Juan Josué Chel: el maestro guatemalteco que regala experiencias
El profesor enfrenta la deserción escolar con un plan: celebrar en un viaje con sus alumnos que completaron primaria

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Cada año, en una remota aldea de la sierra de Quiché, un grupo de estudiantes rompe la rutina escolar realizando una excursión única, y que sucede gracias a pequeños gestos y apoyos de personas desconocidas para ellos.
Dejan atrás los cerros, el lodo y la neblina para conocer un país que solo han visto en libros. Al frente va Juan Josué Chel, un maestro ixil de pocas palabras y muchas acciones, quién convierte rifas y colectas en viajes. Este año, sucedió mientras una huelga docente paralizó las clases en Guatemala durante 79 días, dejando a más de 300.000 niños sin clases, ni refacción escolar.
Santa Clara Chajul, ubicada al norte de Alta Verapaz, es una de las aldeas mas olvidadas de Guatemala. Fundada por ex integrantes de las Comunidades de Población en Resistencia, CPRs, sobrevivientes del conflicto armado interno, hoy enfrentan otros retos como la desnutrición infantil que afecta al 58% de sus habitantes y el analfabetismo del 45%, según datos del INE.
Cada lunes, Juan Josué se monta en su motocicleta y atraviesa las montañas de Quiché hacia la escuela donde enseña a niños de primaria de una comunidad que carece de electricidad, de agua potable, de caminos pavimentados. En época de lluvia, el lodo convierte las veredas en trampas de seis horas a pie. Pero eso no lo detiene. Lleva veinte años haciendo ese recorrido, dos veces por semana. En el 2005, cuando comenzó daba clases a tres grados distintos. Para llegar, se tardaba dos horas en carro y seis a pie. Su salario era de menos de 200 dólares al mes, y aunque ha subido un 4% anual, es insuficiente tomando en cuenta las condiciones extremas en las que trabaja.
Cada semana transita una carretera que ha sido inaugurada al menos cuatro veces por distintos presidentes y ministros de comunicación, pero que la corrupción no mantiene en pie. Alquila un cuarto en la aldea y regresa a su casa solo los viernes, cargando consigo la rutina del abandono estatal.
Pero Chel es de los que “dan la milla extra”. Por eso organiza este viaje anual como “un premio para mis estudiantes por haber llegado al último grado de la primaria. Para mi es parte de una convivencia, hemos compartido durante mucho con ellos” comenta.

En julio de 2025, mientras Guatemala estaba paralizada por una huelga promovida por el Sindicato de Trabajadores de la Educación de Guatemala (STEG), Chel organizaba su octava excursión escolar con más de 25 infantes.
El paro, liderado por un controversial Joviel Acevedo, fue visto por la ciudadanía como una maniobra política, más interesada en negociaciones de poder que en mejorar la educación pública. Afectó principalmente a estudiantes de primaria en áreas rurales. En regiones como Chajul, donde el 88% de la población vive en pobreza, las escuelas no son solo centros educativos, sino también comedores para niños que dependen de los desayunos escolares para alimentarse.
De cada 100 niños que inician la primaria, al menos 15 abandonan la escuela cada año. Y según Unicef, uno de cada tres no llegará a sexto grado. Frente a esas cifras, Chel no se rinde. “Muchos de estos niños no conocen un semáforo, nunca han salido ni si quiera a la cabacera departamental”. Por eso cada excursión es una hazaña. Solo en transporte para salir de la aldea se gasta mucho más de lo que Juan Josué gana en un mes de trabajo.
Una red solidaria que crece
La primera excursión, hace más de diez año fue financiada vendiendo gelatinas y haciendo rifas. Pero también con apoyo de personas de la capital que se enteraron por una publicación en la prensa.
En La Antigua Guatemala, hay alguien que espera al grupo de niños y niñas de Chajul. Una de ellas es Suzane Brichaux. Conoció a Juan Josué, antes de la pandemia, cuando lo recibió en el Cerro de la Cruz con un bocadillos para sus alumnos y mucha curiosidad. Desde entonces, siempre apoya la excursión. “Siempre salgo más cargada de esperanza y gratitud”, reconoce.
Suzane ha co- organizado visitas a monumentos, tardes de piscina y partidos de fútbol. Le impresiona ver cómo los chicos y chicas descubren por primera vez el mar, la ciudad o un valle. “Eso les marca la vida, y también nos marca a quienes estamos alrededor del proyecto. Las respuestas para transformar Guatemala están aquí, sobre todo en lo rural”. Para ella, acompañar al profe Chel no es solo un acto de apoyo: es un recordatorio de que en cada rincón del país hay líderes silenciosos capaces de modificar destinos.
“Me preguntaba si había llegado en avión. Para ellos esa salida es una experiencia que les cambia la vida”. cuenta Sofía Cabrera, atetla profesional y una de las madrinas de la excursión y que beca también a un niño. Ella los acompañó al zoológico: “Estaban muy contentos, corrían de un lado a otro, creo que se sentían como en otro país, lejos de casa. ¡Me contaron que se habían tardado 18 horas en llegar! Eso lo sienten como un un viaje muy lejano y creo que les ayuda muchísimo para soñar más grande”.
Cada excursión es distinta. En 2017 caminaron durante horas entre deslaves; en 2018 vieron el mar por primera vez y visitaron el aeropuerto La Aurora. Un año después, bailaron en el Centro Cultural de España y conocieron el transmetro. En 2024, saludaron al presidente Bernardo Arévalo y navegaron en lancha por el Lago Atitlán.

Robert Gröllen, un austríaco que nunca conoció la aldea, apoyó durante años enviando 20 euros mensuales. Al fallecer, su hijo Richard pidió donaciones para continuar el legado solidario de su padre. Reunieron 800 euros, claves para hacer posible la excursión de este año.
En 2025, acompañados también por el profesor Gaspar Chávez Pérez, visitaron la Feria del Libro y recibieron ejemplares gestionados por la periodista Claudia Navas. También viajó con ellos la economista Vivian Guzmán, quien destaca a Chel como un maestro que trasciende el aula y lucha contra la exclusión de las comunidades indígenas, donde la pobreza y la desnutrición son barreras cotidianas. “Apoyar aunque sea a un niño cambia todo”, afirma Sofía Cabrera. Y en Santa Clara, cada excursión se convierte en un acto de resistencia.
No existe un estudio que diga que llevar a los niños de excursión disminuye la deserción escolar, pero Chel está convencido de que esas experiencias abren puertas que ningún aula puede ofrecer.
Y el hecho de que Juan Josué no participe en la huelga no quiere decir que crea que todo está bien, pero reconoce que durante este gobierno se duplicaron los útiles escolares y se asignó más presupuesto a la alimentación escolar. Aunque siempre parece insuficiente. “Necesitamos becas, computadoras y un techo para la cancha”, dice Chel al Ministerio de Educación.
Anabella Giracca, ministra de Educación, calificó a Chel como un maestro ejemplar. “En Santa Clara Chajul, donde la pobreza extrema limita los sueños de la niñez, Juan Josué Chel demuestra que enseñar también es llevar a sus alumnos a vivir, tocar y respirar el conocimiento, rebasando el aula para transformar la educación en una experiencia de vida”, afirma.
El maestro Chel da clases en el área ixil, el lugar en dónde se dio un genocidio y que registra la tasa de desnutrición infantil más alta de América Latina (58%), y en donde la migración de jovenes o niños no acompañados hacia Estados Unidos alcanza cifras alarmantes. Solo en el 2013, unos 12.800 niños fueron detenidos en la frontera. Chel enfrenta la deserción con lo que tiene a mano: persistencia, creatividad y una red solidaria que lo acompaña. “El 3% de mis alumnos ya se fue a Estados Unidos”, lamenta.
Por eso resistir, y darles esta experiencia es importante. Al volver a Santa Clara Chajul, Juan Josué proyectó en la escuela que funciona con paneles solares, las fotos de la excursión para muchos padres que no tienen celular ni computadora.
A veces, la comunidad agradece con lo que tiene: elotes, manzanas, caña de azúcar, tejidos hechos a mano. Es su manera de devolver el gesto, con la misma generosidad que reciben.
Juan Josué carga años de caminos rotos y una espalda adolorida, pero eso no lo detiene. Acaba de conseguir una donación de 21 computadoras para sus alumnos, ahora está buscando software y ratones para completar el equiplo.
Ahí sigue soñando con la próxima aventura para sus alumnos. Sabe que los logros que valen no se miden en estadísticas: son un niño con su primer libro, una madre llorando al ver a su hija frente al mar, una niña que sueña con ser ministra y un estudiante que quiere ser maestro, un buen maestro, como él.
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