El consumo le da aire a la economía colombiana mientras la inversión se estanca
La participación de la construcción y de los hidrocarburos disminuyen en el PIB y plantean serios riesgos a futuro


La evolución de la economía colombiana tras la crisis del covid constituye un caso de estudio. El buen ritmo del consumo le ha permitido resucitar de aquellos años de encierro, los más oscuros en décadas. Los colombianos, a partir de 2022, salieron a gastar de manera desenfrenada a fin de olvidarse de la parálisis sanitaria. Una conducta, en principio, saludable para miles de negocios. Sin embargo, la faceta menos visible de esta historia guardaba dos riesgos: la inflación se disparó hasta el 13,22%, por un lado. Por el otro, la inversión permanece en un largo letargo.
Las estadísticas oficiales señalan que 2023 supuso un bache. El país creció un simbólico 0,6%. Todo parecía confuso, tras el 7,5% registrado un año antes. Ya por entonces se percibía de manera clara que las empresas no estaban invirtiendo, y los analistas empezaban a evaluar las consecuencias. Dos años más tarde, el PIB sigue con su terapia de recuperación de manera estable: 2,6% en el primer trimestre de 2025. Pero la correlación entre inversión y crecimiento, un indicador clave para proyectar el futuro, ha encallado.
Si en 2022 representaba niveles cercanos al 20% del PIB, el año pasado se desplomó a 17,1%. En el primer trimestre de este año su aguja apenas se movió por debajo del 2%. “Es algo sorpresivo”, explica el analista Julio Romero de la financiera Corficolombiana. “Ya han pasado 5 años y el nivel de actividad en formación bruta de capital todavía no alcanza los datos de 2019”. Uno de los vectores que los analistas han barajado desde agosto de 2022, cuando llegó al poder el presidente Petro, es que su discurso reformista supondría un freno para los inversores. El factor confianza.
A casi un año del final de su mandato, el riesgo político sigue flotando en el aire para más de un agente. Basta con echar un vistazo a la merma en el sector extractivo: en el renglón carbonífero, pero también en el petrolero, el gas y otros minerales metálicos. Un universo de negocios que evidenció una caída en inversión del 5% en 2024 y que se explica, en parte, por las políticas de descarbonización del Ejecutivo.
Otro drama, acaso más profundo, atraviesa el área de la construcción, con una caída del 6,5% en el primer trimestre. Un dato que responde a las altas tasas de interés de referencia (9,25%), que han frenado a los compradores de vivienda. También a múltiples enredos, o atrasos, en la entrega de subsidios estatales para financiar a los sectores de renta baja. Los últimos informes indican que la venta en el nicho de apartamentos y casas no subsidiados también anda de capa caída.
¿Qué amenazas comporta esta situación? “La economía colombiana se destaca, incluso respecto a otros países de Latinoamérica, por el componente de gasto privado. En contraste, tenemos un rezago en inversión”, incide Romero. Crecer con esta receta tiene consecuencias. El economista afirma, por ejemplo, que en estos cinco años se ha dado un auge de actividades digitales y de entretenimiento. Negocios difíciles de detectar para el fisco. Una suerte de nueva economía cuya contribución en impuestos a la DIAN es menor al de los hidrocarburos o la construcción.
“Se evidencian cambios estructurales en la conducta de los consumidores, que van desde personas que monetizan su uso en plataformas como OnlyFans, hasta influencers que reciben ingresos en dólares de sus redes sociales”. Es una de las explicaciones que el experto tiene en cuenta a la hora de comprender por qué el año pasado el recaudo tributario disminuyó a pesar de que la economía creció 1,7%.
Lo ideal a la hora de nutrir el PIB, según la teoría, sería mantener cierta sincronía entre la oferta y la demanda. Es decir, armonizar el consumo privado, el gasto del Gobierno y la correlación de exportaciones e importaciones. Y, a su vez, sostener un buen ritmo de producción de todos los sectores como la agricultura, los hidrocarburos o el financiero.
Sí, como parece, Colombia apuesta todas sus fichas al consumo, las cosas se pueden complicar a mediano y largo plazo. Observadores apuntan que es insostenible. La carga financiera de los hogares ha venido creciendo. Ciertos informes señalan que las remesas que reciben los colombianos del exterior ha ayudado. Pero vivir al debe no resulta recomendable. “¿De dónde está sacando la gente la plata para gastar?”, se pregunta el docente de la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes Oskar Nupia “Muy posiblemente se están endeudando con tasas de interés altas. O con ahorros que conservaron desde la pandemia”.
En su opinión, a mediano plazo las cosas podrían fallar: “Si no hay inversión, no hay producción, no hay ingresos y el gasto en consumo se va a caer”, agrega. Las proyecciones de crecimiento para este año oscilan entre un 2,5% propuesto por el BBVA Colombia y el 3% puesto sobre el tablero por el Banco Mundial. Un registro que empieza a converger con el potencial de la economía colombiana. No obstante, el grueso de los observadores aún no se anima a dar un parte de total tranquilidad. ¿Los motivos? Al motor aún le falta gasolina para empezar a generar empleos formales, un tejido productivo sano y una buena atmósfera inversionista.
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