Gala 8 de ‘Operación Triunfo’: la derrota más elegante y una unanimidad sospechosa
A estas aturas podemos reconocer ya que a esta edición le falta personalidad, de los concursantes, del jurado, de los profesores y hasta de las canciones. Nada está demasiado mal, ni nada está demasiado bien


No quiero dármelas de Esperanza Gracia, mi queridísimo Piscis, ni siquiera de Esperanza Grasia, que todavía me gusta más, pero la semana pasada anuncié que iba a ser la última de María Cruz y anoche le dijimos adiós. No me esperaba que, por un porcentaje tan disparatado, obtuvo tan solo un 16% de los votos frente al 84% que recibió Cristina. Insisto una vez más en lo innecesario que resulta exhibir tamaña desproporción. ¿Merece la pena que esa muchacha tenga la sensación de que España, la España que ve OT, entiéndame, no la quiere? Hasta sus compañeros parecieron sinceramente afectados, desconcertados y sin entender muy bien la situación.
La más entera era María Cruz, que para salvarse había elegido interpretar Envidia de Nathy Peluso. Ante un dato que habría abrumado a cualquiera, estuvo elegante y su desparpajo y sentido del humor hicieron el trance más llevadero.
No hacía falta ser adivina, solo pasearse cinco minutos por unos hashtags que dejan claro cada semana por dónde van a ir los tiros. Fue tan predecible como si digo que en los comentarios a esta crónica alguien va a preguntar por qué hablamos tanto de OT y alguien dejará claro que no ve esas cosas. Cansinos que somos unos cansinos. ¿A quién se le ocurre hablar de un formato televisivo en la sección de televisión? Pero cómo para quejarme, cuando ayer un porcentaje elevadísimo de los comentarios a la excelente entrevista de Xavi Sancho a Rosalía lamentaban que se hablara tanto de Rosalía, que a qué fin, se preguntaban, se seguía prestándole atención al asunto. Apenas hace cuatro días que hemos escuchado el disco y la gente ya está cansada de que se hable del disco. Como si en este país se hablara tanto de música que ya estuviésemos saturados. Hala, otra vez la London Symphony Orchestra; uff, qué hartura de referencias a Vissi d’arte de Tosca.
Que también les digo que mucho protestar, pero seguro que más de uno de los que se queja vio la gala en diferido y dedicó el directo a ver a Rosalía en La revuelta. Yo lo vi después y qué maravilla el teatrillo del inicio. Almodóvar, Carmena, Alexia Putellas… TVE enseñando músculo, como después enseñó literalmente Rosalía. Qué simpatía y qué naturalidad, eso sí que no te lo enseña ninguna academia. Hasta ha retado a un pulso a Broncano, y se veía que no era el primero que se echaba la “diva balsámica”, como la ha bautizado Ángeles Caballero. Hasta hace poco en España ver estrellas patrias siendo amables, o mejor dicho, profesionales, en la promoción era una rareza. Y mientras la cantante conquistaba al revoltoso público del programa con sonrisas y bizcocho, una combinación ganadora, El hormiguero cumplía una función importantísima y nos dejaba claro quién es Andy porque esta vez no había Lucas. Tal vez no habrá nunca más hasta que un cheque los una en algún reality de Mediaset. En Telecinco a esas horas se encendían las hogueras de confrontación. Aunque a mí hoy la única que me interesaría sería la que enfrentase a Cayetano Rivera Ordóñez y la palmera, y con polígrafo por medio, a ser posible.
No hacía falta tener dotes adivinatorias para vaticinar que se iba a quedar Cristina, que cada día tiene más carita de ganadora. Interpretó Garganta con arena de Cacho Castaña y con 18 años la cantó como si hubiese pasado por dos divorcios y sólo encontrase consuelo en la absenta y los Gauloises. Lanzó una mirada final que ni Charo López en Los gozos y las sombras. Querían acting y les dio para exportar. Alguien que se haya perdido la gala la semana pasada se preguntará estupefacto qué hacía ahí Cristina cuando debería estar recogiendo ya el cheque final, porque a ver quién le puede hacer sombra ahora mismo. ¿Quién se lo pudo hacer en algún momento?
A partir de esta noche quedan nueve, la mitad de los que vimos en la Gala cero, y yo les confieso que tardé más de una semana en ser consciente de quién era quién. Algo que no recuerdo que me sucediese ni en aquella tercera edición de TVE que coronó a Vicente Segui. Hay buenas voces, pero falta algo. A estas alturas podemos rendirnos y reconocer ya que a esta edición le falta personalidad, de los concursantes, del jurado, de los profesores y hasta de las canciones. Todo se mueve en una aurea mediocritas, sin aspavientos. No hay buenos de espatarrar, no hay personalidades arrebatadoras; pienso en Amaia o incluso en la Violeta que actuó ayer como estrella invitada. Recordaba al verla que en su primera gala ya quedó claro que era alguien a quien prestar atención, como lo fue Paul Thin, que también visitó la Academia esta semana. Este año no hay momentos memorables por lo positivo, tampoco al contrario; no hay desastres de esos que también dan juguillo a la edición. A ver quién ha olvidado a Esther Aranda y Tania G destrozar Las de la intuición, el mayor dolor que una mujer le infligió a Shakira hasta que apareció Clara Chía. Cristina conoció el tango de Cacho Castaña a los 12 años a través de Manu Guix y Ana Guerra. ¿Algún niño que ve hoy Operación Triunfo estará dentro de una década recordando extasiado una actuación de Crespo?
Y no es que esta semana no haya habido momentos emocionantes. Tinho, elegante por primera vez; se ve que en vestuario le han dado la libertad condicional al buen gusto, y Olivia, se marcaron una delicadísima revisión del legendario Cheek to Cheek de Sombrero de copa en la versión de Lady Gaga y Tony Bennett con la que brillaron los dos. Menos apabullante, pero correcto, estuvo Crespo emulando a Dani Fernández y su Me has invitado a bailar. Claudia Arenas, tal vez la concursante que más ha evolucionado en la Academia, ofreció una versión intachable de Kiss Me de Sixpence None The Richer, un tema de la banda sonora de Alguien como tú.
A Téyou también le tocó un tema con alma cinematográfica, el Baby, I love your way de Peter Frampton, que tuvo una nueva vida gracias a Bocados de realidad. Téyou lleva unas cuantas galas que está por estar; no parece que el programa suponga ningún desafío para ella, pero como es lista, sabía que la canción no la favorecía porque, por mucho rollo que tengas, si el material no te acompaña, acabarás entre los nominados. Así fue, pero duró poco; la salvaron los compañeros, ese barómetro social que nos indica cómo van las cosas intramuros. Lo de Téyou puede ser sorprendente porque destaca hasta en piloto automático, como lleva casi desde que llegó. Ella está ahí dentro para que los que hacen la cartelería de los festivales vayan aprendiendo cómo se escribe su nombre. A Guillo Rist y Lucia Casani les cayó una nominación doble por el Sexo en la playa de Alizzz y Amaia Romero. ¡Guillo Rist!, me dirán escandalizados los que se lo hayan perdido. Y no diré que fue una nominación inmerecida. Más dudosa fue la de Guille Toledano, que con el Como Camarón de Estopa estuvo menos plano que en otras ocasiones, pero las valoraciones de este jurado son incomprensibles o directamente contradictorias.
Los profesores salvaron a Guillo alabando su compañerismo porque algo hay que decir, y empiezo a pensar que escogen motivos al azar, lo que dejó como nominados a Lucía Casani, experta ya en estas lides, y Guille Toledano, que se enfrentará a su primera nominación porque va quedando poquito y acabarán pasando todos por el tablón. La favorita ha sido Olivia, que a ver quién le pone peros a esa voz, esa actitud y esa elegancia, pero tiene menos gracia porque, como es habitual, ha sido una maniobra orquestada en la oscuridad de las redes. Tanta unanimidad y docilidad quita emoción al programa y también alma; es la fantasía de la marea inhumana de Pluribus, la nueva y muy prometedora serie de Vince Gilligan en Apple TV, pero cómo se me ocurre hablar de televisión en la sección de televisión.
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