El juicio de Sean Combs entra en su recta final: el jurado delibera y tendrá que decidir si el músico lideró una red criminal para abusar de mujeres
La acusación asegura que el rapero, conocido como Puff Daddy o Diddy, urdió una trama ilegal con varias víctimas, mientras que sus abogados aseguran que eran prácticas privadas y consentidas


Ya casi se acaba. Después de un mes y medio en el que tanto el jurado como el mundo entero han escuchado las declaraciones de decenas de testigos contra Sean Combs —el músico también conocido como Puff Daddy o Diddy—, que ha sido juzgado por diversos delitos de tráfico sexual, asociación ilícita y transporte para ejercer la prostitución, el juicio toca a su fin este lunes en Nueva York. A partir de ahora, llega lo realmente complicado: la deliberación por parte de los 12 miembros del jurado, ocho hombres y cuatro mujeres, que puede tardar desde un par de días hasta semanas. Ellos le transmitirán al juez Arun Subramanian su decisión sobre la culpabilidad (o, quién sabe, la inocencia) del magnate musical. Si consideran que es culpable de uno o varios de esos delitos, como todo apunta, será Subramanian quien impondrá la pena. Puede ser de varias décadas de cárcel.
Las exposiciones de cierre por parte tanto de la fiscalía como de los defensores de Combs terminaron el viernes, pero el juez Subramanian se ha dado hasta este lunes para convocar a la sala por última vez e instruir al jurado, además de para elegir a su presidente (que será el jurado número 5). Prefería que volvieran “frescos el lunes por la mañana”, explicó el viernes, y que el fin de semana pudieran reposar todo lo escuchado en la sala de justicia Daniel Patrick Moynihan. “No hablen los unos con los otros del caso. No hablen con nadie más del caso. No lean ni investiguen ni busquen del caso”, les rogó el viernes, tras los alegatos finales de ambas partes que, por supuesto, no pudieron ser más dispares.
Por la parte de la fiscalía, la exposición del caso es clarísima: Sean Combs, detenido en Nueva York en septiembre de 2024, es, para ellos, un criminal que lleva manejando durante alrededor de dos décadas los hilos de una red complejísima y contra el que están más que probados los dos cargos de tráfico de personas, los dos de transporte para ejercer la prostitución y el de asociación ilícita o crimen organizado, el más grave. Para que Combs pueda ser condenado por este último, el jurado tendrá que decidir que se puso de acuerdo con al menos una persona más de esa red para cometer al menos dos crímenes (secuestro, incendio, tráfico de personas, posesión y distribución de sustancias, labores forzosas...) en menos de 10 años. Según la fiscalía, eso ocurrió sin ninguna duda, y ese cargo de crimen organizado es demostrable con actividades entre 2004 y 2024.
En sus alegatos finales del viernes, la fiscal Maurene Comey fue dura y directa. Con ese tono tan dramático de los letrados estadounidenses, y sabiéndose escuchada por miles de personas, arrancó diciendo: “Durante 20 años, el acusado pudo escapar con sus crímenes. En este juzgado, eso se acabó”. Comey, una reputada abogada que ya trabajó de parte de la fiscalía en 2021, en el caso de Ghislaine Maxwell, conseguidora de Jeffrey Epstein, y a su vez hija del exdirector del FBI James Comey, ha sido una de las estrellas del mediático caso. “El acusado no es ningún dios. Es una persona. Y en este tribunal, es igual ante la ley. Hay pruebas abrumadoras que demuestran su culpabilidad. Es hora de que rinda cuentas. Declárenlo culpable”.

El caso está basado en dos denuncias, aunque Combs acumula unas 150. Primero, la de Casandra Ventura —conocida como Cassie, cantante y una de las parejas que más tiempo compartió con Combs, desde mediados de los 2000 hasta 2018— y que fue quien levantó la liebre contra él, al ser la primera en atreverse a denunciarle en noviembre de 2023, y cuyo testimonio la primera semana fue una bomba. Y después, la de una mujer anónima llamada Jane, que ha expuesto un caso similar y que reforzaba el de Ventura, con sexo obligado, palizas, amenazas y vejaciones por parte de Combs, pero en años recientes. Para la fiscalía, los testimonios de ambas han sido los clavos en la tumba de Combs, que ni siquiera ha querido declarar como testigo.
Los fiscales aseguran que, aunque ambas mujeres mantuvieron relaciones consentidas con el acusado, también fueron forzadas en otras muchas, de las que no pudieron huir a causa del terror que les causaba Combs y su organizado círculo. Sufrían amenazas constantes contra su integridad o la de los suyos, contra su libertad física o financiera. Para dichos letrados, queda demostrado por los testimonios de Ventura, de Jane y de muchos otros que han pasado por el estrado que Combs tenía una red a su cargo, con ayudantes y personas que conocían su modus operandi y que cometían delitos a su favor; por ejemplo, sobornos, a la hora de comprar el famoso vídeo de 2016 en el que se ve a Combs arrastrando por el pasillo de un hotel a Ventura.

“Si hubo uno, solo uno de los freak-offs, que el jurado encuentre que sean forzosos, producto del fraude o de la coerción, Combs debería ser declarado culpable de tráfico sexual”, afirmaba otra de las fiscales en referencia a las orgías que el cantante organizaba y en las que hacía participar a sus parejas y a otras personas, generalmente hombres, a los que pagaba. Esas freak-offs podían durar días y en ellas las mujeres, como contó Ventura, tomaban drogas para intentar olvidar esas prácticas sexuales forzadas, que él grababa para después amenazarlas con filtrar el metraje si no obedecían sus órdenes. También disponía, según la fiscalía y sus testigos, de trabajadores que le ayudaban a organizar el dispositivo, en casas, barcos y hoteles, y de testigos que han tratado de demostrarlo.
La defensa, en cambio, trata de hacer ver que toda esa actividad sexual, poco común y en ocasiones extrema, era consentida. Ese es su principal argumento, pese a que las víctimas han clamado una y otra vez que no querían participar, y que lo hacían sintiéndose obligadas y chantajeadas, por puro miedo. Marc Agnifilo ha sido el abogado que ha liderado la defensa de Combs, que ha escuchado cada día desde el banquillo, rodeado de buena parte de sus siete hijos (aunque sus hijas gemelas, adolescentes, salieron durante las duras declaraciones de Cassie) y de su madre. Algo que, para el fiscal, es muy positivo: “Es un hombre que cuida de la gente. Se sienta ahí, inocente. Se vuelve hacia su familia, que le espera”.

Agnifilo —en un tono muy alto, a veces a gritos, gesticulando mucho y utilizando frases hechas y bromas— llegó a calificar el viernes el proceso como “el cuento de los dos juicios”. Uno de ellos, siempre según su versión, fue en el que se mostraron pruebas, con mensajes, vídeos y escritos, y aparecieron los testigos; el otro, fue una “historia muy, muy mal exagerada” contada por los fiscales, con el tráfico de personas y la organización ilícita en el centro del caso. Para él, no hay nada de eso: Combs es un hombre liberal, con un estilo de vida de estrella y sí, con adicciones a las drogas y ciertos problemas de violencia con sus parejas, argumenta Agnifilo, pero en ningún caso el líder de una organización violenta y criminal. Para él, se trataba de prácticas privadas, de pareja, y con consentimiento por ambas partes. “Hizo lo que hizo. Pero va a luchar hasta la muerte para defenderse de lo que no hizo”, dijo Agnifilo de su cliente. “Puedes llamarlo intercambio de parejas, puedes llamarlo tríos: llámalo como quieras, pero eso es lo que es, eso es lo que muestran las pruebas”.
Ahora, la pelota está en el tejado del jurado. Este lunes el juez les ha explicado a fondo los delitos, y les ha dado instrucciones sobre cómo proceder; por ejemplo, que pueden deliberar más allá de las cinco de la tarde (cuando acababan las sesiones del juicio). “El caso ha sido excepcional, por las dos partes”, ha comentado, agradeciendo a fiscalía y defensa su cooperación.
Pero la deliberación ha arrancado con complicaciones: el jurado ha enviado una nota al juez, en la que le explica que están “preocupados” porque uno de los miembros, el número 25 (hubo 45 elegidos; uno de ellos fue excluido a mitad del proceso), “no es capaz de seguir las instrucciones de Su Señoría”. Se trata de un hombre blanco de 45 años, científico y que vive en Manhattan. El juez, por el momento, le ha pedido que sigan en su tarea: “He recibido su nota. Le recuerdo a cada miembro del jurado su deber de deliberar y su obligación de seguir mis instrucciones sobre la ley. Con esa instrucción en mente, por favor continúen deliberando”. Pese a todo, hay cinco posibles suplentes. Todavía quedan capítulos que escribir en la historia de Sean Combs.
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