El hockey inclusivo en Argentina, una excusa para hacer amigos y derribar prejuicios
Silvina Forrester fundó el club Lionas y Liones tras notar el impacto positivo del deporte en su hija con síndrome de Down. Actualmente, cerca de 50 personas entrenan y participan en giras por el país

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El ritual se repite los domingos por la mañana en el Polideportivo Onega de Villa Devoto, Buenos Aires. En una cancha de césped sintético, durante un día de luz, un grupo de jugadores y jugadoras se reúne a practicar hockey. Antes de llegar, desde lejos se escucha el golpe seco y hueco del palo contra la bocha. El sonido produce un eco breve, casi metálico.
Dentro de la cancha, se forma una ronda para comenzar el entrenamiento. “¿Cómo les va hoy? ¡Vamos, Sofi! ¡Vamos, Cande!”, apura la profe Silvina Forrester. “Todos celebran que Micaela cumple 15 años y pasa al plantel superior. La escena se repite en algunos de los cientos de clubes donde se practica un deporte con tradición en Argentina. Pero este tiene algo particular. Lionas y Liones es un club de hockey inclusivo, que nació en 2017 con la idea de generar un espacio de deporte y autonomía para personas con trastornos del desarrollo, síndrome de Down y autismo, entre otros.
La profe que alienta y organiza el entrenamiento es madre de Clara, una joven con síndrome de Down. Al notar los cambios físicos y emocionales que el deporte generaba en su hija, Forrester decidió invitar a otras familias, expandirse e ir más allá. Junto a su marido, creó la Fundación Argentina de Hockey Inclusivo, que da clases a unas 50 personas de cuatro a 40 años, y ofrece charlas en escuelas y clubes para fomentar la inclusión en el deporte.

“Me enteré de que Clara iba a nacer con síndrome de Down cuando estaba embarazada”, cuenta Forrester, también presidenta de la Fundación. “Siempre sentí que ella iba a ser feliz haciendo un deporte en equipo. Yo jugué al hockey toda mi vida y mis hijos al rugby. Por supuesto que siendo muy chiquita le dimos el palo y la mandamos al club”.
Clara empezó jugando en el Belgrano Athletic Club. Pero un día su mamá hizo lo que ella llama un clic, que en realidad es construir una alternativa colectiva a una demanda de su hija. “Le dije a mi marido: ‘Ya está. Tenemos que empezar a construir un hockey inclusivo. Un juego mixed abilities [con habilidades mixtas], en el que participen todos’. Clara necesitaba otra cosa. Hay una gran diferencia en la velocidad y en las capacidades motoras en el caso de algunas discapacidades. También se va armando una brecha más allá del hockey. Por ejemplo, iba a entrenar y la ponían en los partidos, pero no la invitaban a las reuniones antes de irse al boliche”, cuenta.
Al principio fueron una decena de chicos y chicas. Después el número fue creciendo y corrió la voz por la ciudad. “Hoy Clara tiene 40 amigas en este club. Vos podés trabajar para darle una vida inclusiva, pero la sociedad no está preparada para eso. Acá se siente cómoda. El hockey es la excusa: pasa a ser una herramienta para muchas cosas en la vida. A las madres de los más chiquitos les digo: ‘La independencia comienza ahora en el club. No cuando tenga 18 años’”, dice la profesora.
“Un chico sin autoestima no va a llegar a nada”, también agrega. Integrarse a un grupo. Disfrutar de hacer algo con otros. Aumentar la concentración y la atención. Y, quizá lo más importante, vivir lo hermoso de estar en grupo. “Siento que la inclusión verdadera no existe porque le queremos exigir a los chicos más de lo que pueden. ¿Cómo se logra una vida inclusiva? Con la colaboración del otro. Mirarlo para saber qué necesita. Muchos llegaron solos. No jugaban ni se animaban a agarrar el palo. Hoy están integrados al grupo y lo disfrutan. Para muchos es un avance impresionante terminar jugando solos en una cancha de hockey. Hay otros que quizá no pueden, pero ya están acá, se animan a entrar y jugar acompañados”, recuerda Forrester.

El club se divide en tres categorías: infantiles, juveniles y plantel superior. La formación de los docentes es clave para los entrenamientos, que se sostienen por un bono de contribución que pagan los jugadores y por el aporte de algunas empresas privadas. Por supuesto que se enseña a conocer la bocha y el palo, los pases básicos y el cambio de dirección. Pero hay cosas más difíciles de enseñar.
“Es un aprendizaje que va mucho más por lo emotivo. Si querés que hagan un circuito, le explicás la primera parte con paciencia. Después la segunda y siempre con constante aplauso. No puedo pretender que mis chicos vayan a jugar un partido con la mejor división de hockey y lo hagan igual. Pero sí quiero que puedan jugar”, insiste la profe.
Clara Martín y Herrera es jugadora del club Champagnat y entrenadora de Lionas y Liones desde el momento de su creación. Conoce a muchos jugadores desde que eran chicos y ya son adolescentes. Le emociona ver el crecimiento y enseñar hockey como una forma de abrir puertas. “La pasan bien y eso es emocionante. Intentamos enseñarles el deporte y sus valores, además de acompañarlos. Con el tiempo vas viendo los frutos. Algunos no podían ni agarrar el palo por la inseguridad y ahora están jugando solos e integrados al equipo”, dice.
Como muchas buenas docentes, ella piensa la enseñanza como un proceso de diálogo y liberador. “Disfruto mucho estar con los chicos. Me brindan un amor absoluto y me hacen sentir muy bien. Si tuve un día malo, sé que vengo al club y la voy a pasar bien. Eso es impagable”.

“Soy la culpable de que esto exista”, cuenta con una sonrisa Clara Gorrissen, hija de Forrester. Está entusiasmada por el viaje que están por hacer con el club a Mar del Plata. “En la cancha me siento muy bien y estoy contenta de estar acá. Estoy de novia hace 16 meses: se llama Facu y también juega en el club”, cuenta Clara, que también practica gimnasia y está haciendo una formación audiovisual.
“En los viajes pasa de todo”, agrega Mercedes Arias, jugadora del club. “Hay fiestas, risas, charlamos y la pasamos bien”. Con una sonrisa pícara pregunta: “¿Podés poner que soy subcapitana?.
-¿Qué es lo que más te gusta del club?
-Que hay mucho amor. Me encanta jugar acá porque están mis amigas y lo hago bien. También me gusta dar pases. Entreno para motivarme y motivar a otros.
-Supongo que hacer goles también te gusta…
-¡Obvio! Eso es lo máximo.
-¿Cuál es tu sueño con el hockey?
-Ser famosa.
El entrenamiento está terminando. Hay una ronda final. Forrester recuerda que deben vender las rifas para el viaje a Mar del Plata. Llama a dos jugadoras por aparte para mediar en un conflicto. La discusión termina en un abrazo. En la mañana de Villa Devoto se mantiene la luz, como si la claridad no proviniera solo del cielo, sino también del grupo y su energía.
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