Las redacciones del mundo tienen algo que aprender del periodismo medioambiental de Bill McKibben
Los periodistas tradicionales se quejan de que es un comunicador partidista, la misma crítica que recibieron Woodward y Bernstein durante el escándalo del Watergate

Hace 36 años, el periodista estadounidense Bill McKibben escribió The End of Nature (Fin de la naturaleza), el primer libro de gran tirada sobre el cambio climático. El libro advertía, desde la perspectiva de un amante de la naturaleza, sobre los peligros que planteaba el calentamiento del planeta:
“Los cambios en nuestro mundo que pueden afectarnos podrían ocurrir durante nuestras propias vidas, y no solo cambios como guerras, sino acontecimientos más grandes y trascendentales. Sin darnos cuenta, ya hemos cruzado el umbral de un cambio así.
La lluvia seguirá cayendo y el sol seguirá brillando. Cuando digo ‘naturaleza’, me refiero a un conjunto determinado de ideas humanas sobre el mundo y nuestro lugar en él... Con mayor frecuencia, estos cambios chocarán con nuestras percepciones, hasta que nuestra sensación de que la naturaleza es eterna y separada de nosotros finalmente desaparezca, y entonces veremos con toda claridad lo que hemos hecho".
El día que McKibben predijo en su exitoso libro, cuando “veremos con toda claridad lo que hemos hecho”, ya ha llegado. El calentamiento excesivo del planeta se manifiesta en forma de calor, incendios, sequías y tormentas cada vez más mortíferos y destructivos. Estos fenómenos extremos, a su vez, advierten de peligros aún más graves e irreversibles, como el colapso de la corriente del Golfo, la gran corriente del océano Atlántico que mantiene habitable el norte de Europa.
Sin embargo, la crisis climática apenas está presente en la cobertura informativa mundial. En Estados Unidos, solo el 37% de la población afirma haber oído hablar del calentamiento global en los medios de comunicación al menos una vez al mes. En la India, la cifra equivalente es del 53%, lo que sigue siendo una de cada dos personas, y solo una vez al mes.
Como periodistas, comprendemos algunas de las razones por las que la cobertura climática está recibiendo tan poca atención. Los medios de comunicación de todo el mundo se enfrentan a un modelo de negocio en decadencia que ha reducido el personal de las redacciones y ha intensificado la carga de trabajo. Y se entiende que los medios de comunicación estén preocupados por las guerras en Gaza y Ucrania y abrumados por los incesantes cambios de rumbo y retórica amenazante por parte del presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
Pero las décadas de trabajo de McKibben nos animan a defender la información sobre el cambio climático como una parte fundamental para contar la historia del mundo en el que vivimos. Desde la publicación del libro en 1989, ha escrito más palabras, y con más perspectivas, sobre la crisis climática y sus soluciones (véase su último libro, Here Comes The Sun, o Aquí llega el sol) que cualquier otro escritor: 19 libros, docenas de artículos en The New Yorker, innumerables artículos en revistas, pódcast, entradas de blog y boletines informativos.
McKibben es el ilustre padre del periodismo medioambiental moderno, motivo por el cual Covering Climate Now, la colaboración global de medios cofundada por los coautores de este artículo, le honra este año con su primer Premio a la Trayectoria Profesional. McKibben se une a colegas de todo el mundo, reconocidos la semana pasada como ganadores de la quinta edición de los Premios de Periodismo Covering Climate Now, elegidos entre más de 1.200 candidaturas de todos los continentes. No es exagerado decir que muchos de esos periodistas quizá no estarían cubriendo el medio ambiente si McKibben no hubiera allanado el camino, mostrándoles el impacto de contar historias sobre el clima de una manera que llegue al público.
Pero si bien McKibben no tiene parangón en su estilo periodístico de contar la historia del medio ambiente, también es cierto que pone nerviosos a algunos de sus colegas.
McKibben es una figura atípica que se mueve entre dos mundos que ahora están más enfrentados que nunca: el mundo del activismo y el del periodismo. Su fundación del grupo ecologista 350.org y su papel en la organización de protestas contra el statu quo de los combustibles fósiles han hecho que a algunos periodistas estadounidenses les cueste aceptarlo como uno de los suyos. (Esto, a pesar de su pedigrí como autor en The New Yorker y cifras de ventas de sus libros que seguro que dan envidia a algunos de esos reporteros). Hace unos años, un redactor de una agencia de noticias nos dijo: “Tienen que dejar de dar protagonismo a McKibben. Es un activista, no un periodista”.
De hecho, McKibben es ambas cosas, y es por su labor periodística por lo que Covering Climate Now le rinde homenaje. Pero también esperamos que este reconocimiento por parte de una organización internacional de servicios periodísticos como CCNow impulse un replanteamiento del papel de la defensa de causas en el periodismo en este momento clave de la historia de Estados Unidos, en el que las libertades de la Primera Enmienda y la propia existencia de la democracia y el Estado de derecho se ven gravemente amenazadas.
Covering Climate Now se formó en la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia en Nueva York, donde uno de nosotros trabajaba y dirigía la revista Columbia Journalism Review. Allí pudimos estudiar y reflexionar sobre momentos de la historia del periodismo estadounidense en los que se acusó a reporteros y medios de traspasar la línea hacia la militancia.
Ocurrió durante la guerra de Vietnam, cuando se vilipendió a los periodistas por señalar las mentiras en las estimaciones de bajas del Pentágono. Ocurrió durante la era de los derechos civiles, cuando se acusó a los periodistas que informaban sobre las protestas de ser cómplices del movimiento. Ocurrió durante el escándalo Watergate, cuando Bob Woodward y Carl Bernstein, del Washington Post, escucharon de boca de ciudadanos de a pie, pero también de algunos colegas de profesión, que no era de su incumbencia enfrentarse a un presidente en ejercicio.
Todas esas crónicas fueron criticadas en su día, por considerar que se adentraban indebidamente en el terreno del activismo. Pero la historia las ha puesto en su sitio. Hoy en día, se las considera ejemplos del mejor periodismo: contar la verdad, defender a quienes no tienen voz y exigir responsabilidades a los líderes políticos cuando estos preferirían que la gente mirara hacia otro lado.
El mismo argumento también ha influido en la forma en que los medios de comunicación han cubierto temas medioambientales a lo largo de los años, una cobertura que no ha sido muy amplia. Durante demasiado tiempo, ha prevalecido el silencio climático.
Una de las razones de ese silencio era que los periodistas que mostraban interés en cubrir temas medioambientales a menudo se convertían en sospechosos de ser activistas climáticos, sobre todo si en sus reportajes mencionaban la solución que científicos de todo el mundo han destacado repetidamente: eliminar gradualmente la quema de combustibles fósiles, que es la principal causa de la crisis.
Otra razón: desde la década de los 90, los directores y otros responsables de las redacciones han visto su criterio nublado por una campaña de desinformación orquestada por la industria de los combustibles fósiles (que tomó prestadas sus tácticas de las grandes tabacaleras). El momento fue trágico: las décadas de 1990 y 2000 fueron años en los que una amplia cobertura mediática y el compromiso político que esta puede suscitar podrían haber evitado la trayectoria que ahora lleva al medio ambiente hacia el colapso.
Muchos medios de comunicación convencionales han evaluado erróneamente la cuestión climática desde una perspectiva política, en lugar de científica. En la cobertura informativa sobre política, existe la creencia legítima de que las noticias deben reflejar de manera imparcial ambos lados de un tema determinado: quienes están a favor del derecho al aborto y quienes se oponen a él, quienes apoyan la reducción de impuestos a las empresas y quienes quieren que estas paguen más.
Sin embargo, aplicar esta máxima a la cuestión climática es un error. Esto condujo a décadas de cobertura mediática que otorgaba la misma credibilidad a negacionistas del cambio climático, como el exsenador estadounidense James Inhofe, que a científicos de la NASA como James Hansen, a pesar de que solo Hansen tenía la verdad de su parte.
McKibben fue uno de los primeros en argumentar que, si nos tomamos la ciencia en serio, los periodistas no pueden aplicar la máxima de “dar las dos versiones de la historia” a la cuestión del clima. La física no admite concesiones. La física impone su propio límite de tiempo, lo que diferencia la política del cambio climático de la de otras cuestiones. En el caso de la sanidad pública o la reforma fiscal, explicó McKibben, los defensores pueden luchar por sus objetivos y, si no los consiguen, volver al año siguiente y luchar de nuevo. No ocurre lo mismo con el cambio climático. Si se espera demasiado, la catástrofe será inevitable: una vez que las emisiones llegan a la atmósfera y los océanos, la física garantiza que seguirán calentando la Tierra durante siglos, un hecho que merece ser destacado ahora que los líderes mundiales se preparan para la cumbre climática COP30 en noviembre.
Nuestra profesión tiene mucho terreno que recuperar en lo que respecta a la cobertura medioambiental. En un momento en el que demasiados medios —o, más concretamente, sus propietarios corporativos— se están rindiendo ante la intimidación del gobierno o centrándose en trivialidades sobre famosos, el ejemplo de McKibben resulta instructivo. Entendemos por qué algunos de nuestros colegas pueden sentirse incómodos con el lado activista de su labor. Pero consideramos que sus reportajes y su defensa de las personas que están siendo devastadas por el calentamiento global encajan perfectamente en el arco de la historia que representa lo mejor que puede hacer el periodismo. Ahora, más que nunca, su obra debería inspirarnos y motivarnos a todos.
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