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La escalada militar de Trump en el Caribe irrumpe en la cumbre CELAC - UE en Colombia

Petro y Lula introducen, fuera de agenda, el tema de la crisis de seguridad derivada de la guerra de Estados Unidos contra el narcotráfico

El presidente de Colombia, Gustavo Petro, saluda al presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula Da Silva, durante la IV Cumbre CELAC-UE, en Santa Marta, el 9 de noviembre del 2025. Diego Cuevas

A unos pocos centenares de kilómetros de Santa Marta, en la costa del Caribe colombiano, hay un nuevo escenario de guerra. Estados Unidos libra allí lo que considera una batalla contra el narcotráfico que ya ha dejado 70 muertos y 18 lanchas destruidas con misiles. Donald Trump asegura que iban cargadas de drogas ilegales destinadas al mercado estadounidense. Ya advirtió que los ataques no se detendrán. El asunto irrumpió fuera de agenda en la cuarta cumbre entre la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) y la Unión Europea (UE) celebrada este domingo en esa ciudad costera.

El colombiano Gustavo Petro, anfitrión de la cumbre, dejó claro en el discurso de apertura que en la reunión no solo se hablaría de cooperación intercontinental, energías verdes y desarrollo digital sustentable. “Los mismos misiles que caen en Gaza, caen aquí, en el Caribe, sobre personas pobres”, ha dicho. Petro asegura que uno de los muertos en las operaciones estadounidenses fue un pescador de Santa Marta. “A la luz de los tratados internacionales, a la luz de la democracia y la libertad en el mundo, ha sido simplemente asesinado. Ha sido una ejecución extrajudicial” dijo, para pedir luego que la reunión bilateral sirva como “un faro de luz en un mundo donde avanza la barbarie”.

Si la comitiva europea esperaba sortear el tema, no pudo. Consultada a su llegada al centro de convenciones Estelar Santamar, la alta representante para Asuntos Exteriores, Kaja Kallas, dijo que “bajo el derecho internacional, solo se puede usar la fuerza por dos motivos: en defensa propia o siguiendo una resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas”.

El brasileño Luiz Inácio Lula da Silva ya había dicho que la cumbre en Santa Marta no tendría razón de ser “si no discutimos esta cuestión de los buques de guerra estadounidenses en los mares de América Latina”. El presidente de la mayor economía de América demoró la confirmación de su asistencia hasta último momento, ocupado como estaba en recibir en Belém a los participantes de la cumbre del clima COP30. Viajó, finalmente, con la intención de agitar el tema de las presuntas narcolanchas. “La amenaza del uso de la fuerza militar volvió a hacer parte del cotidiano de América Latina y el Caribe. Viejas maniobras retóricas son recicladas para justificar operaciones ilegales”, dijo Lula en su presentación, sin nombrar a Trump por su nombre. “Somos una región de paz y queremos permanecer en paz. Las democracias no combaten el crimen violando el derecho internacional. La democracia también sucumbe cuando el crimen corrompe las instituciones”

Una fuente del Gobierno de Brasil destacó que “con su viaje a Santa Marta, Lula envió un mensaje: mostrar que hay una situación en el Caribe sudamericano y que no nos interesa ninguna solución militar en la costa del norte de Sudamérica y mucho menos en países fronterizos con Brasil, como Colombia y Venezuela”. “No reconocemos las elecciones en Venezuela y de ninguna manera apoyamos lo que sucede en Venezuela, pero mucho menos nos interesa un problema militar en nuestra frontera norte amazónica”, dice.

Lula dejó Santa Marta apenas terminó su presentación. Lo mismo el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, quien tuvo un arribo agitado porque el aeropuerto de la ciudad no estaba preparado para recibir un avión del tamaño en que se traslada.

A media mañana, ya se había acordado el texto de la declaración final a nivel de embajadores. Faltaban solo los detalles técnicos. Había entusiasmo en la delegación europea por el tono y el contenido del texto final, en una cumbre que había empezado lastrada por las ausencias de peso. El documento contendrá un apartado referido a la guerra en Ucrania y Gaza, la tensión militar en el Caribe por la avanzada estadounidense y un capítulo dedicado a la migración, un tema bilateral especialmente sensible. Como en ocasiones anteriores, los países que estén en desacuerdo con algún punto específico podrán manifestar su disidencia por escrito.

Solo una decena de jefes de Estado viajaron a Colombia, de un total de 60. Una de las bajas más relevantes fue la de la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, pese a que el viernes estaba en Belém en el cierre de la COP30. Entre los jefes de Estado, el uruguayo Yamandú Orsi se bajó a último momento por problemas logísticos. Los gobiernos latinoamericanos de derecha y extrema derecha se esforzaron por vaciar la cumbre. Argentina, bajo la administración de Javier Milei, envió al subsecretario interino de Relaciones Exteriores; Paraguay al viceministro de Exteriores y el Gobierno del salvadoreño Nayib Bukele a la directora de Política Exterior, una funcionaria de tercer nivel de la cancillería. Ecuador ni siquiera mandó representante.

Presidentes, cancilleres y otros jefes de las 60 delegaciones posan para la fotografía oficial de la IV Cumbre CELAC-UE, en Santa Marta, el 9 de noviembre del 2025.

En la víspera de la cumbre, el presidente Petro ya había dicho que Estados Unidos había intentado boicotear el evento presionando sobre todo a los países del Caribe. Pero el domingo, el ambiente era otro. El presidente del Consejo de Europa y coanfitrión, António Costa, anticipó temprano que esperaba un buen resultado. “Aprobar una declaración conjunta es la prueba de que el diálogo multilateral es muy importante. A pesar de tener aquí 60 países, con orientaciones ideológicas muy distintas, logramos tener una posición conjunta sobre las cuestiones más críticas del momento”, dijo. Santa Marta fue una apuesta exitosa al multilateralismo.

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