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En colaboración conCAF

Ellas en las montañas: las brasileñas se organizan contra el miedo y el machismo en los caminos

Los grupos de montañismo exclusivos para mujeres florecen en Brasil ante un entorno hostil y a menudo peligroso para las que viajan solas

Mujeres montañismo en Brasil

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Cuando las brasileñas Natália Cruz y Juliana Santiago pasaron cinco meses viajando por Latinoamérica con una mochila a la espalda, recibían un constante bombardeo en redes sociales de otras mujeres rebosantes de curiosidad. Además de las preguntas clásicas: cómo llegar, qué ver..., también había otras relacionadas con el hecho de ser mujeres: ¿Es peligroso? ¿Se sienten seguras? Fue entonces cuando a Santiago, que ya tenía una agencia de trekking en Río de Janeiro, se le encendió la lucecita: había ahí una demanda para impulsar grupos solo para mujeres. Lo cuenta por teléfono Cruz, su pareja y aliada: “Viajando siempre veíamos más mujeres que hombres, y algunas contaban experiencias no muy agradables, incluso de abusos… Se sentían muy vulnerables porque estaban en lugares aislados, donde no había cómo pedir socorro”, dice. De ahí salió Elas nas montanhas (ellas en las montañas), una agencia nacida en Río de Janeiro, pero sin dirección fija, y que ellas prefieren llamar “comunidad”, que organiza viajes por Brasil y por Latinoamérica solo para mujeres.

Nació hace dos años y de momento ya cuenta con más de un centenar de asiduas. La mayoría de las participantes son principiantes y tienen entre 25 y 60 años. Últimamente, grupos de este tipo se han ido multiplicando en todo el país. “Cuando hay más de una mujer, se intimida más a los hombres. El simple hecho de posicionarnos, de estar juntas, ya acaba generando una protección”, cuenta Cruz. Asegura que hasta ahora no han pasado por ninguna situación desagradable, pero, por si acaso, cuentan con una aplicación que permite pedir socorro instantáneo aún en lugares sin cobertura. Uno de los retos que tienen previsto en los próximos meses es subir el Monte Roraima, una exigente expedición de una semana en el techo de Brasil, fronterizo con Venezuela.

Para las mujeres, y sobre todo en Latinoamérica, el miedo a viajar solas en entornos como selvas o montañas no nace de la nada. El año pasado, Brasil asistió atónito a la triste historia de Julieta Hernández, una artista venezolana que se definía como payasa y nómada que viajaba por la Amazonia brasileña en bicicleta rumbo a Venezuela. Fue violada y asesinada cruelmente por una pareja que vivía en el albergue donde se hospedó. El crimen generó una ola de indignación y de solidaridad entre colectivos ciclistas y feministas, y reabrió el debate sobre las amenazas a la integridad física de las viajeras. No hay datos oficiales específicos sobre los crímenes sexuales y abusos sufridos por mujeres que viajan solas, pero los datos más recientes del Anuario de la Violencia de Brasil, desvelan que en 2023 hubo más de 75.000 casos de violencia contra mujeres, un aumento del 24,4% respecto al año anterior. De ese total, casi 4.000 son homicidios. El informe recuerda que la mayoría de agresiones suceden en el ambiente doméstico y por parte de la pareja o un familiar, pero, aun así, aventurarse en ambientes naturales y rurales poco frecuentados sigue provocando cierto temor.

Miembros de 'Elas nas montanhas' durante una excursión en Río de Janeiro.

Cruz asume que Sudamérica sigue siendo “muy machista” (sobre todo algunas zonas rurales de Argentina, Chile y Bolivia, dice), pero añade que, al final, en sus viajes, siempre se ha encontrado con otras mujeres con las que hacer piña. Ahora, con la creación del colectivo, admite que han recibido críticas de hombres que las acusan de practicar “machismo reverso” porque excluyen a los hombres: “A veces, escuchamos cosas muy absurdas, pero eso acaba siendo un combustible. Si estamos incomodando es porque estamos en el camino correcto”, dice convencida. A muchas participantes, de hecho, lo que les tira para atrás, más que el miedo a posibles agresiones en el monte, es el ambiente generalmente masculino y algo tóxico de los grupos de trekking, con un aire más competitivo y un paso más acelerado.

Para quienes participan por primera vez en estas expediciones femeninas, la experiencia suele ser transformadora. No solo por la sensación de seguridad, sino también por el hecho de estar en un ambiente donde es más fácil generar confianza, empatía y potenciar la autoestima mutuamente. Donde las vivencias del camino importan tanto o más que la meta. Es el caso de Jaqueline Kiutte, que acaba de volver de una travesía por los Lençóis Maranhenses, una enorme extensión de desierto de arena blanca en el norte de Brasil, donde la lluvia forma miles de lagunas de agua turquesa. Ella, que tiene sobrepeso y se define como “una niña de apartamento”, confiesa que hasta la noche de antes se pensó si iba o no. Al final superó el reto con creces: tres días en marcha, caminando 50 kilómetros y remando otros 14, durmiendo en las cabañas de los residentes en el parque natural.

Jaqueline Kiutte durante una de las excursiones en los Lençóis Maranhenses, en el nordeste brasileño.

“Un factor decisivo para ir con ellas fue que era un grupo de mujeres, porque entre mujeres es muy común la sororidad, ayudarse mutuamente. Sentí que aunque en algún momento tuviese alguna dificultad, lo conseguiría por la energía femenina, que te da ese poder”, cuenta. Cruz resalta el valor simbólico que para algunas mujeres tiene cargar durante días con su propia tienda de campaña y sus alimentos: “Entiendes que eres autosuficiente, eso genera un empoderamiento muy grande. Al final esto acaba siendo un trabajo de autoconocimiento. Mucha gente se centra en el esfuerzo físico, pero es un trabajo más mental”, asegura.

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