres décadas, las negociaciones han sido el eje central. Ahora, con la ciencia más apremiante y las soluciones más disponibles, la tarea no es solo acordar marcos, sino acelerar la acción real sobre el terreno. No sorprende que muchos observadores describan el reto del presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, este noviembre como casi imposible. Pero no es imposible.

El efecto París

Diez años después, el Acuerdo de París está funcionando. Sus efectos dominó han reconfigurado políticas energéticas, reorientado flujos de capital y desatado una revolución tecnológica. El “efecto París” se ha vuelto tan poderoso que hoy trasciende complejidades geopolíticas: los países despliegan energía limpia no porque sea una moda, sino porque es más barata, más segura y más abundante que las alternativas fósiles.

Brasil cuenta con un viento de cola decisivo: la clara superioridad de las soluciones de tecnología limpia. La energía renovable ya no es un nicho—es ahora la base de una nueva economía. La vieja economía fósil, que impulsó tanto la prosperidad como el daño planetario, está siendo presionada por todos los frentes.

Económicamente: nueve de cada diez proyectos renovables son más baratos que sus competidores fósiles. La energía limpia está devorando los márgenes de ganancia de las petroleras y gasíferas. En el Sur Global, muchos países están dando un salto directo hacia la solar y la eólica, a menudo más rápido de lo que reflejan las estadísticas. Incluso en Estados Unidos, con una administración más favorable a los fósiles, las petroleras están perdiendo empleos, mientras que el 99,7% de la nueva capacidad eléctrica que entró en operación en julio fue limpia.

Legalmente: la histórica opinión consultiva de la Corte Internacional de Justicia, emitida este julio, sentó nuevas bases de responsabilidad, afirmando que los Estados tienen la obligación de actuar frente al cambio climático. Este fallo aumentará el escrutinio sobre proyectos fósiles existentes y propuestos.

Políticamente: pese al ruido, el apoyo público a la acción climática sigue siendo alto en todo el mundo. Los impactos crecientes erosionan poco a poco la licencia social de los combustibles fósiles y fortalecen el mandato para una transición limpia.

La oportunidad de Brasil

Esta convergencia de presiones - económicas, legales y políticas - abre una oportunidad única para Brasil. La COP de Belém puede ser recordada como el momento en que la diplomacia climática internacional pasó, de manera decisiva, de las promesas a la entrega de resultados.

Brasil tiene todas las razones para liderar. Ya es un referente mundial en energía limpia, con abundantes recursos hidroeléctricos, eólicos y solares. Es el guardián del Amazonas, cuya salud es esencial para estabilizar el clima. Es el hogar de las Convenciones de Río, que sentaron las bases de la diplomacia ambiental moderna. Y goza de un nivel de confianza en el Sur Global, incluido dentro de los BRICS, que pocos otros países pueden reclamar.

La COP30 ofrece a Brasil la oportunidad de volcar todo su peso político en el impulso de las tecnologías limpias y de posicionarse como campeón de un nuevo orden económico liderado por el Sur Global. Hacerlo no solo reforzaría la ambición internacional, sino que también generaría impulso político interno, convirtiendo a Belém en la “COP del pueblo”.

Lo que debe lograrse

Para ser creíble, Belém debe aportar mayor claridad sobre cómo y cuándo el mundo “transitará fuera de los combustibles fósiles”- un compromiso asumido por primera vez en Dubái en la COP28. Cualquier cosa menos significaría desperdiciar el progreso de la última década y traicionar las crecientes expectativas de la ciudadanía mundial.

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