Angélica Garcia traduce su revolución musical al español
La cantante, que será reconocida esta semana en los Premios Juventud, explora en su música su identidad chicana y femenina en medio de un contexto hostil para los inmigrantes en Estados Unidos

A pesar de que el expresidente de Estados Unidos Barack Obama tiene una de sus canciones en su playlist personal, o que su más reciente álbum, Gemelo, está entre los mejores discos latinos de 2024 según la revista Rolling Stone, la música de Angélica Garcia, innovadora a nivel sonoro y desafiante a nivel lírico, parece aún un secreto para el público hispano. Ella no usa la palabra revolución, pero hacer música a su manera —abrazando y retando al tiempo su identidad chicana y femenina— es un acto subversivo que, gracias a su abuela, decidió traducir al español.
La música de Garcia, mayormente electrónica, marcada por hábiles piruetas vocales, es única y difícil de clasificar. Pero su móvil es claro: “No sé si llevo su ira, no sé si llevo su tristeza, pero siento que desde que nací dije: ‘Esto se termina aquí”, dice la cantante sobre las mujeres de su familia a EL PAÍS en una videollamada desde Los Ángeles, donde reside actualmente. Acaba de regresar de una gira en Estados Unidos con el prolífico músico Adrián Quesada (nominado a un premio Oscar en 2024) y partirá en unos días a Panamá para asistir a los Premios Juventud de la cadena Univision. Fue incluida en la lista Artistas 2 Watch de los galardones, una iniciativa que busca colocar nuevos talentos en el radar de la audiencia hispana.
Garcia, de 31 años y quien escribe su apellido sin tilde, creció entre lowriders (carros modificados) y fruterías en El Monte, California –una ciudad de poco más de 100.000 habitantes al este de Los Ángeles donde casi el 65% de la población es hispana. De su abuela Filomena, una mujer huérfana nacida en El Salvador que “trabajó desde muy joven y tuvo hijos desde muy joven”, aprendió a rezar en español y el rol de la mujer tradicional “siempre cocinando para todos”, dice con cariño y despojada de prejuicios. De su madre Angélica, la quinta de los siete hijos entre Filomena y Andrés, originario de México, aprendió a cantar y observó la feminidad en el ornamento con peinados inflados moviéndose al ritmo de música chicana en el patio de la casa, un estilo que ella llama “cha cha” y que le puso nombre a su segundo álbum: Cha Cha Palace (2020).
Jícama, el tema que entró en el cancionero de fin de año de Obama en 2019, abre con una revelación “I see you, but you don’t see me” (“Yo te veo, pero tú no me ves”, en español) y cierra con una obviedad que golpea como un manifiesto: “Like you, I was born in this country”, o “Como tú, nací en este país”. La melodía de sintetizador, marcada por palmadas que llaman a la danza o al combate, es una celebración concienzuda de su raíz chicana y un grito que busca incomodar sobre la dualidad de ser estadounidense sin sentirse reconocida como tal. “Yo lo siento en mi cuerpo, no puedo ser la única persona que se siente así… esa tensión con la familia”, dice como separando las distintas cuerdas que forman su trenza vital, mientras va revelando las capas de su discurso. “Este país está lleno de inmigrantes que trataron de asimilarse, pero luego Estados Unidos también nos rechaza y es una relación complicada porque sabes que naciste aquí y lo sabes toda tu vida, pero también te empuja constantemente”, remata.
En Guadalupe, un tema lleno de bucles vocales, Garcia reclama para sí la adoración a la figura matriarcal de la Virgen patrona de México, al tiempo que denuncia la contrariedad en el irrespeto a la mujer en lo doméstico: “Creo que lo más difícil cuando estaba creciendo siendo latina fue la relación con el machismo”, dice sobre su esfuerzo por crear una identidad femenina propia. “Mi abuela es muy especial, pero no tenía una voz… y mi mamá también vivió muchas injusticias”, reflexiona al hablar de las mujeres en su familia materna.
Más allá de algunos versos en español, aquel disco estaba escrito en inglés. Al compartirlo con su abuela, se reveló lo evidente: “Me di cuenta de que hice ese álbum para nosotros”, y su abuela no podía entenderlo. Garcia se cuestionó: “¿Para qué lo hice, si no es para ti y si no es para familias como nosotros?”. Su contenido era inaccesible para Filomena. Decidió entonces escribir su tercer álbum casi enteramente en español.

Gemelo, producido por Carlos Arévalo de la banda californiana Chicano Batman, fue una poderosa síntesis de dualidad y un elixir para el duelo en 10 temas. El disco inicia con Reflexiones, un tema escrito durante el confinamiento de la pandemia en Los Ángeles, en casa de su madre, donde se refugió huyendo de una relación abusiva. Cada canción es una experiencia entre lo espiritual y lo terrenal, lo femenino y masculino, que culmina en la libertad personal plasmada en Paloma. Su experimento introspectivo la acercó a un lenguaje que conocía desde niña a través de la oración, a redescubrir el humor de su abuela —“Me dio emoción sentir que todos estos años sabía, pero realmente no sabía lo graciosa que era”—, y le regaló otro color a su paleta creativa. “El inglés es rápido y afilado, el español es fluido y cálido”, explica haciendo movimientos en el aire que acompañan sus palabras.
Garcia giró este año con Gemelo por Europa y admite el desgaste de “tratar de ser un canal para el duelo”, pero confiesa que siente que está ayudando a mucha gente por las “cosas profundamente preocupantes que están pasando en nuestro país y por nuestro país”, dijo.

“Hay una extraña promesa de que vas a ser aceptado, pero es como un espejismo en el desierto; si no eres blanco, no vas a ser aceptado”, dice. No se detiene ahí. Para Garcia, ser chicana es una experiencia siempre en femenino: “¿Sabes el poder que requiere ser amable cuando todo es violento?”. Está consciente de que entra en terreno escabroso, pero se arriesga con determinación admitiendo: “Yo quiero redefinir el rol de la feminidad”.
Su siguiente canción se llamará Butterfly. Es un tema que representa la liberación y está escrito en inglés y español.
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