Los ministros de Petro, parte dos
José Antonio Ocampo, Ricardo Bonilla, Diego Guevara y Germán Ávila. Aquí, un repaso de los cuatro hombres que han ocupado el Ministerio de Hacienda durante el gobierno Petro
En el orden de precedencia legal de los ministerios sigue Hacienda y Crédito Público. José Antonio Ocampo. Economista de lujo, varias veces ministro, de Agricultura una vez y de Hacienda dos, siempre de corbata y gesto sonriente. Tiene una cara de profesor que no puede con ella y esa postura respalda la autoridad de sus opiniones. Autor de varios libros, entre ellos una historia económica.
Desde la creación del Ministerio, el de Hacienda es el funcionario de mayor rango político y técnico en el equipo económico del Gobierno. En los temas de las carteras que ha liderado Ocampo, ha sido muy polémico, aunque casi nunca sube la voz y responde con calma sus argumentos frente a su contraparte. Es oriundo del Valle del Cauca, lo mismo que los ministros Rodrigo Llorente y Antonio Urdinola, únicos titulares de Hacienda provenientes del departamento azucarero. En su paso por el Ministerio en el Gobierno de Samper desmontó la apertura económica del Gobierno Gaviria, lo que llevó al exministro Hommes a formular serias críticas a su gestión.
Su fuerte ha sido la academia. En Naciones Unidas y en la Cepal dejó huella de avances significativos en la sostenibilidad del desarrollo y así se le reconoce internacionalmente. Aceptó ser el primer ministro de Hacienda de la administración Petro, donde hizo lo que pudo. Logró que el Congreso le aprobara una reforma tributaria difícil de digerir, con lo cual demostró habilidad en el manejo político. Desmontó el subsidio a la gasolina creado a través del Fondo de Estabilización de precios de los combustibles a nivel nacional, mitigando la variabilidad de los precios internacionales y demostrando carácter a la hora de parar la hemorragia fiscal que deterioró gravemente las cuentas fiscales de la Nación, pero lamentablemente le faltó aire para hacer lo mismo con el ACPM. Se cayó del Ministerio porque el presidente no aguantaba su independencia en el manejo de su despacho y salió con el rabo entre las piernas.
Ricardo Bonilla. Se había preparado para ser el mejor ministro de Hacienda. Estudió mucho para lograrlo. Le llegó el momento y se veía cómodo en el escritorio que tenía en su respaldo un retrato de don Carlos Holguín que le da solemnidad al despacho. Bonilla no es amigo de la corbata y se adorna bien con las manos para explicar los vericuetos de las finanzas estatales. El déficit fiscal no le dejaba pasar buenas noches. Se inventó una reforma tributaria disfrazada de Ley de Financiación que el Congreso le rechazó. El destino le propinó una mala jugada derivada de la investigación de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres y tuvo que abandonar su honroso encargo de rey de las finanzas nacionales.
Diego Guevara. Ingeniero mecatrónico, doctor en economía y profesor universitario. De bigote y una barba bien rasurada tiene un rostro agradable que lo hace simpático. Venía del viceministerio de Finanzas y Crédito Público en épocas de José Antonio Ocampo y por consiguiente conocía el tamaño del chicharrón que tenía en su escritorio. El déficit fiscal, el bajo recaudo tributario y una inflación preocupante. Muy temprano no encajó con el criterio presidencial y rápidamente se convirtió en el ministro de menor duración en dicha cartera. Su retiro no cayó bien porque tenía el empaque necesario para afrontar la crisis.
Germán Ávila. Economista de la Universidad Nacional de Colombia, tiene despejada la cabeza y se estrenó con un decreto que permitirá adelantar el recaudo del 2026 para ciertas industrias y con tarifas más altas a la extracción de gas natural, así como a la generación de energía eléctrica; a los exegetas les cayó como un patada.
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El presidente Petro despotrica en la televisión contra el Congreso y los medios de comunicación sin que los políticos utilicen el derecho a la réplica.
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