Elena Fortes, productora: “Diversificar a la Academia es también diversificar las historias que llegan a los Oscar”
La fundadora de Ambulante y figura clave del cine documental se une al grupo de mexicanos que votarán en los Oscar de 2026, junto a Adriana Paz, David Pablos, Astrid Rondero y Julio Chavezmontes


El correo no tenía asunto urgente, ni advertencia previa. La productora y gestora cultural Elena Fortes (Ciudad de México, 44 años) se enteró de su incorporación a la Academia de Hollywood cuando ya era un hecho consumado. Había participado en el proceso, sí. Pero no imaginó verse nombrada junto a la actriz Adriana Paz, el director David Pablos, la productora Astrid Rondero y el guionista Julio Chavezmontes como parte del grupo de mexicanos que, a partir de este año, votarán por las películas que competirán en la 98ª gala de los premios de la Academia de Hollywood. Cinco nombres. Cinco largas trayectorias que han sido reconocidas.
Pero Fortes no llegó ahí por accidente. Durante casi dos décadas ha recorrido México —y otros países— con Ambulante, el festival de cine documental que fundó junto a Gael García Bernal y Diego Luna, con la convicción de que las historias reales, si se cuentan bien, pueden perforar el ruido, sacudir inercias y sembrar preguntas. “El documental es el terreno más fértil del cine”, dice en entrevista con EL PAÍS, con el mismo entusiasmo con el que solía discutir la ruta de las proyecciones en comunidades rurales, en universidades o en plazas públicas.
Se siente orgullosa de representar a México. Habla de ello con la certeza de quien ha elegido quedarse cuando pudo irse. De quien ama, no sin crítica, un país que no deja de doler, ni de sorprender. “Diversificar a la Academia es también diversificar las historias que llegan a los Oscar”, afirma. Y en un momento en que los discursos de odio resurgen, el acceso a la información se fragmenta y la industria cierra filas en torno a financiamiento, Fortes insiste: “La creatividad y el sentido del humor se sobreponen al miedo”. Los mexicanos, incluso ante el panorama más oscuro, los mantienen.
Pregunta. ¿Qué le gustaría aportar desde su nuevo rol al proceso de selección de los Oscar?
Respuesta. Me interesa ser una mensajera de las voces, los talentos y las historias que existen en México y que muchas veces no logran cruzar ciertas barreras. Aunque hay muchas variables involucradas (campañas de premiación, visibilidad, distribución), creo que mi rol puede ayudar a diversificar la primera selección, aquella que llega al shortlist. También podré nominar a futuros integrantes en la rama de documental, y eso me parece fundamental porque es urgente sumar voces jóvenes a la Academia.
P. Ambulante ha apostado por acercar el cine documental a todo tipo de públicos, incluso en contextos adversos. ¿Cómo ha moldeado esta experiencia su forma de entender el cine?
R. Ambulante fue mi escuela. Cuando comenzamos, había un fuerte prejuicio hacia el documental, pero nuestra hipótesis fue clara: “Hay un público ahí afuera, solo hay que ir a buscarlo”. Comprobamos que sí existe una audiencia interesada y comprometida, y que cuando acercas el cine a sus contextos, el impacto es mayor. Lo que aprendí ahí es que la visión colectiva de una película debe estar por encima de cualquier otro factor. Si hay una visión auténtica y un compromiso con la historia, el público llega. Y debemos atrevernos a contar historias nuevas, no solo aquellas que sabemos que “funcionan”, porque si no, el imaginario no evoluciona, ni el intercambio cultural.
P. ¿Es un error subestimar al público latino?
R. Totalmente. A veces, por falta de acceso o por prejuicio, se asume que el público no está interesado en cierto tipo de cine, y eso es falso. Una de las grandes lecciones de Ambulante fue no subestimar al espectador. Al contrario, hay que arriesgarse con las propuestas que queremos presentar.
P. Ha dicho antes a EL PAÍS que “un documental puede contribuir a cambiar el mundo”. ¿Qué ejemplos concretos pondría que confirmen esa afirmación?
R. El primer caso que se me viene a la mente es Presunto culpable, que tuvo un impacto enorme en el debate público y en el impulso de la reforma penal en México. No fue el único factor, pero sin duda ofreció una perspectiva nueva sobre el sistema de justicia, mostrando cómo realmente funcionaban los juicios.
Otro caso, a nivel personal, fue Familia de medianoche, que coproduje. Cuando vi el primer material que filmó el director, no tenía idea de que así funcionaban las ambulancias en México. Era una realidad de mi propia ciudad que desconocía por completo. Ese documental reveló una situación estructural tan crítica que incluso motivó cobertura periodística sobre el tema y esfuerzos de regulación que, aunque no todos prosperaron por falta de apoyo, fueron un reflejo de su impacto.
P. Hollywood es un espacio que históricamente ha monopolizado las narrativas. ¿Cómo se puede abrir más a otras miradas y realidades?
R. Hoy uno de los principales retos es la falta de voluntad para asumir riesgos. Se sigue apostando por fórmulas probadas, por historias que ya sabemos que funcionan. Para abrir espacio a otras miradas, lo primero es justamente atreverse a contar historias nuevas, diferentes, que incomoden, que cuestionen, que no estén pensadas solo para complacer al mercado. Otro paso fundamental sería fomentar la coproducción internacional porque cuando distintos países se involucran desde las primeras etapas de una película —desde el desarrollo del proyecto, la escritura del guion o la investigación—, inevitablemente se integran otras perspectivas.
P. ¿Cómo se logra eso en la práctica?
R. Creo que hace falta generar más oportunidades de financiamiento, especialmente para la etapa de desarrollo, que es la más crítica y a la vez la más desatendida. Sin recursos para escribir, investigar o estructurar una idea sólida, es muy difícil llegar a la fase de producción. Es clave fortalecer mecanismos internacionales de apoyo que combinen fondos públicos con inversión privada de distintos países. Ese tipo de esquemas mixtos puede abrir la puerta a proyectos más diversos y facilitar su circulación global, incluida su llegada a espacios como la Academia y los premios Oscar.
P. ¿La industria del cine se ha visto afectada por la reducción de fondos destinados a la cooperación internacional?
R. Tristemente, sí. Es preocupante que muchas de las instituciones que han apoyado históricamente el cine documental y el periodismo independiente en Estados Unidos están en riesgo. Hay fondos que podrían desaparecer, o que están siendo debilitados precisamente porque el pensamiento crítico y la creación independiente se perciben como una amenaza. Por eso creo que es urgente fortalecer las redes de coproducción internacional y el apoyo colectivo desde otras regiones.
P. Con Donald Trump en la presidencia de Estados Unidos y el resurgimiento de políticas antimigrantes, ¿qué papel puede jugar el cine documental en la defensa de los derechos de las comunidades migrantes y en la construcción de narrativas que contrarresten el discurso de odio?
R. Creo que el cine, y en particular el cine documental, tiene un papel fundamental en este momento. Debería ser, de hecho, uno de sus principales cometidos: visibilizar lo que está ocurriendo, ofrecer otras miradas y cultivar una capacidad crítica en el público. Vivimos en una época marcada por la desinformación, donde mucha gente no tiene las herramientas —o el tiempo— para cuestionar la información que consume. Eso ha facilitado la proliferación de discursos peligrosos, como los que vemos resurgir ahora en Estados Unidos. En ese contexto, el cine puede abrir preguntas, generar empatía y construir puentes.
P. En esta coyuntura, ¿qué significa para usted representar a México dentro de un espacio como la Academia?
R. Significa, ante todo, una forma de contrarrestar ese discurso de odio. Estar ahí como mexicana, con orgullo, es una manera de mostrar la riqueza y el talento que hay en nuestro país. También es una oportunidad para conectar con las comunidades hispanohablantes que viven en Estados Unidos. Amo profundamente mi país y aunque he tenido oportunidades para vivir fuera, siempre he preferido quedarme porque creo que México es inagotable: por sus historias, por su sentido del humor, por su empatía, por su creatividad.
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