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Miles de madres migrantes se enfrentan al cierre de los hoteles refugio de Nueva York: “¿Cuánto costará alquilar una casita?"

Sin posibilidad de conseguir un permiso de trabajo y con miedo a la deportación, 35.000 familias con niños aún viven en los albergues de la ciudad

Arianny camina con sus hijos cerca del Hotel Roosevelt en la ciudad de Nueva York, el 29 de abril de 2025.

Cuando le preguntaron con quién se quedarían sus hijos si le daban el trabajo, Valeria, de 24 años, no supo qué decir. Días después, en una mañana de invierno, recibió un mensaje con los resultados del programa culinario al que se había postulado para recibir capacitación y un trabajo como cocinera en la ciudad de Nueva York. Está segura de que la rechazaron por no tener con quién dejar a los dos niños, de seis y 10 años. Valeria, que prefiere no dar su nombre para este reportaje, lleva ocho meses viviendo con ellos en los refugios de inmigrantes de Nueva York.

Son una de las más de 35.000 familias con niños que todavía viven en los espacios que se abrieron en la ciudad para acoger a miles de inmigrantes que llegaron a Estados Unidos en los últimos años, tras huir de la violencia o la pobreza en sus países de origen. Hasta marzo de 2025, estas familias representaban el 81% de la población migrante en los albergues, según los últimos datos de la oficina del contralor municipal, que han dejado de actualizarse.

La mayoría no puede trabajar formalmente porque su estatus migratorio es irregular y no tienen permiso de trabajo, por lo que salir de los albergues e iniciar una nueva vida se vuelve casi imposible. Ahora, además, se enfrentan al anuncio de la clausura de 13 refugios, entre ellos el reconocido hotel Roosevelt, a finales de este mes de junio. Valeria y las otras madres que viven en el Hotel Row, cuyo cierre no está planificado, dicen que los trabajadores sociales no les han informado de qué sucederá con ellas cuando los refugios cierren.

Un representante de la Oficina de Asuntos de Inmigrantes del alcalde Adams asegura por correo electrónico que las madres inmigrantes que necesiten un hogar siempre podrán acceder a los albergues que aún permanezcan abiertos. “El municipio trabaja para apoyar a las madres en refugios a través de programas y asociaciones con organizaciones sin fines de lucro. Ofrecemos opciones de cuidado infantil y ayudamos a las madres a conectarse con el trabajo”, aseguran

Una mujer migrante cerca del Hotel Roosevelt en Nueva York.

El municipio tiene el programa Promise NYC, que da 700 dólares semanales para servicios de cuidado infantil a las madres indocumentadas que tienen que trabajar, pero una encuesta realizada por la Coalición de Inmigración de Nueva York descubrió que casi la mitad de mujeres desconocen este programa.

Valeria se postuló a otros cinco trabajos más, junto a su madrastra, para limpiar hoteles, manipular alimentos y cuidar adultos mayores. Nunca las llamaron. “Exigen el permiso de trabajo, pero en realidad el permiso no es tan valioso como dicen”, dice Valeria. Su hermanastra Marcela piensa lo mismo: es más importante hablar inglés que tener un estatus legal. “Si hablas inglés te meten a trabajar más rápido, incluso si buscas trabajar informalmente, por debajo de la mesa”, añade Marcela.

Hace poco Valeria fue a un banco para abrirse una cuenta de ahorros, cuando descubrió que su permiso de trabajo ya no era válido. Le habían dado uno por dos años al pedir una cita de asilo en la frontera, a través de la aplicación CBP One, una aplicación gratuita creada por el Gobierno Biden que servía para ayudar a personas indocumentadas a entrar legalmente en el país y que Trump eliminó cuando inició su Administración. “Me dijeron que mi seguro social y mi permiso de trabajo estaban cancelados”, recuerda. Desde entonces la búsqueda de trabajo se ha complicado.

Una persona inmigrante puede pedir un permiso de trabajo después de 150 días desde que solicitó el asilo, pero el trámite para obtenerlo puede tardar hasta seis meses por los retrasos de los Servicios de Ciudadanía e Inmigración de los Estados Unidos (USCIS por sus siglas en inglés).

Laura Guzmán, asesora legal de La Victoria Foundation, explica que las personas que perdieron el permiso de trabajo que obtuvieron mediante CBP One pueden pedir uno nuevo si demuestran que han comenzado una solicitud de asilo. “Lo que tienen que hacer es ir a la oficina de servicios sociales y demostrar que están en un proceso de asilo”. La organización Internacional de Refugiados ha alertado de que los inmigrantes en esta situación siguen en riesgo de ser deportados, por lo que en un comunicado aconsejan que, si son arrestados, aseguren que temen volver a sus países de origen.

Vista del Hotel Roosevelt en Nueva York.

Expuestas al trabajo informal

Ocho años de amenazas contra su hijo llevaron a Regina, de 32 años, a abandonar Colón, en Panamá, hacia Estados Unidos. Las amenazas habían comenzado desde el nacimiento del niño, después de que su pareja se viera involucrado en una pelea con un grupo de personas. “Recibí muchos mensajes en los que me amenazaban con secuestrarlo”, explica.

Apoyada por una prima que había emigrado a la ciudad de Nueva York en mayo de 2024, Regina decidió huir de su hogar con su niño de ocho años y su hija de 12 en una travesía que implicó el cruce de cinco países. Solo llevaba 3.000 dólares. Una vez en la frontera, no esperó a una cita programada por la aplicación CBP One. Cruzó por Tijuana y terminó en un refugio de San Diego, California, donde hizo su solicitud de asilo. Una semana después, en octubre de 2024, viajó a la ciudad de Nueva York y la enviaron a un refugio de Queens. Allí sigue esperando por un permiso de trabajo que aún no llega.

Linda, de 30 años, está igual. Ella llevaba varios años en Perú, a donde migró desde su natal Venezuela, hasta que su marido empezó a ser víctima de extorsión y la pareja decidió viajar a Estados Unidos. Las dos mujeres forman parte de los 1,2 millones de solicitantes de asilo que pidieron permisos de trabajo durante el año fiscal 2024, según datos de USCIS.

Mientras esperan, buscan la forma de obtener dinero. Linda vende platos de comida dentro del refugio donde vive, en Manhattan. Su esposo trabaja de manera informal para una empresa que ofrece servicios de mudanza. Lo único que quieren es conseguir dinero para salir del refugio. Regina acudió a una agencia de trabajos donde pagó 50 dólares para que le consigan un trabajo de limpieza de casas, por el que gana 16 dólares la hora, o unos 2.000 al mes.

“Una casita, ¿cuánto costará alquilar? 1.500 o 2.000, es una plata que no tenemos”, hace cuentas Linda. Las redadas antiimigración de ICE también la asustan. Apenas sale del refugio que es a la vez una cárcel y su único alivio. “Así como me viste en el hotel nomás ando, con el carrito de la comida”.

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